Villa Mercedes despide al último prócer de la tonada

Aparecerán miles de anécdotas (muchas ciertas, otras alimentadas por la imaginación popular) sobre Raúl Tránsito Ávila, el folclorista villamercedino que este sábado falleció en el lugar donde siempre vivió y al que describió y musicalizó con una lucidez que mantenía aún a los 87 años de una vida que le dio todos los golpes imaginados, pero también la magia de la música.

De origen humilde, “El Sapo” está desde su muerte a la altura mítica de José Adimanto Zavala y Alfredo Alfonso en la cultura musical de su ciudad y de la Félix Dardo Palorma, Ernesto Villavicencio, Julio Quintanilla y Oscar Valles en el Olimpo cuyano. El solo hecho de haber dado vida -un 25 de agosto, para coincidir con la fecha de aniversario de la provincia- hace casi 60 años a “El trébol mercedino” lo convierte en prócer de la música cuyana. Acaso uno de los últimos que quedaba con vida.

El sábado -en el día del cantor argentino-, apenas conocida la noticia de su muerte, las condolencias llegaron de todo el país folclórico que siempre reconoció la figura insignia de “El Sapo”. Es conocido que grandes nombres de la música popular argentina como el recordado Juanjo Domínguez y el gran Luis Salinas -dos héroes de la guitarra- no terminaban sus visitas en Villa Mercedes sin pasar por la casa de Ávila.

Es que la vivienda del notable músico es un reservorio de tonadas, cuecas y canciones trasnochadas que fueron armando un repertorio único en la provincia. Como buen cuyano, “El Sapo” era un anfitrión amable, incansable contador de anécdotas, cantor de farras aún cuando la salud empezó a quebrarse, trasnochador eterno, en los últimos años acompañado por Rita Vargas, su inseparable esposa.

Ambos se sentaban en la primera fila en la Fiesta Nacional de la Calle Angosta y recibían todo el amor de un pueblo que reconoce a sus músicos. Lo mismo pasaba cada vez que iban al Boliche Don Miranda, suerte de segunda casa de “El Sapo”, donde el músico era el primero en pagar el cogollo que le dedicaban desde el escenario. Tiene toda la lógica villamercedina que el velorio de Ávila se celebre en la mítica fonda de la Calle Angosta.

Por allí pasaron este sábado a partir de la tarde amigos, seguidores, músicos y villamercedinos con sentido de pertenencia que le dieron el adiós definitivo a un hombre que, con sus obras, surcó la historia de su pueblo. El velatorio será hasta las 11 del domigo.

En diciembre de 2015, “El Sapo” atravesó el dolor más inmerecido de todos. Su hijo, que se llamaba Raúl como él (aunque lo conocían por Aldo, su segundo nombre) y al que le decían “El Sapo” (en realidad “El Sapito”, en un diminutivo lógico) como él, falleció de un ataque cardíaco. El descendiente había retomado la senda de “El trébol mercedino”, en gran parte para mantener viva una llama potente y paternal.

Ese golpe apagó de a poco la luz de Raúl Tránsito, quien sin embargo nunca dejó de iluminar con su presencia recitales, peñas, festivales y conciertos donde la música cuyana fuera protagonista.

Hace algunos años, Julio Coria fue el encargado, con la anuencia de “El Sapo”, de volver a darle vida a una nueva versión de “El trébol…”, más moderna, más aggiornada, pero con el mismo espíritu del que creó Rául. Detrás de la elección de Coria hay una especie de magia.

“Yo tenía unos 8 años y era muy amigo de Aldo, andábamos todo el día juntos porque ‘El Sapo’ era amigo de mi papá. Un día estaba en su casa y llegó Raúl de una tremenda farra y me dijo, sin que Aldo lo escuchara, que yo iba a ser su reemplazante en ‘El trébol…’”, recordó el guitarrista.

Cuando 30 años después, Ávila padre le dijo a su hijo que había decidido dejar el grupo porque estaba cansado, se olvidaba algunas letras y quería viajar con su esposa; “El Sapito” llamó a Coria para que ocupara su lugar. “Lo hizo sin saber que su padre ya me había elegido. Que tanto Aldo como Raúl hayan pensado en mí para reemplazarlo, es el mejor recuerdo que tengo de ambos”, dijo Coria, visiblemente emocionado por la noticia.

La influencia del guitarrista también alcanzó a una generación más joven de folcloristas puntanos. Julio Salazar, fundador de “Algarroba.com”, lo menciona como una de sus grandes influencias, y Marcos Figueroa, cantante de “Los alma” y director del ballet “Despertares”, es su ahijado de bautismo.

“Fue un gran amigo de mi papá. Cuando mi viejo enfermó, ‘El Sapo’ lo afeitaba, le hacía asados, le cantaba. Ya no quedan personas así”, dijo el artista.

Las anécdotas de Figueroa con su padrino son muchísimas y empezaron el mismo día en que lo bautizaron. En la fiesta, Ávila quería tomar whisky con helado aunque tenía la bebida blanca pero no el helado. “Cuando pasó un heladero en bicicleta, lo paró, le compró todos los helados y lo invitó a mi fiesta de bautismo, así que el heladero pasó una farra cuyana con todos nosotros”, contó Marcos una historia que le llegó lógicamente por tradición oral.

Hace una semana Raúl fue internado en el sanatorio Mitre de Villa Mercedes por una serie de complicaciones, la principal coronaria. Lo pasaron a terapia intensiva porque nunca lo pudieron estabilizar de la presión y además tenía un edema pulmonar. Testarudo como era, hubiera querido seguir viviendo un poco más, hubiera querido pagar un cogollo más, tomar un vino más, acariciar una guitarra una vez más, escuchar una tonada más, sentarse en el boliche Don Miranda una vez más.

Redacción/ALG