Sinfonía para adolescentes

La alegría, la emoción y la satisfacción de los integrantes de la Orquesta Juvenil Municipal se reflejó en sus cándidos rostros, llenos de sorpresa. Compartir escenario con Nito Mestre, figura indispensable en el nacer del rock argentino, fue para los chicos un momento de gloria al que llegaron gracias a sus violines, sus chelos, sus contrabajos y sus flautas traversas.

Interpretar a sala llena canciones compuestas cuando ellos -y posiblemente sus padres- todavía no habían nacido fue un disfrute que se evidenció en sus sonrisas, en los aplausos que dirigieron al cantante y en los gestos (todos de satisfacción) que brindaron arriba del escenario. También Nito y su sólida banda quedaron altamente gratificados por un show inolvidable para muchos.

En 50 años de carrera -los que cumplió “Vida”, el disco que homenajeó con versiones sinfónicas el miércoles a la noche en el auditorio Mauricio López- Mestre consiguió que el timbre de su voz fuera reconocido de inmediato ante la mínima escucha y relacionado de manera indisoluble con los clásicos de “Sui Generis”, la banda que fundó con Charly García.

El intérprete pasó el recital de muy buen humor, locuaz con el público y con ganas de contar las historias de muchas de las canciones. A los 71 años tocó durante más de dos horas en las que demostró el cuidado de su voz y la predisposición para sacarse todas las fotos que les pidieron terminado el concierto.

La presentación comenzó con un repaso por la carrera de Mestre en su plano solista o como integrante de “Porsuigieco” (la primera superbanda del rock argentino) o “Los desconocidos de siempre”, el proyecto que emprendió apenas separado “Sui Generis”. Con guitarra y piano, en el lapso inaugural de la noche pasaron, entre otras, “Fusia”, “Tu alma me mira hoy”, “Mientras no tenga miedo de hablar” y “Hoy tiré viejas hojas”, todas canciones perdidas en la vasta discografía del cantante.

Todavía con ese formato de banda, Mestre adelantó lo que vendría minutos después con el emocionante “El tuerto y los ciegos” y con la simpática “Fabricante de mentiras”, que se ganaron los primeros aplausos fervientes de la noche.

Cuando hizo pasar a los integrantes de la orquesta puntana -dirigida por un orgulloso Daniel Miranda- el recital cambió radicalmente y el homenaje sinfónico al primer disco del dúo tomó alturas emotivas, motorizadas en principio por los personajes del álbum (Natalio Ruiz, Mariel, la pareja de “Estación”); por las historias que cuentan y por la magnífica interpretación de la banda mixta entre acompañantes de Mestre y jóvenes locales.

“Vida” tiene temas que parecieron compuestos con el fin de ser interpretados por orquestas sinfónicas (“Mariel y el capitán”, “Cuando comenzamos a nacer”, “Quizás porque”, “Dime quién me lo robó”); pero hay otros en los que la adaptación tuvo que ser más trabajosa. El ejemplo más claro es “Toma dos blues”, que fue interpretada con guitarra, piano, bajo -a cargo del gran Tony Funes- y batería, con un magnífico y emocionado Martín Jofré.

Para el final, Nito prometió tres clásicos de “Sui Generis” que no son parte de “Vida” pero que se colaron entre lo más querido del repertorio del dúo. Así pasaron “El fantasma de Canterville”, del disco despedida; “Tribulaciones, lamento y ocaso de un tonto rey imaginario o no”, otro tema de una orquestación eminentemente sinfónica; y “Cuando ya me empiece a quedar solo”, demostración punzante de lo que un genio como García puede hacer en momentos de inspiración sublime.

La pena penetrante de esa canción empujó al artista a adosar a la lista original la más alegre “Bienvenidos al tren”, que cumplió su función para que la despedida sea, por una vez, menos triste.