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Los amigos del chico asesinado dijeron que no tenía enemigos

Por redacción
| 01 de febrero de 2015
Dos de los cuatro amigos contó cómo descubrieron los cadáveres del anciano y su nieto en la casa de la calle Italia 1767.

Para los amigos de Carlos Moreno la muerte del chico de 17 años y su abuelo de 81, Eduardo Domingo, los llenan de preguntas que aún no logran responder. Sobre todo por el hecho de que el joven era muy querido, nunca se metía en problemas con nadie y, según sabían, no tenía ningún enemigo. 
Los cuatro chicos contaron eso el miércoles ante el juez de Instrucción Penal Nº 2, Leandro Estrada, en la primera ronda de audiencias por la investigación del doble crimen ocurrido en el barrio Rafael Origone de Villa Mercedes. Ese día, además de los adolescentes, declararon Sergio del Valle Moreno, el hijo y tío de las víctimas, Silvana, la novia del hermano de Carlos, y la mamá de ella, refirió Miguel Agundez, el abogado de Sergio. 
La primera en declarar fue Silvana, la pareja desde hace tres años y medio de Marcos. Comenzó a la mañana. Muchas de las preguntas estuvieron orientadas hacia su novio y cómo era la relación de él con su hermano, su abuelo y su tío. Según dio a entender la joven de 20 años, Marcos y Carlos “se llevaban bárbaro”. Al menos, hasta donde ella sabía, no existía entre los Moreno problemas que los condujera a llevarse mal.
Lo mismo aseguró la madre de Silvana. Dijo que aunque no eran una familia muy unida "Marcos a ella nunca le contó que tuviera problemas graves con su hermano. Que jamás se quejó de nada ni le habló mal de él. Aparentemente, tenían una relación normal", detalló la fuente. 
El único comentario poco positivo que su yerno de 22 años le había hecho alguna vez sobre su familia, fue respecto a su tío: Sergio. A entender del muchacho de 22 años, el hombre se había entrometido en más de una ocasión en la vida de ellos y no los dejaba hacer lo que querían. “Pero no era nada grave, sólo que entre los sobrinos y el tío no congeniaban en algunas cosas”, comentó Agundez. 
La ronda de testimoniales continuó la tarde del miércoles, a partir de las 16, con Sergio. El hombre de 55 años, militar retirado, en su relato subrayó que, a diferencia de lo que planteó el abogado de Marcos, nunca existió por su parte un interés por el dinero de sus sobrinos que administraba su abuelo. 
Relató que en más de una ocasión quiso adoptar a los jóvenes, pero no pudo porque Eduardo se opuso. Eso fue hace cuatro años, tras la muerte de la abuela, cuando notó que en la casa del anciano todo, de alguna manera, empezó a desmoronarse. “A partir de ahí hubo no un distanciamiento, pero es como que mi cliente no quiso, por una cuestión de ubicación, meterse en problemas y dejó que su papá, el abuelo de los chicos, manejara todo”, detalló. 
El militar afirmó que jamás tuvo un inconveniente con sus sobrinos. Al contrario. “Hablaba más con Carlos que con Marcos. Una vez recomendó a su papá que le alquilara un departamento al pibe. Y una vez les puso una empleada doméstica para que le limpiaran la casa, pero a los pocos días la corrieron. No querían nada, eran muy cerrados”, señaló el letrado. 

 


"Los vag"
Ése, hasta el momento, único día de audiencias terminó con los testimonios de los amigos del muchacho asesinado. Dos de ellos fueron los que hallaron los cadáveres tendidos, uno boca arriba y otro boca abajo, a no más de un metro de distancia uno de otro, en el suelo del living de su casa de Italia 1767, el domingo 11. 
Los adolescentes narraron que esa tarde, pasadas las 14, por tercer día consecutivo, fueron a buscar a Carlos. Estaban extrañados. Es que unos días antes uno de ellos había cumplido años y “El Gordo”, como le decían a Moreno, no había ido a la fiesta. “Lo fueron a ver. Golpearon la puerta y le gritaban desde afuera, pero nadie los atendía. Como vieron las luces prendidas, les pareció raro, entonces se fueron al patio de atrás. Ahí fue cuando sintieron un olor nauseabundo. Entonces, se metieron al patio trepando la medianera que estaba al costado de otra casa. Rompieron la puerta, de la cocina, y entraron”, reprodujo Agundez, según declararon los menores. En el domicilio, todavía estaba encendido el aire acondicionado. 
Después de toparse con ese cuadro, los chicos salieron llorando. En la vereda les avisaron a unos vecinos y ellos, a su vez, llamaron a la Policía. 
Además de narrar cómo fue toparse con ese cuadro, los jóvenes contaron cómo era el grupo de amigos que tenían con Carlos. Se conocían de distintas partes, de la escuela, de jugar al fútbol, del barrio. Hacían fiestas en la que, no tuvieron problema en admitir, que consumían de todo, desde alcohol hasta éxtasis y LSD. Se hacían llamar a sí mismos “Los vag”, una forma abreviada de decir “Los vagos”. 

 


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