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Francia y la libertad de expresión

Por redacción
| 19 de enero de 2015
Foto: Pablo Blasberg

La tradición francesa  en cuanto a la libertad y al derecho a expresarse bajo ese valor, se remonta quizás al período de la Ilustración y a uno de sus figuras prominentes: François Marie Arouet, más conocido como Voltaire, filósofo, abogado, escritor, historiador y figura central de la construcción de su nación. Fue él quien dictaminó una sentencia memorable:“No estoy de acuerdo con lo que dices, pero daría mi vida para que pudieras decirlo”. Voltaire moriría en 1778, once años antes de la Revolución Francesa que consagraría para el mundo los derechos ciudadanos y que en un sencillo epigrama declararía sus principios: “Libertad, igualdad, fraternidad”.

 


Ahora, en estos días inquietos de la segunda década del Siglo XXI, la libertad de expresión es objeto de debate en Francia tras los atentados de París y las inmensas manifestaciones en defensa de ese derecho, a las que siguieron varias condenas por “apología del terrorismo”. “No podemos manifestarnos por la libertad de expresión y enviar a la cárcel gente sólo porque expresó su opinión”, dijo el abogado Basile Ader, especialista del derecho de la prensa, que considera que el actual clima de emoción y miedo puede explicar la severidad de la Justicia en sentencias recientes. El debate se centra en el derecho a burlarse de las religiones o en los límites que separan la burla y el racismo. En Francia no existe el delito de blasfemia y burlarse de las religiones es legal. La libertad de expresión es un principio plasmado en la Declaración de los Derechos Humanos de 1789 y confirmado por la Convención Europea de Derechos Humanos. Los únicos límites impuestos por la ley francesa son la difamación, la injuria, la incitación al odio o a la violencia racial y la “apología del terrorismo”. La ley sanciona en particular la “incitación a la discriminación, al odio o a la violencia respecto a una persona o grupo de personas en razón de su origen o de su pertenencia o no pertenencia a una etnia, una nación, una raza o una religión”, un delito pasible de un año de prisión y de una multa de 45.000 euros.

 


Charlie Hebdo, un periódico claramente anticlerical, fue llevado a menudo ante los tribunales por susdibujos satíricos de las religiones, pero rara vez condenado, dado que los jueces consideraron que el diario se expresó en los límites de la caricatura, excesiva por naturaleza. En cambio, el humorista Dieudonné fue condenado varias veces por declaraciones consideradas antisemitas. Y actualmente está acusado de “apología del terrorismo” por haber escrito en Facebook  que se sentía “Charlie Coulibaly”, en alusión al apellido del yihadista que mató a una policía en el sur de París y a cuatro judíos en un supermercado kosher. Los admiradores de Dieudonné, que denuncian una “libertad de expresión selectiva”, tienen un razonamiento “simplista”, sostuvo otro abogado especialista de la prensa, Christophe Bigot, señalando que el humorista es sancionado porque agrede “a personas cuando la emprende contra los judíos en tanto que comunidad”. Desde los atentados, se abrieron en Francia 54 causas judiciales por “apología del terrorismo” y se pronunciaron varias condenas a prisión. “Estamos en tiempo de guerra. En toda la historia, incluso en las democracias, los tiempos de guerra justifican las medidas excepcionales”, dice Ader.

 


Son los jueces los que dirimen entre libertad de criticar, lucha contra el extremismo o respeto a las convicciones religiosas. Los humoristas gozan de un “derecho al humor” examinado “caso por caso”, señala Ader. Las mismas palabras “serán sancionables en un caso y no en otro”, en función del contexto. También el Tribunal Europeo de Derechos Humanos consideró varias veces que ciertas frases controvertidas  estaban autorizadas en el marco de un debate público. El Tribunal de Casación, la más alta instancia judicial francesa, anuló en 2006 una condena pronunciada contra el sociólogo Edgar Morin, que había sido acusado de difamación racial por consideraciones sobre la política israelí en los territorios palestinos.

 


Hoy esa libertad está sometida a una de sus mayores pruebas y los resultados prefigurarán los límites y el marco legal de ahora en más. La estructura se resquebraja ante los embates de la coyuntura. Es un tiempo nuevo. ¿Es un mundo nuevo?

 


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