Tiene una leucemia muy rara y sus compañeros organizaron una colecta
El chico tiene 22 años y hace un año empezó con los síntomas. Está en coma inducido en el Ramón Carrillo y su familia sospecha del mal accionar de algunos médicos del sistema de salud.
La vida de Brayan Lucas Ramiro Castro se debate entre una leucemia de alto riesgo, el cariño de su familia y amigos y un coma inducido en el que está desde hace dos semanas, con muchos de sus órganos sin funcionar y punzantes dudas sobre el accionar de los médicos del hospital central Ramón Carrillo, donde está internado.
El joven tiene 22 años y estudia Abogacía. Sus compañeros de Universidad organizaron una colecta para ayudar a la familia, que lleva un año de lucha contra la enfermedad y contra la desidia del sistema de salud provincial. Quienes deseen colaborar con el chico pueden enviar transferencias al alias Dona.brayan, a nombre de Milagros Edith Castro.
Justamente todo parece indicar que es un milagro lo que necesita el joven para salir de su estado actual, pero la familia está decidida a esperarlo. “Hoy sus órganos están todos colapsados, no están funcionando, está con respirador porque su riñón no funciona, su pulmón no funciona, su hígado tampoco funciona”, dijo con notable entereza Andrea Saquiz, su madre.
La enfermedad de Brayan es una leucemia linfoblástica aguda de alto riesgo, un diagnóstico que fue dado muy tarde y por escalas en el centro asistencial donde se atendió. Es una patología atípica que hace que la médula ósea produzca muchos linfocitos.
El primer indicio del mal para Castro llegó en enero del año pasado, cuando una inflamación de bazo alertó a sus padres. Su madre recordó que por entonces todo lo que el joven comía le caía mal.
La primera consulta fue en el hospital Cerro de la Cruz, donde luego de unos análisis rápidos les dijeron que no se veía nada extraño, más allá de una inflamación por la comida. Un mes y medio después la hinchazón se prolongó al cuerpo, las piernas y los pies. Y la piel se l empezó a llenar de granos.
“Ya no podía caminar de la inflamación que tenía –dijo su madre-. Tenía todo hinchado, el tobillo, el pie”. En la guardia del hospital Ramón Carrillo, su próxima parada, lo dejaron ocho horas para hacerle los estudios. La primera acción fue hacer una interconsulta con una infectóloga.
Los estudios siguieron y por dos meses, Brayan y su familia acataron las órdenes de la profesional, quien no encontró ninguna infección en el paciente. Lo derivaron, entonces, a una hematóloga.
Otra batería de estudios, otros dos meses que pasaron y el inicio de un tratamiento con una medicación que le dieron “por las dudas”, según dijo Andrea. Por entonces, la preocupación de los padres de Brayan era que no tenían un diagnóstico preciso de la enfermedad.
Luego de una junta médica con profesionales de Buenos Aires, la doctora del Carrillo tenía la certeza. “Un viernes nos llamó a mi marido y a mi para que vayamos el lunes a hablar con ella. Nos dijo que era urgente”, recordó Saquiz.
El lunes, Brayan y sus padres escucharon de boca de la doctora una muy mala noticia, que con el tiempo fue peor. Cuando a principio de agosto del año pasado la médica les indicó la enfermedad, no estaba todavía el rótulo de “alto riesgo”, que llegaría unos meses después, cuando los doctores advirtieron que la primera quimioterapia –que comenzó al día siguiente de la noticia- no había hecho efecto.
“Entonces, le dieron una quimio mucho más invasiva, mucho más fuerte. Por entonces, Brayan llevaba 88 días internado”, agregó la madre. El nuevo tratamiento ponía en riesgo la vida del joven estudiante, por lo que convenía mencionarla en la historia clínica como de alto riesgo.
“Pasamos por un montón de cosas mientras mi hijo estaba internado, muchas negligencias en el hospital, cosas que tanto los médicos como los enfermeros como todo el personal del hospital no se les debería haber pasado”, sostuvo la mujer.
Una luz de esperanza se encendió para la familia cuando los resultados de la segunda quimio aparecieron más rápido. A tal punto que el 22 de diciembre del año pasado, Castro recibió el alta aunque debía seguir con el tratamiento después de la Fiestas.
Cuando el joven se internó para la segunda quimio la familia estaba contenta, porque todo había salido bien. Pero una negligencia empañó el momento. “Por error –contó Saquiz- le dejaron colocada una vía que provocó una infección”. La mujer no sabe explicar exactamente qué sucedió en el quirófano pero vio que la inflamación era cada vez más grande, sobre todo en la zona del cuello.
La consecuencia fue una noche en la que Brayan tuvo picos de fiebre a cada rato, internado en una sala común del Carrillo. Los padres del chico pidieron una y otra vez que se acercaran los enfermeros para tratar la suba de la temperatura y verificar su origen pero “solo nos decían que le pusiéramos paños fríos”.
A las 5 de la mañana, Brayan convulsionó y generó la reacción de su madre hacia los enfermeros. “Producto de eso le dio un shock y entró en coma, el estado en que se encuentra hasta ahora”, contó la mujer que cuida a su hijo todo el día en el Carrillo en turno con el padre del chico y sus dos hermanos.
El paso a terapia intensiva de aquella noche fue dramático. Según Andrea, su hijo estuvo 8 minutos muerto hasta que los enfermeros lograron revivirlo. Desde entonces, Brayan no se ha despertado, a la espera del milagro.


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