Los indicadores de la situación del trabajo en la región mejoraron en 2021, aunque la recuperación ha sido lenta, desigual e incompleta.
Las economías de América Latina y el Caribe mejoraron en conjunto un 6,6%, traducido en crecimiento del empleo y de la tasa de participación laboral, con descenso de la tasa de desocupación, aún con los señalamientos de lentitud y desigualdad.
Es lo que mostró un estudio conjunto de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) y la Organización Internacional del Trabajo (OIT), publicado el viernes 17 de junio.
La tasa de participación (proporción de la población en edad de trabajar que participa en el mercado de trabajo) era del 63,4% antes de la pandemia, bajó al 60,3% en 2020 y se recuperó, pero solo hasta 62,6%, a finales de 2021.
En cuanto a la ocupación (quienes efectivamente trabajan), la tasa era del 55,8% a finales de 2019, bajó al 54% en 2020 y se recuperó hasta 57,6% al cierre de 2021.
Por otra parte, la crisis sanitaria producto de la COVID-19 golpeó los salarios, mermando su poder de compra. La lentitud estuvo marcada porque varios países de la región recuperaron su Producto Interno Bruto (PIB) a los niveles previos a la pandemia, pero respecto a ese indicador aparecieron rezagados los niveles de empleo y salarios.
Esos rezagos plantean la necesidad de reforzar los instrumentos que faciliten la reincorporación de las personas al mercado laboral.
La crisis, además, trajo desigualdad, pues crecieron las brechas laborales entre hombres y mujeres durante 2021.
Las mejoras en el empleo y participación en el mercado de trabajo favorecieron más a los hombres, y la brecha con respecto a las mujeres retrocedió en algunos casos hasta las cifras de hace 18 años.
La lenta recuperación de las actividades que concentran el empleo femenino y el mayor peso que recae sobre las mujeres en las tareas de cuidado de enfermos, niños y personas mayores contribuyen a explicar esta marcada diferencia en la dinámica de la tasa global de participación, dice el reporte.
En cuanto a la evolución de los salarios, la inflación implicó una merma en la capacidad de compra, y los salarios reales estuvieron en promedio 6,8% por debajo de los niveles anteriores a la pandemia.
Solo en México hubo un avance significativo del salario mínimo real, de casi 17% en 2020 y nueve por ciento en 2021, y hubo pequeños progresos en Bolivia, República Dominicana y Uruguay.
En cambio, el retroceso fue muy marcado en Haití, Argentina, Jamaica, Perú y varios países de América Central, y moderado en Brasil, Chile y Colombia.
El panorama de lentitud y desigualdad puede agravarse en 2022, un período para el que está previsto aún mayor inflación y una desaceleración del ritmo de creación de empleo.
Asimismo, las expectativas están puestas en que los avances en el proceso de vacunación, las menores restricciones a la movilidad y la reapertura de las escuelas impulsarán una recuperación de los niveles de participación, en especial de la mujer.
De acuerdo a la Cepal y a la OIT, en un contexto en que todavía hay margen para la recuperación de la ocupación hasta los niveles prepandemia, es clave la posibilidad de realizar ajustes nominales de los salarios mínimos que compensen las pérdidas provocadas por el aumento de la inflación.
Por eso plantean reactivar los mecanismos de diálogo entre gobiernos, trabajadores y empleadores para fijar los ajustes de los salarios mínimos, de un modo que permita compensar la inflación, considerando también su impacto tanto en los costos de producción, sobre todo de micro, pequeñas y medianas empresas.
La recuperación demanda tenacidad, paciencia y sobre todo, optimismo.
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