Un obispo que molesta: tres años de la gestión de Barba

El 11 de julio se cumplieron tres años de la llegada de Gabriel Barba a San Luis. La fecha, independientemente de la agenda eclesiástica de ese momento, es en sí misma simbólica. 

El santoral católico conmemora el día de San Benito, el fundador de la Orden Benedictina, escritor de la Regla de los benedictinos y uno de los santos más representativos de la lucha contra el mal. En su regla, uno de los conceptos es “la escucha” y ese fue el objetivo central del trabajo de Barba en la diócesis. 

En su aniversario como obispo, celebró dos misas. Una en el Monasterio Santa María de la Fidelidad (de las monjas benedictinas), en el Suyuque; otra en la Catedral. En el primer lugar de encuentro, que da continuidad a lo simbólico, el jefe de la Iglesia puntana comentó que la primera escucha se dio con un mínimo de 60 sacerdotes. Luego continuó con las familias religiosas, después con el pueblo y así fue sumando espacios para adentrarse en la coyuntura puntana. 

El núcleo de una Iglesia pobre, despojada de cosas innecesarias, libre de toda atadura es lo que irrita a un pequeño grupo de ultraconservadores. Las redes sociales del Obispado y diferentes espacios en la nube son el recipiente de algunos comentarios despectivos que cuestionan el trabajo de Barba. Lo apuntan en la misma línea que al Papa Francisco.

Los sedevacantistas ven al comunismo en cada paso y creen que personalidades como la del obispo puntano, en realidad, configuran el humo de las tinieblas que quiere penetrar el progresismo en la Iglesia. Son los mismos sectores tradicionalistas que en su aire de superioridad, fomentan la grieta, cuestión que trasciende la fe y se ancla en la vida social y política. Un mesianismo peligroso que daña.