El James Webb busca conocer los secretos del universo

La humanidad ha anhelado con persistencia el oro. Quizá no sea casualidad y existía la intuición de que ese mismo oro recubre los 18 paneles hexagonales que constituyen el telescopio espacial James Webb y puede abrirle al ser humano la puerta para alcanzar el mayor de los tesoros: ver el inicio del cosmos y conocer así los mismos mecanismos de la creación. El moderno observatorio, que trabaja principalmente con la detección de radiación infrarroja y se encuentra a 1.500.000 kilómetros de la Tierra, comenzó en los últimos días a difundir imágenes que sorprenden por su precisión, profundidad y nitidez. Los astrónomos no dudan en señalar que se ha abierto una nueva era en la exploración espacial.

Una máquina del tiempo

Los telescopios pueden ser entendidos como máquinas del tiempo. Las distancias astronómicas son tan gigantescas para la escala humana que cada vez que observamos el cielo, en realidad estamos mirando el pasado. El Sol está a 150 millones de kilómetros de la Tierra, y la luz que emite demora ocho minutos en llegar hasta nuestro planeta. Es decir, apreciamos esta estrella como era hace ocho minutos, no como es ahora. A mayor lejanía de los objetos celestes, mayor es el tiempo que tardan sus rayos luminosos hasta alcanzarnos. Por eso, la medida cosmológica de referencia es el año luz.

El universo se expande y existe un fenómeno que se conoce como corrimiento al rojo cosmológico, que implica que la luz de las primeras galaxias y estrellas que se formaron llega a la Tierra como radiación infrarroja. El Telescopio Espacial James Webb (JWST, por sus siglas en inglés) se especializa en detectar este tipo de radiación. Esta tecnología le permitirá estudiar cada fase de los más de 13.500 millones de años de la historia del universo con el sorprendente poder de escudriñar la formación de las primeras galaxias, apenas pocos cientos de millones de años después del Big Bang, la “explosión” primordial que generó el cosmos.

Las ventajas del infrarrojo

Otra ventaja de trabajar en el espectro infrarrojo es que esta radiación atraviesa fácilmente las regiones de gas y polvo cósmico, como las nubes moleculares en las que se originan las estrellas, las regiones que generan planetas y los núcleos de las galaxias activas. El astrónomo Ronny Tapia aseveró que el James Webb permitirá ver la formación de estrellas que se dan en nubes de polvo muy grandes, y además subrayó que el observatorio espacial será clave para la investigación de la vida fuera del sistema solar.

“Este telescopio puede observar de manera directa exoplanetas que están en nuestra galaxia y fuera del sistema solar. No solo tomar imágenes de ellos, sino determinar su composición a través de la espectroscopía. El observatorio espacial nos permite conocer más sobre los planetas fuera de nuestro sistema solar y ver si reúnen condiciones aptas para la vida. Lo principal que buscan en estos lugares es que haya agua líquida”, describió.

Una maravilla tecnológica

Los 18 segmentos hexagonales de berilio y oro (cada uno tiene el tamaño de una mesa de café y veinte kilos de peso) que conforman el espejo primario del JWST totalizan una superficie de detección con un diámetro de 6,5 metros, un notable incremento en relación al espejo del telescopio espacial Hubble, que posee un diámetro de 2,4 metros. Estas características posibilitan que el James Webb sea mucho más sensible y potente que su predecesor.

“Su superficie es siete veces mayor a la del Hubble, lo que logra mayor sensibilidad para ver objetos más débiles y detectar propiedades que no hemos podido conseguir antes. Es importante aclarar que el James Webb no reemplaza al Hubble, sino que lo complementa. Observan lo mismo, pero ven diferentes propiedades”, distinguió Tapia. Por su enorme sensibilidad para detectar energía infrarroja, el observatorio debe funcionar a temperaturas cercanas al cero absoluto (-273 grados centígrados).

El JWST, lanzado el 25 de diciembre de 2021 a bordo de un cohete que despegó desde una base en la Guayana Francesa, funciona en un punto que está a 1.500.000 kilómetros de la Tierra, mientras que el Hubble orbita a 550 kilómetros sobre la superficie de nuestro planeta. La distancia a la que se encuentra el James

Webb implica que cualquier reparación o actualización se convierta en una tarea casi imposible. El factor de la lejanía fue contemplado por los desarrolladores del observatorio, construido y operado conjuntamente por la Agencia Espacial Europea, la Agencia Espacial Canadiense y la NASA, en un esfuerzo que requirió la colaboración de veinte países. Por eso, antes de ponerlo en funcionamiento debió atravesar varios años de pruebas minuciosas.

La vida útil del telescopio espacial, de un costo de unos 10 mil millones de dólares, se estima en unos veinte años en base al uso de sus motores y el consumo de combustible, ya que si bien el observatorio está en una órbita estable, necesita de correcciones en su movimiento. Otros factores que también incidirán en la durabilidad de esta maravilla tecnológica serán la radiación, que puede deteriorar los instrumentos, y el impacto de micrometeoritos, una amenaza siempre latente. Desde su lanzamiento, el JWST soportó la colisión de una veintena de estos objetos, y uno de ellos causó daños “no corregibles” en uno de los espejos hexagonales.

Redacción / NTV