11°SAN LUIS - Martes 16 de Abril de 2024

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Hacia las bajadas de líneas

Las antípodas se expusieron en un encuentro en el que, pese a algunas tenues insinuaciones, el debate pareció posible. 

Por Miguel Garro
| 24 de mayo de 2022

Como para dejar en claro desde el primer día que la edición 2022 de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires no sería una más (en principio, significaría el retorno del público a la celebración literaria), Guillermo Saccomano expulsó con verba novelesca un discurso inaugural incendiario, despojado de cualquier posible complacencia y, en algún punto, autocrítico.

 

Históricamente, las presentaciones iniciales en el encuentro dejan los convencionalismos y los formalismos de las palabras de bienvenida para los funcionarios, acostumbrados al acartonamiento de sus despachos culturales, y despejan la vía para que los escritores, parte indispensable de una Feria del Libro, se expresen a sus anchas y a sus largas. Sucedió con Rita Segato hace un par de años, con Mario Vargas Llosa años antes y con cualquier creador que haya observado por medio de la hendija de lo permisivo la oportunidad de compartir sus pensamientos en un escenario tan expuesto.

 

Lo dijo Saccomano un día después de la apertura en una de las tantas notas que, muy a su pesar, tuvo que dar: “Si lo hubiera dicho en un comité de base del Partido Comunista nadie se escandalizaba, pero lo dije en la Feria del Libro”. 

 

Un encuentro que empieza con su máximo orador arrojando tomates putrefactos, gargajos sin faltas de ortografía y paladas de estiércol a la industria editorial no puede más que resultar expectante para el público al que realmente le interesa la literatura. Aquellos que asistieron para comprar el último best seller o para alimentar la era del vacío que describió hace años Gilles Lipovetsky pueden, más allá de sus seguramente sinceras intenciones, aguardar un poco menos. 

 

La topadora Saccomano se llevó puestas también a las empresas dueñas del papel en Argentina, a la Sociedad Rural —escenario tradicional de la feria—, al Estado nacional y a los organizadores del encuentro, que habrán dudado de la sapiencia de sus decisiones cuando escucharon al orador reconocer que se había convertido en el primer responsable del discurso inaugural pago de la historia del encuentro. 

 

De corte ideológico cercano al kirchnerismo, el autor de “Bajo bandera” y “Roberto y Eva, historia de un amor argentino” (no viene mal, en medio de la vorágine, mencionar algunas de sus exquisitas obras) compartió protagonismo a lo largo de la feria con Vargas Llosa, el autor peruano que en 2011 fue invitado a abrirla, ante la oposición de un grupo de intelectuales aferrados a las faldas de Cristina Fernández de Kirchner, por entonces presidenta de la Nación. Fue la propia mandataria quien intercedió para que el Nobel pudiera tirar su munición pesada en el discurso inaugural.

 

Acaso uno de los elementos teóricos más firmes que dejó la feria que terminó la semana pasada sea la saludable disposición de un espacio todavía dispuesto al debate, todavía plausible al intercambio de ideas, al escuchar y comprender a quien tiene una visión diferente.

 

Sin embargo, con la llegada del autor de “La ciudad y los perros”, otro signo de la época se representó en la feria: la cuestionada cultura de la cancelación. La retrógrada idea de mezclar obra con autor ofendió cualquier posibilidad de apertura detrás de sentencias tan simples como que el peruano es un autor imprescindible de la literatura latinoamericana (y por qué no mundial), último exponente vivo del boom, prodigiosa pluma que inventó historias inolvidables. En otro plano está su camaleónico pensamiento, que puede ser cuestionado por la izquierda intelectual, de la que formó parte en su juventud; y enfilado por el neoliberalismo que supo aborrecer.

 

En todo caso, tanto don Mario como sus detractores quedarán tan mal parados como aquellos funcionarios que se opusieron a su visita hace 11 años y fueron desairados por su jefa política, en la génesis de una práctica que por estos días Cristina lleva adelante contra la máxima autoridad de la Nación. 

 

Tal vez forzado por parte de la organización, en la feria las diversidades encontraron amplios espacios para sus stands, que seguramente fueron insuficientes para los sectores más radicalizados. Si se entiende por diversidad a movimientos, facciones, miradas y pensamientos no necesariamente minoritarios, se podría decir que hubo de todo, aunque dos temas se llevaron buena parte de la atención: la literatura femenina (no siempre feminista) y Malvinas, acorde a los 40 años del disparate bélico.

 

Una de las imágenes más fuertes, ubicada en un stand especialmente dedicado a las Islas en el sector destinado a las provincias, mostraba a Leopoldo Fortunato Galtieri con su rostro duro y etílico sobre la tapa de un inodoro con una leyenda en inglés que lo mandaba a pudrirse en el infierno, acompañado de un insulto de difícil traducción.

 

Entre todo el menjunje de historias, San Luis tuvo, otra vez, un coqueto y bien ubicado apartado que bautizó como “Constelación de escritoras” y que recordó y homenajeó a muchas de las autoras (nacidas, criadas o apropiadas) en la provincia. La intención de revalorizar la tarea de las mujeres en la literatura fue una constante entre las decisiones políticas de la feria.

 

En una parte de su diatriba realizada desde el púlpito culturoso que da la feria, Saccomano dijo que la literatura que le gusta es “la que no baja línea”. Y que, por la tensión que le genera, no le interesó recorrer la multicolor oferta que le proponía el encuentro. Hizo bien: se hubiera encontrado con una inmensa mayoría de obras que no entran en su concepto literario. 
 

 

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