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El valor agregado de hacer las cosas bien

Por redacción
| 06 de noviembre de 2016

La Ley de Valor Agregado se diseminó por los nueve departamentos provinciales. Hay pequeños productores de todos los rincones que decidieron invertir cierta cantidad de dinero en maquinaria o infraestructura, y recibieron luego el correspondiente reintegro de parte del Estado, que siempre está atento a fomentar el crecimiento agroindustrial. Pero llama la atención la gran cantidad de emprendedores que tiene el Departamento Junín, con la Villa de Merlo a la cabeza.

 

El reintegro máximo a las inversiones que hace el Gobierno es del 80%, sobre montos de hasta $107.500. Cuando se supera esa cifra, el porcentaje desciende a 60 o 40%.


Quizá se deba a que el flujo turístico es superior al de otras regiones y eso garantiza un rápido recupero de las inversiones, o porque muchos de ellos vienen de otras provincias donde no se sintieron respaldados por los gobiernos para salir adelante con una empresita familiar y ahora, ante estas posibilidades tan concretas que otorga San Luis, no quieren dejar pasar el tren. Lo cierto es que en el faldeo de los Comechingones hubo mucha aceptación de la norma que premia el valor agregado en origen y la revista El Campo decidió viajar hacia esa zona para conocer cuatro de las tantas historias que se fueron edificando con esta ayuda, que no se trata de un subsidio, sino de un reintegro, ya que primero los productores deben poner el dinero de su bolsillo para comprar lo que necesitan y luego el Estado devuelve una parte, de acuerdo al monto invertido.

 


Actualizados a 2016, ya que la inflación siempre juega su parte en estas latitudes, los beneficiarios reciben un 80% de lo que pusieron, siempre en efectivo, cuando su inversión llega a los 107.500 pesos. Superando ese monto y hasta los $215.000, el gobierno de San Luis les devuelve un 60%, mientras que si el monto comprometido llega hasta los 430 mil pesos, el reintegro será del 40%. La ley fue promulgada en 2013 y ya ganó confiabilidad con el correr de los años, por lo que algunos productores llevan tres beneficios consecutivos, porque saben que el dinero siempre vuelve.

 


Un productor polifuncional

 


Es el caso de Daniel Miglioranza, a quien todos en Merlo conocen como el “Gringo”, nombre que por supuesto también lleva su establecimiento ubicado en el Parque Industrial de la villa turística. Él es un experto en la Ley de Valor Agregado, la conoce más que cualquier leguleyo de la región porque ya se benefició tres veces con ella.

 


“La primera vez compré un autoclave para esterilizar las producciones y una cocina industrial, que fue de gran utilidad para mejorar en cantidad y calidad la producción de dulces caseros. El año pasado, como la cosecha de vinos venía bien, aposté por tachos de acero para conservarlos, una descobajadora y una prensa. Y este año ya encargué a una metalúrgica de San Juan una paila de 200 litros, con mezcladora, pulmón para leche y enfriador, porque está teniendo mucha salida el dulce de leche”, describe Miglioranza, quien remarca que nada viene ‘de arriba’, pero que son ayudas imprescindibles para quienes no tienen una gran empresa.

 


“A la plata hay que ponerla de entrada, en este caso la paila completa me cuesta $102.800, pero que después el Gobierno te devuelva el 80% es lo que te da aire para pensar en la próxima inversión. A los que no se metieron les digo que lo hagan, que el dinero regresa, que acá no hay letra chica ni sorpresas”, dice el Gringo, quien se entusiasma con lo que será su chiche nuevo. “Todavía está en San Juan, es una empresa que se llama Giménez, siempre trabajé con ellos desde que pude invertir en valor agregado. El dueño siempre me inspiró confianza. Un día me visitó en el puesto que tengo en la feria de artesanos, me contó la maquinaria que hacía y yo le terminé dando cinco mil pesos para los primeros tachos sin saber qué iba a pasar, pero nunca me falló. A partir de aquella venta hizo clientes por toda la provincia gracias a esta ley, porque trabaja bien y cumple. Incluso la fábrica de dulces de Luján que había puesto el Gobierno tenía toda maquinaria hecha en San Juan”, cuenta este hombre nacido en Rojas, provincia de Buenos Aires, quien tiene mucho carisma y no pasa un minuto sin saludar a alguien.

 


Secretos de la miel

 


También de Rojas es Iván Severini, aunque en su caso podría considerarse que es todo un puntano ya que llegó por primera vez a Merlo cuando tenía 6 meses porque su abuelo nació en estas tierras. Ingeniero agrónomo, este productor decidió volcar todo lo que aprendió en la Universidad Nacional de Córdoba en la fabricación de una miel que, al menos es su aspiración y lo va logrando, superé los estándares de calidad acostumbrados en el ambiente.

 


“Un poco es porque la hacemos con mucho amor y cuidados, y otro poco porque la zona de Merlo es ideal para fabricar miel de primera, por su clima, por su vegetación y porque las abejas encuentran un hábitat ideal”, asegura Severini, quien divide su trabajo entre una sala de extracción que tiene sobre la ruta 5, camino a Santa Rosa del Conlara, y la casa paterna, donde finaliza el proceso de producción y envasado.

 


Su experiencia con la Ley de Valor Agregado data de 2014, aunque no descarta hacer un nuevo pedido. “Compré una bomba elevadora por 33 mil pesos, por lo que recibí el reintegro del 80%. La diferencia es abismal con el proceso anterior, ahora paso la miel al tambor en cinco minutos. Y no sólo eso, tenía una bomba de fundición de hierro para trasvasar la miel que no era todo lo higiénico que yo pretendía y tampoco era estética, ésta es mucho mejor”, reconoce el productor.

 


Severini es un fanático de las Buenas Prácticas Agrícolas (BPA), cree que son indispensables para elevar la producción sin dañar el ambiente ni la salud de la población. Por eso anota con detalles todos los pasos de la fabricación, incluso cuando hace aplicaciones para combatir la varroa, que es la enfermedad más común que afecta a las abejas. Y también tiene el sistema Hazard, que es un seguimiento de calidad que es válido para la miel orgánica, aunque en ese caso se agregan inspecciones de certificación. “Sería ideal llegar a fabricar con sello orgánico, pero todavía estamos un poco lejos”, dice.

 


Fiambres con aroma a familia

 


Los Valoris es un establecimiento que faena cerdos y hace chacinados que son conocidos en todo el Valle del Conlara por su calidad. Además, Delia Murúa, su propietaria, es una mujer que no se pierde ninguna charla de capacitación e incluso abre las puertas de su campito, ubicado en el kilómetro 16 de la ruta 1, para todo tipo de charla o cualquier control que quiera hacer el Ministerio de Medio Ambiente, Campo y Producción. Allí no hay nada que ocultar.

 


Por supuesto, Delia (62 años) es otra de las beneficiarias de la Ley de Valor Agregado. En su caso, el año pasado compró una envasadora al vacío y una embutidora para darle aún más calidad a su producción de fiambres. Invirtió poco más de 43 mil pesos y recibió un reintegro de $34.464, el 80% de lo que desembolsó por la maquinaria.

 


Este año ya tiene en trámite un segundo beneficio, esta vez por una mezcladora, una máquina que le ahorrará tiempo y le brindará calidad y que cuesta cerca de 40 mil pesos. “Teníamos una muy chica, con ésta avanzaríamos en la producción, porque ponés la carne con los condimentos y se mezcla todo solo. Antes lo hacíamos a mano y quedaban desparejos los fiambres, más salados de un lado que del otro”, describe la dueña de una fábrica bien familiar.

 


“Llegamos de San Nicolás hace 22 años, pero comenzamos con el negocio hace 14. Mi marido Ernesto era un italiano que sabía fabricar fiambres, cuando murió seguimos nosotros adelante. Gracias a la fábrica de chacinados mis tres hijos varones pudieron estudiar: el más grande es profesor de Matemáticas, el del medio de Educación Física y el más chico está por recibirse de ingeniero agrónomo”, cuenta Delia con orgullo.

 


En Los Valoris la mercadería es ciento por ciento artesanal. “Acá no usamos fécula, ni harinas, un celíaco puede comer estos salamines. Algunos me dicen que podría aumentar la producción, pero perdería una de las cualidades, que es el sabor casero. No me quiero agrandar más porque la mercadería se seca y merma el peso, habría que rellenarla con productos que no son naturales”, agrega.

 


El problema que afronta es la falta de un laboratorio que haga análisis de triquinosis en la zona. Por eso no cría cerdos, sino que le compra piernas y bondiolas a un frigorífico de Juan Llerena. “Ellos tienen certificación de libres de triquinosis. Yo debería ir a San Martín a analizar la carne y es un costo enorme, deberíamos tener un centro de control en Merlo. Ojalá el Ministerio del Campo pueda hacer algo pronto”.

 


Infraestructura de altura

 


En Viñas Puntanas, una bodega que viene creciendo con pasos firmes en Santa Rosa del Conlara, decidieron invertir en infraestructura con los beneficios de la Ley de Valor Agregado. Con los parrales afirmados luego de 11 años de duro trabajo y una maquinaria acorde a lo que requiere su escala de producción, la familia Quiroga pidió acogerse al plan para construir una pasarela de acero inoxidable que los ayude a trabajar mejor entre las moles donde guardan el vino antes de su fraccionamiento.

 


“Nos costó más de 100 mil pesos y ya cobramos el reintegro del 80%. Es una construcción muy necesaria porque antes los empleados debían subirse a unas escaleras de madera para medir los niveles, abrir las tapas y regular el proceso. Era un peligro, porque una caída desde esa altura sería fatal. Los muchachos saltaban de tanque en tanque. En cambio ahora se camina como en un paseo, porque la pusimos a la misma altura de las bocas”, explica Milagros Quiroga, quien desde hace un año se puso la bodega al hombro junto con su marido Diego. Dejaron las comodidades de Buenos Aires para meterle cuerpo y alma a la producción de vino en San Luis.

 


“Significó un cambio de vida, pero también una gran responsabilidad. La bodega había caído en un bache y la estamos levantando con mucho trabajo. Esperamos una buena producción 2015 y una mejor vendimia 2016, porque el clima ayuda y este lugar es hermoso”, agrega Milagros y no hay forma de no darle la razón. Desde la planicie donde está la bodega, sobre la ruta 5, pasando el pueblo y ya camino al Bajo de Véliz, se observan los imponentes picos de los Comechingones y el crecimiento de Merlo hacia el faldeo.

 


“San Luis tiene estos planes que son maravillosos. Mientras en otros lados  te ponen impuestos por todo, acá te reintegran parte de las inversiones dentro de un proceso transparente. Es un respaldo que cualquier productor, de escala chica, mediana o grande, siempre quisiera tener”, cierran los bodegueros, quienes ya están pensando cuál va a ser la próxima decisión comercial. Lo hacen tranquilos, porque saben que San Luis siempre estará detrás de sus inquietudes.

 


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