14°SAN LUIS - Lunes 29 de Abril de 2024

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En San Luis somos más humildes

Por redacción
| 10 de octubre de 2014

¿Mañana será mejor que hoy? ¿El mes que viene será mejor que hoy? ¿El año que viene será mejor que hoy? ¿Dentro de unos años será mejor que hoy? ¿Nuestros hijos van a vivir en un mundo mejor que el nuestro? Cuando alguien responde a esto diciendo que sí, subjetivamente cada uno de nosotros, o el que así piensa, tiene esperanzas. Si alguien cree que no será mejor es porque no tiene esperanzas o las ha perdido.
Las esperanzas se depositan de distintas formas. Y hay una esperanza que cambiará la calidad de vida de la población: que tendrá viviendas, mejores salarios, seguridad, gobernantes más serios. Ésa es la esperanza que se deposita generalmente en el mundo de la política. Cuando los políticos no dan respuesta o no hacen creer, no generan una luz para el futuro, la gente pierde las esperanzas. Y esto es un poco lo que nos pasa a los argentinos y lo que nos está empezando a pasar en San Luis. Empezamos a perder las esperanzas. Y eso es lo peor que nos puede pasar, nunca hay que perder las esperanzas. Que el mañana sea mejor que el presente.
De esto hablaba en Villa Mercedes hace unos días y me referí al gobierno nacional con mucha bronca de cómo nos hace perder las esperanzas. También hice algunas críticas al Gobierno de la Provincia y en los días próximos hablaré un poco de cada una de las áreas o ministerios con debilidades, cosas a criticar, las que yo personalmente pienso que no están bien. Y lo haré con el mayor respeto que puedo y con el afán de criticar para que las cosas mejoren. Siempre hay tiempo para mejorar. 
Y empezaré con el Ministerio de Gobierno. El ministro se llama Eduardo D'Onofrio. Siempre que el Gobernador elige un ministro, la comunidad guarda enorme respeto porque es él quien lo tiene que designar y todos respetamos la designación porque así tiene que ser. Una vez que asume el ministro, debe hacer honor a su cargo y comportarse, hacer las cosas bien.
El ministro D'Onofrio, tiempo antes de ser designado en su actual función, había tenido un incidente con la Policía. Cuando los policías estaban cumpliendo con su deber y él había actuado en forma descomedida. Pero lo nombraron ministro. Pensamos que había tenido un mal momento. Tras asumir, el ministro entró con el auto oficial a las cocheras del Poder Judicial. Un policía le preguntó quién era y por qué entraba de esa manera a un lugar que no tenía autorizado. Él sacó su chapa de ministro, se puso a gritar e hizo un escandalete frente a los policías.
Dos incidentes tuvo, siendo ministro de Vivienda y siendo ministro de Gobierno. Hizo abuso de poder, de “chapear” con el cargo. No es bueno en San Luis esto, porque generalmente somos más humildes los puntanos. Cuando se llega a un cargo, como conoce a todos, trata de ser más humilde que nunca o que siempre, porque la población lo está observando. Es uno de entre nosotros que llega a un ministerio y tiene tanta responsabilidad que no nos gusta la prepotencia, esta forma de ser.
Parece que a este ministro le gusta esa forma de actuar. Cuando uno mira más, conoce que D'Onofrio viene de San Isidro, provincia de Buenos Aires, cerca de la Capital Federal, o sea que él no es de la puntanidad, sino que la ha adquirido por elección al venir a vivir a San Luis. Claro no tiene por qué dejar de ser este porteño, pero debería adecuarse un poco más a la puntanidad, porque acá en San Luis somos más humildes.
Entonces, ministro, empecemos por darnos un baño de humildad y saquemos esa especie de prepotencia en la forma de actuar descomedida. Por ejemplo cuando llega todas las mañanas, con su traje oscuro, y se sienta a tomar ese mate cocido que tanto le gusta, con galletitas Traviata y hace pasar a la gente para atender (a muy pocos, porque no atiende a todo el mundo) y untar en la taza las galletas sin mirar al interlocutor, haciendo que se sienta ofendido, mal. El ministro hace alarde de su cargo y eso está mal. 
Ha clasificado a la gente como en tres bandos y eso también hace daño, porque debe ser ministro de Gobierno de todos, es el ministro que fija la estrategia del poder. Si clasifica a los que están con el Gobierno y a los que llamémosle “son de Adolfo”  (a quien le muestra cierto temor), se nota que hace diferencia. Y diferencia también a los que venían del Gobierno anterior, como él, a quienes desprecia, ningunea y maltrata. Es una falta de respeto enorme y se nota.
Hay una ley, que conoce el ministro, que establece que al intendente que haga una obra, el Gobierno le devolverá en dinero la mitad de lo que la Comuna invirtió. Esa ley es para incentivar las obras y muchos de los intendentes están siguiendo el buen criterio que exigen hoy el medio ambiente, los derechos del niño, de la tercera edad, por ejemplo, al hacer plazas saludables. Y el ministro, a cada uno que quiere hacer una plaza saludable, se la impugna, dice que sobre esa obra no devolverá el dinero. O sea que está dirigiendo la obra pública de los intendentes. El ministro no debe hacer esas cosas.
La cuestión de El Trapiche la está manejando mal. El Trapiche tenía una intendencia claramente corrupta. Pero él, a la intendenta y al intendente suplente, los premió con prebendas y eso no es bueno. En vez de dejar que los Tribunales correspondientes actuaran, hizo una especie de protección del Estado. Y ahora el ministro está entorpeciendo a quienes están a cargo de El Trapiche y no los deja llevar a cabo su tarea. Hoy El Trapiche está casi en la misma situación que estaba antes y el que está comprometido es el Gobierno.
Tiene un aire de creerse algo así como “una conducción estratégica de la provincia” y quiero expresar –a ver si me entiende que esta crítica es porque no está haciendo las cosas bien- que está llevando al Gobierno por un camino equivocado.
El ministro está planteando una mala posición con respecto al sistema de alianzas del Gobierno. Deja de lado el esfuerzo que hizo la Provincia por mantener su personalidad, por demostrar que la Nación argentina tiene una deuda enorme sobre la provincia y que esos juicios están en la Corte Suprema. Si el Gobierno de San Luis trata de buscar una especie de acercamiento, un clima “cordial” con el gobierno nacional… éste se lo ha dicho con toda claridad: “Le haremos una especie de paraguas protector a la deuda de San Luis, de la deuda no se habla y los vamos a recibir”. Pero de la deuda no se habla y la deuda son dos presupuestos provinciales. Mientras, el ministro seguirá comiendo las galletitas y tomando el mate cocido y a la provincia le va mal porque la deuda no avanza. El ministro tendrá buenas relaciones con el gobierno nacional, pero la deuda no avanza y esto no es bueno. El gobierno nacional no le ha dado absolutamente nada a la Provincia de San Luis, no ha mejorado para nada las relaciones, salvo algunas fotos protocolares de distintos funcionarios.
Si el ministro es el estratega de todo esto, no es bueno. Sólo ha logrado que el Gobierno se aísle de todo lo que es su base de legitimidad. Las unidades básicas están lejísimo del Gobierno porque les cierran las puertas. Los dirigentes sociales están lejísimo del Gobierno porque le cierran las puertas. La Lista Celeste Unidad ha sido como despreciada por el Gobierno. No son consejos buenos los que da el ministro D'Onofrio: tanto agravio, falta de respeto al Gobierno anterior, se siente, se percibe y no es bueno.
El ministro va por mal camino. Sólo digo lo que pienso, porque tengo derecho y él tiene derecho a escuchar o no escuchar. Si escucha será mejor porque está a tiempo de cambiar. No es él un estratega, debe abrir mejor los oídos, pensar más en el futuro. No creo que esa “chapa” que hace de la amistad que tiene con esta estrella fugaz que es el señor Sergio Massa, le dé autoridad como para creerse que es dueño de la provincia.
El ministro no le está dando futuro al Gobierno, ni le está generando esperanza a la provincia. Va por mal camino, ha alterado el sistema de alianzas y de legitimidad, ha buscado nuevos amigos que no creo que lleven a nada. Ha establecido un sistema prebendario en el Ministerio y cree que tiene agarrados a los intendentes. 
El ministro D'Onofrio, cuando toma el desayuno todos los días, agravia al interlocutor, es un detalle.
En El Trapiche se celebró durante una semana el Día del Estudiante. No sé si están bien o mal los controles policiales por el tema del alcohol, porque los chicos lo hacen con la complicidad de los padres. Alquilan las casas dos o tres meses antes para hacer una suerte de estiba, acumulación de alcohol. Hacen un pozo, van con el pico y la pala, se divierten, se ríen y depositan varios cajones de bebidas alcohólicas. Queda alquilada la casa, luego van al lugar del pozo y sacan el alcohol. Eso ya está tomado como un folclore. No sé si está bien o está mal esto de prohibir, porque en realidad lo que hay que hacer es cuidar a los chicos de otra forma, dejarlos en libertad y que sean los padres los que se hagan cargo. Cuando aparece la Policía o la Intendencia prohibiendo, es una avivada en la que terminan favoreciéndose los comerciantes y los chicos que hacen una transgresión. Algunos que ni siquiera toman alcohol les da por tomar, sólo para llevarle la contra a la prohibición. Sería bueno repensar el tema. 
En El Trapiche este año habían organizado un festival para los chicos, a la orilla del río. Se hizo un enorme escenario y se contrató iluminación y sonido, por una exageración. Montado el escenario junto al río, hubo una pequeña lluvia, el río no creció y con el pretexto de que se habían mojado los cables, se suspendió el festival. El festival costó millones y el Ministerio de Cultura tuvo en un minuto todos los fondos, todo organizado. Pero cuando la Intendencia de El Trapiche necesita cambiar un foco hay que ir al ministro D'Onofrio, hacer una fila larga, estar encima, esperar que coma la galletita Traviata y el foco no está. Para hacer un festival, gastar millones de pesos, estaba todo el dinero y no se cumplió con el festival. Siempre en la primavera hay alguna lluviecita, a veces hasta nieva y se mojan los cables, se corre ese riesgo. Ahora cómo está el tema: ¿se devolvió la plata?, ¿cómo es que se hace ese gasto público tan grande y después para un foco hay que hacer una fila, hay que pedir al ministro mientras se come la galletita? Pobre El Trapiche, pobres los jóvenes de San Luis. Por eso uno se calla hasta que llega un momento en el que hay que empezar a hablar porque si no, caminamos al precipicio.
Están contaminando las aguas del río Quinto. El ministro no debe hacerse el estratega, porque la batalla de Beazley no es la batalla de San Lorenzo. Camina con el cuello como si le pesara una medalla, ¿es la medalla de la elección de Beazley?
Mañana vamos a hablar de otros ministros, hay para todos.
Para que la gente se sienta escuchada, cuando le están hablando, el otro tiene que mirar. Es una devolución, que lo están entendiendo, lo están escuchando. Es obligación escuchar. Es una señal de respeto. Hay que educar con el ejemplo.

 

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