SAN LUIS - Jueves 02 de Mayo de 2024

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Don Enrique, el hacedor de cuchillos más famoso

Por redacción
| 16 de septiembre de 2015
Sinceridad plena. "Vinimos a San Luis, en Mendoza dejamos parte de nuestras vidas, no podíamos más", dice Enrique.

Enrique Antonio Erbetta tiene 76 años y vive en El Volcán, es un hombre de varios oficios, pero su pasión es fabricar cuchillos artesanales. Vive tranquilo en una casa estructural que él mismo construyó junto a su esposa, Mercedes Natividad Contreras, (73) una riojana que lo acompaña en la vida de hace más de 50 años.

 


Don Enrique llegó a San Luis en 1991 porque no quería vivir más en Colonia Segovia, Guaymallén, Mendoza. “La vida me castigó duro, perdimos a un hijo de veinte años, no sé si por negligencia familiar o por accidente", aclara sobre una herida que no cicatriza.

 


“No quería vivir más en esa casa, me hacía muy mal, quería alejarme lo más lejos posible, dejé de trabajar en una  fábrica de máquinas para bodegas, cerré mi taller de soldadura y herrería y hasta un Rambler Rural, dejé ahí ocho años”, dice con nostalgia.

 


“Así fue que leyendo un diario, me enteré que querían vender unos terrenos en Potrero de los Funes y los vine a ver, no me gustaron, era un desierto. Mire lo que es hoy”, se lamenta.

 


“Pero bueno así son las cosas ‑continúa‑. Compré El Diario de la República y vi que vendían unos en El Volcán, me acompañó mi sobrino Esteban Ojeda que vive en el barrio La Escondida de Juana Koslay, tampoco me gustó, quería algo más visible a la gente porque allí pondría mi taller. En eso apareció una vecina y me dijo que conocía a una señora a la que le decían ‘La  Turca’ (Daed de Gettar) y que tenía terrenos a la venta, así que fui a verla y me vendió éste, en 5 mil dólares. El problema era que no podía pagarlo al contado por tema del 'corralito', le entregué dos mil, hicimos un boleto de compra-venta y me dijo que podía comenzar a construir, resultó ser una señora maravillosa. Viajé a Mendoza y al otro día estuvimos en San Luis ocupando este terreno que tiene mil doscientos metros cuadrados”.

 


“La fuimos construyendo de a poco, le había comprado las estructuras a Pescarmona de cuando trabajaba con ellos, es una casa muy linda y sobre todo acogedora”, expresa y agrega: “Así empezó todo en San Luis”.

 


Don Enrique dice que nació en Mendoza y que sus padres lo mandaron a estudiar a la Base Naval Río Santiago, en Berisso, provincia de Buenos Aires. Allí hizo hasta tercer año, después se fue a La Pampa donde trabajó de camionero para la empresa Brignetti, incluso conserva un carnet profesional que es una reliquia de los años '60. Volvió a Buenos Aires tiempo después para radicarse en la calle Paraná casi avenida Corrientes. Era ajustador de banco, tarea que le da la terminación final a una pieza de metal.

 


“Conocí a quien hoy es mi señora en 1963 en Buenos Aires y un año después, nos casamos”, señala con un guiño de picardía.Sus comienzos como ‘cuchillero’ fueron cuando trabajaba en una empresa del ferrocarril. "Una vez que aprendí, comencé a regalar a mis compañeros hasta que un día me dije, ¿por qué no fabricarlos para la venta? Así empecé con este oficio", saca pecho.

 


A los cuchillos los ha vendido generalmente en exposiciones o a clientes que vienen atraídos por lo novedoso. "Hoy llevo un tiempo prolongado sin trabajar, es mucho sacrificio y los años van marcando el reloj del tiempo, no hago más de hierro forjado, los fabrico de cobalto”, detalla. Para colmo hace un tiempo viajó con su señora a Mendoza y le robaron la fragua. "Me prestaron una, pero la devolví por temor a que me la roben”, manifiesta con sabiduría.

 


Según don Enrique, un cuchillo artesanal le lleva más de veinte días de trabajo. "Es una ardua labor. Hay que tener en cuenta que la hoja de elástico tiene un espesor de doce a quince centímetros y hay que reducirlo a unos cuatro milímetros sin destemplarlo. ¿Cómo se hace?, a garrotazos limpio”,  revela entre risas su receta.

 


“El verdadero proceso de hacer un cuchillo comienza con un dibujo de lo que quiere hacer, se trabaja la planchuela, se calienta con un soplete o con una fragua y se corta con un cortafierro. Con una amoladora con esmeril de columna o manual se va llevando al formato dibujado previamente”, precisa sobre la técnica.

 


Cuenta que el final es el pulido, primero se hace con piedra, y hay que templarlo. El proceso continúa con bandas abrasivas, tela esmeril en poleas de goma y rebajas con lija gruesa para ir afinándolo hasta que se llega a un punto que no tiene más rayas. Se le da despacio para no quemarlo y destemplarlo, si la hoja se pone "violeta" hay que empezar de nuevo, se lleva la pieza al límite, se toma con paños de trapo, uno de ellos duro como madera, y con pasta de pulir gruesa y posteriormente más liviana hasta que queda brilloso. “Los mangos se hacen antes de templar, se ve cómo trabaja la pieza, son tan duros que muchas veces se rompen solo porque están mal templados. El cabo se hace al final y por último la vaina”, aclara.

 


Don Enrique y doña Mechita están esperando la llegada de su hijo Eduardo Antonio (51)  y su nieto Maximiliano (26) que vienen de Mendoza a pasar unos días. Recuerda que una vez los visitó una pareja que venía acompañada de un señor muy intrigado en conocer sus cuchillos".

 


"Después de mirar y observar las estanterías que estaban en exposición, pidieron  que le hiciera uno a su gusto, una pieza media rara pero él estaba muy contento con lo que le había hecho. "Es espectacular, es perfecto, nunca había tenido uno así”, le agradecieron. "Ése era mi orgullo que el cuchillo fuera bueno, el cabo es una pieza secundaria que se soluciona fácil”, admite.

 


También señala que entre sus clientes hay politicos, artistas, músicos, cantantes, integrantes de la farándula y que el conductor Antonio Carrizo, que siempre que venía a San Luis, pasaba por mi casa antes de ir al hotel y se llevaba varios cuchillos.

 


"Mi casa (ubicada en Domingo Lucero 172 de El Volcán, pasando el balneario de La Hoya unos 500 metros) es mi fábrica, en ella trabajo y vivo, mucha gente viene a ver lo que expongo y a veces a comprar lo que fabrico cuyos precios van de los 500 a los 1.200 pesos, salvo aquéllos que son de cobalto, un material que pocos cuchilleros usan en el país y que tienen un valor de más de 1.500 pesos", sostiene.

 


En relación a la materia prima para hacer estos trabajos, don Enrique dice: “La consigo en un aserradero de piedra lajas que está en Juana Koslay, es muy buen acero y los dueños me la regalan".

 


"Además tengo más de 500 lamas (hojas para cortar mármol ónix) de cuando era capataz de Marmoltex, una empresa que se dedicaba a hacer cortes de mármol ónix, cuyas maquinarias las hice yo. El dueño tenía los planos y me puse manos a la obra, pero la empresa se vino abajo y quebró. Me quedaron debiendo como catorce mil dólares, estaba en negro y antes de hacer una macana, agarré mis cosas y me vine. Él era muy joven y yo no daría un paso atrás, quería liquidarlo”, comentó y añadió que “en Tilisarao hay otro aserradero”.

 


“En las vitrinas había más de 150 cuchillos, quedan unos pocos. Pienso que antes que llegue la temporada de verano tendré un buen stock, pero los años se hacen sentir, parece que no pero se siente mucho frío. Espero que tengamos gas en poco tiempo, trato que la vitrina siempre esté completa. Aparte no hago más cuchillos baratos, trabajo con cobalto, es el mismo trabajo, el mismo tiempo y la ganancia es poca”, dice el conocedor de los negocios.

 


Enrique Antonio Erbetta ha pasado su vida trabajando en su taller de soldadura y su pequeña fábrica de cuchillos. Una desgracia golpeó su puerta pero su fe, convencimiento y el apoyo incondicional de su esposa, lo fueron empujando para que se convirtiera en un verdadero hacedor de cuchillos, tal vez el único artesanal.

 



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