32°SAN LUIS - Jueves 28 de Marzo de 2024

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El imposible vacío que dejó Jorge

En San Martín y Junín, en la esquina de su casa, vi por última vez a Jorge. Caminar lento, al sol. Una esquina que mil veces transitó y en la que confluyen tantas historias de la ciudad. De la misma ciudad en la que los personajes creados por Jorge Sallenave vivieron. Aunque muchas veces los haya ubicado en otros escenarios.

 

Ayer a la mañana murió el mejor relator de historias de San Luis. El formador de colegas, quien siempre tenía una anécdota para contar, el hombre a quien cuando algo le gustaba lo elogiaba con vehemencia, un amigo de mucha gente. Jorge Sallenave, el joven que viajó a Buenos Aires en busca de sus sueños, el guionista de historietas famosas en la década del 60, el tipo que, contundente, decía: "Culo en la silla, así se escribe". Jorge, el de "Elvira de Lesbene", que alguna vez reconoció que le encantaba. Y Jorge, el de los Cuentos del Viento y la letra enorme.

 

Murió un señor de palabras justas, de críticas sagaces y que por amistad era capaz hasta de aceptar ser jurado en un concurso, aunque no le gustaba para nada ese rol. Con una Coca de por medio, y varios puchos, Jorge podía pasar horas hablando y escuchando. Pidiendo infundadas disculpas por "aburrir" con sus comentarios, cuando en realidad eran clases de literatura, de vida, de tradición, de una ciudad por la que caminaba hasta sus entrañas. O por contar una vez más su historia de amor con Gloria, la mujer que lo acompañó hasta el final.

 

Se fue un generoso hombre que hacía gala de su buen humor, pero también de su franca parquedad cuando lo ameritaba. Una noche, Jorge invitó a un incipiente escritor a su quinta, la misma que dio nombre a una de sus novelas más famosas. Ese lugar, con caminitos de nogales, que fue su refugio durante mucho tiempo cuando la salud lo acompañaba. Aquella noche que prometía ser una cena cualquiera de varios amigos, al promediar el postre, Jorge se puso de pie y mostró el primer ejemplar que por su cuenta, con absoluta generosidad, había hecho imprimir del novato. Claro que quienes estaban presentes se emocionaron hasta las lágrimas, pero no supo él que aquel gesto significaba hasta un plato de comida en la mesa del nuevo autor.

 

Cuando Jorge hablaba de Martín, Eduardo y Soledad su pecho se inflaba. A sus hijos debemos agradecerles que lo hayan convencido de perpetuar su obra en un formato virtual que tanto le costaba aceptar. Irónicamente para él, ayer en las redes las despedidas fueron muchísimas, también los agradecimientos y la sensación de pena compartida entre todos quienes lo leímos.

 

Los libros brotaron sin descanso de la cabeza de Jorge durante toda su vida, hasta el final. Por eso ya no era curioso que al llegar a mi mesa de trabajo encontrara una nueva obra suya que tan generosamente me había enviado. La pena de saber que eso no sucederá nunca más es enorme, tanto como el vacío que deja en una literatura puntana que él vio crecer y alimentó.

 

Las letras de San Luis se quedaron sin uno de sus más prolíficos escritores, el que nunca dejó su pasión. Pero sobre todo a un buen tipo, y eso sí que es para ponerse triste.

 

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