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"Pringles, un valiente entre valientes"

Por redacción
| 26 de noviembre de 2014

El 25 de noviembre de 1820, dice la historia, el capitán Juan Pascual Pringles enfrentó a los realistas en la costa peruana, en la Batalla de Chancay.
San Martín llegó y desembarcó en Paracas, al norte de Lima. Ubicados en el mapa, están Argentina, Chile y después el Alto Perú, lo que sería hoy Bolivia. San Martín se fue más arriba, más al norte. Desembarcó en Paracas con cinco mil hombres del Ejército Libertador, de los cuales unos 3.500 eran argentinos, la mayoría puntanos. Entre ellos iba el teniente Juan Pascual Pringles, nacido en San Luis hijo de Gabriel Pringles y Andrea Sosa. Él era descendiente de un inglés que vino a la Argentina como práctico de medicina de una embarcación inglesa, cuidando los esclavos del África que traía el barco. Fueron dejando esclavos en los distintos puertos y finalmente llegó a Mendoza donde se quedó a vivir. Un descendiente suyo, Gabriel, se casó con Andrea Sosa y nació Juan Pascual Pringles. La mamá de Pringles era descendiente de Juana Koslay, algo que acreditó Julián Barroso Rodríguez cuando hizo la genealogía de Pringles.
Juan Pascual Pringles se enroló en el Ejército Libertador en el Campamento de Las Chacras, después de aquel febrero caliente -como dijo el historiador- de 1819 donde sofocaron la rebelión realista en San Luis. Allí se acreditó Pringles como un valioso e importante guerrero de la causa nacional de la independencia. Fue con el Ejército por Valparaíso y llegó San Martín a Paracas, rodeado de puntanos, chilenos y argentinos.
En Paracas, mucho más al norte de Lima, unos 100 kilómetros, llegó un mensajero a San Martín con la noticia de que había un batallón realista, el batallón de Numancia, que se quería pasar al Ejército Libertador pues la mayoría de ellos eran peruanos y algunos españoles que querían defender la causa americana. Buscaban que San Martín les diera una señal, les mandara una carta, una aceptación de esta propuesta. A San Martín la idea le pareció fantástica y una vez que se pasara el batallón de Numancia tomaría Lima sin problemas.
En el momento en que el mensajero estaba por irse, San Martín decidió que lo acompañara un grupo de soldados para llevar la carta a Numancia. Llamó a Pringles, que en ese momento tendría 25 años, le dijo que acompañara al mensajero y que de ninguna manera presentara batalla. ¿Por qué no debía presentar batalla? Porque si había un derramamiento de sangre, antes de que se pase el batallón de Numancia, las posiciones se radicalizarían.
Pringles se marchó y llegó a los campos de Chancay, la Playa de Pescadores, que queda a 80 kilómetros al norte de Lima. Es un pueblito que le dicen “la granja de Lima”, un lugar muy rico a la orilla del mar. 
En la Playa de Pescadores hay unos acantilados, donde se paró Pringles, despidió al paisano, se bajaron de los caballos y el enviado se fue a llevar el mensaje. Imagino que Pringles debió haber estado contemplando el paisaje, que le debe haber parecido como si estuviera en Los Tapiales, donde él nació, o Río Grande, porque es un lugar muy parecido, lleno de cortaderas, de ondulaciones. De pronto vio a los españoles y se dio cuenta que si huía debía hacerlo hacia el mismo lado al que iba el paisano con el mensaje, se encontrarían y haría fracasar el plan.
No tenían huida: por un lado el mar, y por el otro huir por el mismo lugar que se había ido el paisano. Decidió entonces desobedecer a San Martín y presentar batalla. Eran veinte hombres contra 100. Arremetió y los pasó por encima, quedaron heridos varios soldados. Pringles rompió las filas realistas y cuando pasó hacia el otro lado vio que aparecieron 200 más. Casi acorralado, con 100 al frente y en un costado 200, Pringles, que estaba con tres soldados vio que las únicas vías de escape eran el mar y el camino hacia el batallón de Numancia. Pringles dio la orden a los soldados, tomó la insignia, el estandarte de la Patria, arremetió hacia el acantilado y se tiró al mar, ante el asombro de los propios soldados que lo acompañaban.
Con esto, los españoles quedaron asombrados por el arrojo del puntano, le pidieron que volviera, prometieron que lo respetarían y lo llevaron a la prisión del Callao. Hubo una fiesta y fue invitado Pringles, porque estaban asombrados que este oficial hubiera tenido la actitud tan valiente de enfrentarse a un grupo sumamente mayor y después tirarse al mar. Le pidieron a Pringles que se vistiera con ropa de gala, junto a los oficiales españoles. 
Él había sido protagonista de la sofocación de la rebelión de los españoles en San Luis, cuando fueron fusilados los soldados españoles por San Martín. Entonces, cuando le preguntaron dónde había nacido, temió decir que era de San Luis, porque pensó que lo fusilarían. Respondió que era de Córdoba, algo que no era mentira, porque en realidad, cuando él nació, San Luis pertenecía a la jurisdicción de Córdoba. Cuando le preguntaron por qué presentó  batalla, y no tuvo otra explicación para decir, dijo: “Vine a esta tierra peruana a defender la libertad e independencia de América”, respondió muy cortante y serio. 
No era de mucho hablar, no le gustaba hablar de lo que pasó en Chancay y los trabajos históricos que se conocieron después los inició la Gobernación de Barbeito. Después los publicó el historiador puntano, Juan W. Gez, en “Apoteosis de Pringles”. Tomó datos que aportaron los oficiales que fueron contemporáneos y todos reconocieron lo siguiente: “Pringles era un valiente entre valientes”. Legendario soldado de la independencia argentina, Héroe de Chancay.
Pringles estuvo preso y San Martín cuando se enteró del acto de Chancay lanzó una “Proclama”, que está entre las publicaciones que hizo el Congreso de la Nación por el centenario, en 1960. Esa proclama cuenta que los españoles se encontraron con Pringles y un grupo de soldados y al presentar Pringles batalla fue una victoria lo que ellos creyeron que era una derrota. Porque un grupo tan pequeño de soldados pudo provocar tanto daño en el ejército español. Fue una forma para tapar la bronca que le dio a San Martín que Pringles hubiera presentado batalla y una forma de honrarlo porque había hecho la acción correcta y se había lucido.
A los pocos días liberaron a los soldados y a Pringles, antes de ser liberado, los españoles le dieron una medalla de honor a la valentía de los vencidos vencedores de Chancay. Otra parecida le dio San Martín.
Cuando San Martín recibió a Pringles, junto a otros presos del Callao, fue apresado por desobedecer la orden del general. Pero mientras estuvo preso unas horas, San Martín formó el Ejército, en Gran Parada Militar (la formación que utiliza el Ejército cuando rinde honores, vestidos de gala). Liberaron a Pringles y allí San Martín lo condecoró con la medalla “Gloria a los Vencidos Vencedores en Chancay”. San Martín releyó la proclama donde decía lo que les pasaría a los españoles cuando el Ejército Libertador se plantara ante ellos.
Gloria a los héroes de Chancay. Un 25 de noviembre, Argentina y el mundo conocieron al bravo Juan Pascual Pringles.

 

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