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Gregorio Sosa, uno de los hombres de La Florida

El obrero trabajó en uno de los depósitos de materiales y oficiaba de sobrestante. Fue uno de los primeros en llegar y uno de los últimos en abandonar el obrador. Acarreaban los materiales a lomo de caballo o mula. Había obreros de distintas provincias y de países vecinos.

Por Johnny Díaz
| 18 de abril de 2023
1945. Comienza la construcción del dique La Florida. Finalizó en 1953 y fue inaugurado el 22 de octubre durante la presidencia de Juan Domingo Perón. Fotos: Gentileza

Cuando Gregorio Sosa recibió la baja en el Servicio Militar en San Luis, volvió a Punta del Agua, un paraje cercano a Santa Rosa del Conlara donde sus padres tenían un campo para dedicarse por entero a los trabajos rurales. Pero ocurrió un caso inesperado, su padre Dolores Sosa  había fallecido y sus hermanos mayores habían buscado otros destinos.

 

“Su situación no era de las mejores porque con mucho afán busco una salida laboral. Situación que se alivió un poco cuando, a través de su hermano Aureliano, se anotició de que cerca de San Luis comenzaba la construcción de un dique”, recuerda su hija.

 

“Llegar y comenzar a trabajar fue una sola cosa. Rápidamente y dado a sus conocimientos fue designado en uno de los depósitos de acopio de material y se alojó en uno de los campamentos que la empresa Cruchet tenía para sus empleados, habida cuenta de que la zona es demasiado fría y por esos años no había muchos medios de transportes", dice su hija Rosa Elvira acompañada de su hermana Hilda Edith, únicas hijas del matrimonio compuesto por Gregorio y Rosa Quiroga.

 

“Mi papá comenzó a trabajar en la construcción del dique en uno de los depósitos de acopio de material de la empresa que estaba a cargo de muchos obreros. Había de Mendoza, San Juan, La Pampa, Salta y también de pueblos del interior provincial y chilenos, italianos, alemanes y bolivianos. Sabía contar que sus compañeros de trabajo venían de todos lados porque se había corrido la voz de que era una obra que demoraría varios años en terminarse y eso garantizaba trabajo por un largo tiempo”, admiten.

 

 1952. Gregorio Sosa junto a un grupo de amigos trabajadores en el dique La Florida.

 

 

"Recuerdo que anotaba los pedidos o encargues que hacían los capataces de los distintos grupos en una libreta y después él salía a entregar en un carro tirado por caballos o mulas, tan útiles para ese trabajo, en una zona intensamente fría. Además, y muchas veces, cumplía el rol de sobrestante, de hecho todavía conservamos el ‘Manual del sobrestante’ una tarea que cumplían las personas que tenían algún conocimiento de medición de superficies o son ayudantes de sus superiores o capataces de la obra. Mi padre sin muchos estudios demostraba mucha capacidad, entendemos eso porque era muy inteligente”.

 

Gregorio Sosa no trabajó mucho tiempo como empleado de la empresa constructora, directivos de Agua y Energía vieron en él algún tipo de conocimientos y aprovecharon. Un día cuando estaba con un grupo de amigos se acercaron para ofrecerles trabajar de ahí en adelante en AyE de la provincia. “Todo sucedió muy rápido —recuerda Rosa— mis padres se fueron a vivir al pueblo de lo que es hoy La Florida. Vivíamos muy bien en una casa que proveía el estado y eran muy cómodas. Otros vivían en una zona cercana sobre la ruta 9, que aún hoy se conserva. En el ingreso hay un oratorio que con el tiempo se ha derrumbado. En ese lugar hay más de 20 casas una al lado de la otra, por una calle que antes no tenía salida, donde viven muchos descendientes de aquellos obreros que construyeron el dique”.

 

 En el recuerdo. Las hijas de Sosa mirando fotos y recordando a su padre en La Florida. Foto: Martín Gómez

 

 

“Nuestro padre solía hablar con mi madre de las cosas que pasaban en la obra y decía que los ingenieros y jefes eran muy estrictos y que velaban por la seguridad del trabajador. Estaban en todos los detalles, incluidos en la comida que se servía en el obrador, que generalmente era por turnos y en un pueblo cercano llamado Campamento Viejo, levantado para alojar a trabajadores y sus familias”.

 

 Día de franco. Obreros aprovechan una gran nevada de para sacarse una foto.

 

 

Allá los asistía el doctor Briardo Llorente Ruiz que era el médico de todos y a quien podían ver jugar al tenis en un club cercano. Allí lo veían distenderse con algunos ingenieros o lugareños o con el propio Sosa, con quien jugaba al ping-pong. "Era una persona muy querida, incluso sé que fue el médico de mi madre cuando yo nací en San Luis, pero me asentaron en El Trapiche”, recuerda Rosa.

 

Cuando se inauguró el dique en 1953, de a poco se fueron yendo los vecinos y compañeros de trabajo de mi padre. Muchos regresaron a sus provincias y otros, cartas mediante, decían dónde estaban trabajando. Papá optó por quedarse en La Florida, había montado un pequeño negocio donde se vendían artículos de primera necesidad —tenga en cuenta lo difícil que era por esos años venir a San Luis y viceversa—, pero su interés finalmente era venir a la ciudad”.

 

En 1958 compró un terreno en Aristóbulo del Valle y Almafuerte, durante un remate. Con el tiempo hizo un trueque con un excompañero de trabajo de apellido Pardo, que le cambió el terreno por una casa de avenida Sarmiento al 1600.

 

 1947. El murallón principal del gran espejo de agua sanluiseño en plena etapa de construcción.

 

 

“Fue en uno de esos viajes que conoció a Mauricio Zoppi, padre del odontólogo, que tenía una heladería y caramelería al lado del cine Rex, El Lince. Trabaron amistad y al poco tiempo —en 1958— le compró el negocio y como él no tenía el dinero suficiente, se asoció con la señora Beatriz Maldonado, esposa de Oliva Díaz, que trabajaba con él en Agua y Energía. Esa sociedad duró poco tiempo porque a Díaz lo trasladaron a Tilisarao y se asoció con Humberto de Lucca, hasta que este falleció”.

 

Hilda Edith tiene dos hijos, Rodolfo Alejandro y Laura Romina. “Papá tuvo la heladería y caramelería hasta julio de 1979. Lo vendió porque los cines aflojaron mucho, apareció la televisión y los televisores a color, y el progreso mató al negocio. Se quedó con la despensa Hilda de calle Sarmiento conocida como la despensa de don Sosita, atendida por su esposa Rosa". Ese negocio funcionó hasta que se jubiló, lo cerró y "comenzó a disfrutar de su vida y nosotras de nuestros padres”, dice su hija.

 

 En familia. Gregorio Sosa, su esposa Rosa, sus hijas Rosa e Hilda y sus nietos Rodolfo y Laura.

 

 

Un lugar ideal para la práctica de deportes acuáticos

 

Los primeros estudios para la construcción del dique de La Florida fueron realizados en 1891, pero la obra empezó en 1945 y finalizó en octubre de 1953 durante la presidencia de Juan Domingo Perón.

 

Se nutre de las aguas de los ríos Trapiche y Grande, y da origen al nacimiento del río Quinto. Tiene una superficie de cuenca calculada en más de 500 kilómetros cuadrados.

 

Está ubicado a unos 47 kilómetros de la ciudad de San Luis y se llega por ruta provincial 9. Es uno de los centros turísticos de mayor concentración: tiene  camping, casas de verano, un club náutico y de pesca, se practica buceo, windsurf y kayak, Tiene dos miradores: Cerrito Blanco y otro que permite observar el ingreso de las aguas de río Grande al embalse. Este punto panorámico permite observar la inmensidad del espejo de agua en toda su magnitud.

 

También es posible visitar la estación de Piscicultura y la Reserva de Florofaunistica. Tiene una particularidad muy visible, la costa norte preserva su paisaje autóctono además del monte serrano donde se pueden observar molles, talas, algarrobos y quebrachos.

 

En la placa conmemorativa se puede leer: Ministerio de la Industria y Comercio de La Nación. Agua y Energía Eléctrica. Dique de embalse La Florida. Esta obra se realizó en complemento del segundo plan quinquenal por la felicidad del pueblo y grandeza de La Nación. Inaugurado el 22 de octubre de 1953. Presidente de La Nación. General de Ejército Don Juan Domingo Perón. Ministro de Industria y Comercio, señor  Rafael Francisco Amundarain. Gobernador de la Provincia de San Luis, señor Víctor Waldino Endeiza.

 

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