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Rosendo Hernández, a 100 años de su nacimiento

Por redacción
| 05 de abril de 2015

Se cumplieron 100 años del natalicio del más grande automovilista que diera la Provincia de San Luis en toda su rica historia: Rosendo Hernández.

 

Nació en Ojo del Río paraje del Departamento Junín y cercano a Santa Rosa de la Provincia de San Luis. Fue el más grande piloto del automovilismo provincial. Campeón argentino en 1952, su estandarte nunca cayó. Hoy un autódromo y una avenida llevan su nombre en claro homenaje a un grande. El recuerdo de familiares y las anécdotas.


Compitió con los mejores, ganó y perdió batallas memorables en los grandes premios de aquella época. Ídolo indiscutido del TC criollo. Con poco fue mucho y dejó grabado el nombre de San Luis en lo mejor de la difícil categoría. Nació un 2 de abril de 1915 en Ojo del Río, pequeño paraje rural del Departamento Junín protegido por el Comechingones que majestuoso custodia el Valle del Conlara de punta a punta.

 


Hijo de don Rosendo Hernández y de doña Ana López Gálvez, nacidos en Armería, España, matrimonio que tenía cuatro hijas, Ana, nacida en España, María Carmen Delia y Rosa a quien le decían "Chichi". La familia Hernández vivió allí un par de años hasta que decidieron emigrar para instalarse en Chancaní, cerca de Villa Dolores, Córdoba. Allí vivieron hasta 1931 y después emigraron a San Luis. Fueron inquilinos de una casa ubicada en Colón entre Belgrano y Ayacucho frente al hotel El Cárdenas.

 


Don Hernández adquirió una propiedad en Belgrano al 800 y fundó una empresa de transporte: El Rápido, que unía San Luis con Villa Dolores en medio de polvorientos caminos de tierra.

 


Hoy sus sobrinos, Julián Modesto Abrahin y Rolando "Toto" Páez Hernández, recuerdan que su tío   era de carácter extrovertido y locuaz, proclive a reírse con facilidad y que le gustaban los chistes. Rosendo de muy joven tomó las riendas de la empresa y sus pasajeros tenían predilección por usar esos servicios aprovechando su trato y bondad.

 


Cuentan que era tal su generosidad que si alguien no tenía para comprar su boleto, Rosendito, igual los llevaba con la sola promesa “después se lo pago”, en otras llevaba pasajeros con grandes bultos lo que muchas veces le valía la reprimenda de su progenitor. Vivieron unos años en 9 de Julio 840  y después 9 de Julio 404 (esquina Ituzaingó) donde vivieron y donde contrajeron matrimonios los hijos de Hernández y López Gálvez. Rosendo se casó con Elena Pagano de cuyo matrimonio nacieron Lilian, Elena y Ana Cristina y se fue a vivir a Pringles entre Mitre y Caseros, su taller estaba en San Martín entre Belgrano y Pringles.

 


Su habilidad para los negocios lo llevo rápidamente a ser concesionario de Industrias Aeronáuticas Mecánicas del Estado, IAME, representante de las motos Pumas y los famosos Rastrojeros, utilitarios muy conocidos y exitosos para la época y de una estación de servicios de YPF que estaba ubicada en lo que hoy es el Correo Central -Illia y San Martín- y representante de los autos Graciela (Institec). También adquirió un campo: La Pasión" en la zona de La Chañarienta.

 


Pero a los pocos años, su economía sufriría un deterioro muy grande. Su conocida simpatía por el peronismo, -era amigo del general Juan Domingo Perón-, fue un duro castigo para él y su familia, la denominada Revolución Libertadora, le embargó todos sus bienes dejándolo en la peor de las miserias y humilde como era, volvió a su antiguo trabajo de mecánico, instalando un taller en Caseros pasando Junín, haciendo de esto su medio de vida.

 


Su locuacidad, su manera de vivir y su generosidad, lo llevaron a tener cientos de amigos, amigos que cuando debió ser operado de la vista, no lo dejaron solo. Junto a las autoridades del Automóvil Club San Luis, solventaron una costosa operación. Rosendo se había unido a Julia Olga Gil  con quien tuvo  dos hijos: Javier Patricio y Rosendo Segundo.

 

 


La historia del automovilismo provincial lo recuerda como dueño de un alma generosa que no supo ni quiso especular, lo dio todo por su pasión por los fierros, amigo del lirismo, ingenuo, fue maltratado por la vida y la prepotencia de los usurpadores del poder que lo despojaron de sus bienes materiales. Sin embargo, hubo algo que no le pudieron quitar: sus amigos y la gloria deportiva que ya no se puede borrar.

 


En su actividad deportiva, Rosendo Hernández tuvo su momento más glorioso cuando se quedó con el Gran Premio de 1952. Con un auto que había sido adquirido mediante una comisión de vecinos y del aporte del Gobierno de San Luis en la personas del titular del Ejecutivo, Víctor Endeiza.

 


En esa carrera fue segundo Juan Gálvez, el ídolo de multitudes, durante años y aún hoy, se recuerda en los talleres mecánicos fue sin dudas su triunfo más importante en su carrera, con escaso poder adquisitivo, le ganó a los mejores poniendo todo lo que había que poner.

 


Pero también es bueno recordar que su debut fue en el Gran Premio Argentino de TC de 1938 que se disputó del 18 al 30 de octubre, con un Ford llegó al final de las 10 etapas sobre un total de 7.389 kilómetros, en el puesto 18, hubo 120 participantes.

 


Un año después, con nuevas expectativas se volvió a presentar llevando como copiloto a Atilio Silvestro, logrando sus primeros halagos y el primer éxito parcial. Su currículum demuestra que habiendo disputado unas 30 carreras, él elegía, según su propia filosofía, las más bravas para correr.

 


Así en etapas de los más difíciles eventos siempre entre los mejeores. El 29 de octubre de 1939 en la etapa Córdoba-Santiago del Estero, con un Ford. El 7 de octubre de 1940 en la etapa Arequipa-La Paz, también con Ford acompañado por Egidio Parnisari lo vieron triunfador

 

 


Rosendo Hernández, se clasificó segundo en siete oportunidades (entre ellas las Mil Millas de 1940 cuando compite escudado en el pseudónimo "Ratita" acompañado por Luis Egidio Parnisari) y es tercero en seis etapas.

 


El 5 de noviembre de 1939 en el Gran Premio Extraordinario se ubicó detrás de Oscar Gálvez y Daniel Musso. El 12 de octubre 1940 en el Gran Premio Internacional del Norte llegó detrás de Juan Manuel Fangio y de Musso. El 11 de diciembre 1948 en el Gran Premio América del Sud fue segundo en el tramo Lima-Buenos Aires detrás de Oscar Gálvez. El 20 de febrero de 1949 en la Vuelta de Santa Fe escoltó a Juan Gálvez y en tres ocasiones arribó al final en la tercera colocación. El 8 de mayo de 1949 en la Vuelta de La Pampa fue tercero detrás de Juan Gálvez y Ricardo Risatti.

 


Dice su sobrino Julián: “Por entonces dividía su tiempo entre sus tareas laborales y la familia, pero surgió una nueva convocatoria, en vísperas del Gran Premio Argentino de TC denominado de “La Lealtad” en homenaje a la reciente fallecida María Eva Duarte de Perón que se disputaría en tres etapas entre el 16 y el 23 de noviembre de 1952. Buenos Aires-Mendoza, 1.749 kilómetros. Mendoza-Catamarca, 857 kilómetros y Catamarca-Buenos Aires 1.501 kilómetros, esta vez no se trataba de ninguna cupé, sino simplemente de un, en apariencia, inocente Ford Sedan de dos puertas que hasta radio tenía.

 


Su sobrino Toto dice: "Mi tío se percató de la potencia que el auto tenía en sus entrañas y realizó con él la actuación más relevante de su carrera deportiva, ya que en la primera etapa arribó segundo. En la segunda, un pequeño sobresalto lo obligó a tomar precauciones y fue quinto, quedando tercero en la general a 2'48" del por entonces casi imbatible Juan Gálvez que precedía por 2'07" a Raimundo Caparrós".

 


"Aquella última etapa de 1.501 kilómetros entre Catamarca y el Autódromo de la Ciudad de Buenos Aires, tendría ribetes de epopeya". Agregan que "con la importancia que tenían por entonces las informaciones radiales venía escuchando y controlando, sabedor de que en Laboulaye pasaba a comandar la general por segundos, mantuvo su tren de carrera llegó al éxito sobre Juan Gálvez por apenas 31" 2/5 después de 4.107 kilómetros".

 


"Casi medio siglo después, en San Luis se recuerdan las fiestas populares que se vivieron con el arribo triunfal junto a su acompañante Rubén “Pichilo” Vega. Una multitud lo acompañó vitoreándolo por varios kilómetros, su arribo a la Casa de Gobierno donde al gobernador en persona le hizo llegar sus felicitaciones en nombre de todos los puntanos".

 


Todo San Luis festejó el acontecimiento, Rosendo y su equipo fue homenajeado en la estancia 'Los Ranqueles". Hernández, que en las inscripciones de su auto expresaba sus convicciones y sus sentimientos (“Perón cumple–Evita dignifica” y “Visite las Serranías Puntanas”), pobre, casi ciego y sin sus días gloriosos, se fue rumbo a la eternidad el 12 de julio de 1980. "Al único que no pudo vencer fue al Pucho", dicen sus sobrinos.

 


Hoy, al ingresar a la ciudad de San Luis por ruta 20, hay un monolito que recuerda sus hazañas; un tramo de esa ruta lleva su nombre y el autódromo de la capital puntana fue rebautizado como, “Rosendo Hernández”. Se cumplieron 100 años de su nacimiento, una fecha más que importante para el denominado “Padre del Automovilismo Sanluiseño”.

 

 


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