SAN LUIS - Viernes 27 de Junio de 2025

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No es pecado hablar bastante menos

Por redacción
| 01 de septiembre de 2024

Esto dijo el ministro de Justicia el martes último, durante su exposición ante la Comisión de Mujeres y Diversidad de la Cámara de Diputados de la Nación: “Se acabó solo el género, nosotros vamos por otros valores, nosotros vamos por la familia. La familia es el centro de la sociedad y la educación. Los valores familiares tradicionales son el amor, la unión, el trabajo, el estudio y la igualdad ante la ley. Promover los símbolos patrióticos, respetar y honrar a nuestros próceres. Esto resulta central para la armonía y la cohesión social. Nosotros rechazamos la diversidad de identidades sexuales, que no se alinean con la biología, son inventos subjetivos”. Además, sin notar que estaba el micrófono abierto, agregó en diálogo con un asesor: “No, bol..., esto está textual del discurso de Milei”.

 

A estas expresiones se les podrían oponer múltiples reparos. Se podrían sacar, a partir de ellas, muchas conclusiones. Sin embargo, es valioso recurrir a las expresiones de una entidad académica prestigiosa. En un documento emitido este jueves, la Universidad de Buenos Aires cuestionó los dichos del funcionario y afirmó que tales expresiones “desconocen las bases legales y constitucionales de nuestra Nación, y los derechos que tienen todas las personas, sin distinción de género u orientación sexual”.

 

Lo que resulta más rescatable es que el ministro desconoce las leyes. No es una cuestión subjetiva, es la ley. Con todo, y más allá de lo grave del contenido, lo cierto es que hay una catarata de manifestaciones que desvirtúan y confunden absolutamente todo. Y no es culpa de las redes o de simples ciudadanos. El problema incluye a buena parte del periodismo y, sobre todo, a quienes tienen altas responsabilidades institucionales.

 

Hay cierta desesperación por tomar un micrófono y verse enfocado por las cámaras. Sus luces encandilan y los disparates que se lanzan al aire son infinitos. Luego, la confusión se agudiza cuando el ministro refuerza: “Textual la idea del Presidente”.

 

El cuadro se vuelve aún más grave y enfermizo cuando el vocero presidencial realiza su siempre particular interpretación. El Gobierno defendió la postura del ministro de Justicia: “Nosotros estamos en contra de que las políticas de género y todo lo que fue la defensa de los colectivos tengan determinados negocios detrás. Entiendo que el ministro Cúneo quiso decir eso”, justificó el vocero presidencial.

 

El mecanismo es muy poco serio. Se dicen cosas, se desmienten, se deforman. Y no las dice cualquiera, son expresiones de quienes tienen obligaciones públicas. Se deben respetar las leyes. Además, es patológico, tiende a confundir de un modo avieso a la población que se involucra en cuestiones tan delicadas y trascendentes. Por ejemplo: el Presidente de la República, el de todos los argentinos, expresa con contundencia que lo que quiere es destrozar, despedazar el Estado. Luego, hablan políticos, legisladores, opinadores, y señalan que lo que quiso decir es que busca un Estado más equitativo y eficiente. O sea, casi lo contrario. Se debe ser serio, el lenguaje es común a todos, las palabras tienen un significado inequívoco, puede haber matices, pero este juego permanente convoca a la confusión y a la patología.

 

No es pecado hablar menos. Y esto nada tiene que ver con cercenar libertad o limitar las posibilidades de expresarse que, justamente, están consagradas en la Constitución y en las leyes.

 

Es muy difícil dirigirse al público durante, por ejemplo, dos horas diarias, situación que atraviesan múltiples comunicadores. Ya no les queda qué decir, porque, además, no se trata de informar. Absolutamente todo es análisis bien subjetivo y bien cargado de intencionalidad. Entonces, se afirma lo que no se conoce con certeza, se banaliza, se miente.

 

En un caso judicial se despedaza durante varios minutos al presunto implicado, lo cargan de imputaciones y de adjetivos, y luego, al final, bien al final, aportan: “Claro que cualquiera es inocente hasta que se demuestre lo contrario”. Y ya lo condenaron cien veces, lo injuriaron y lo descalificaron. Es muy difícil progresar como sociedad en este clima.

 

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