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Reclaman medidas para frenar los casos de bullying

Por redacción
| 10 de abril de 2016
Según los profesionales, el bullying siempre es en la escuela, un ámbito profundamente ligado a la vida cotidiana del niño.

Nos llamaban de la escuela para decirnos que él no se integraba, que tenía problemas y que había que llevarlo al psicólogo. Nosotros a su vez respondíamos  lo que él nos decía : ‘Que lo molestaban’. Cuando estaba finalizando el último año de la primaria, accedimos y lo mandamos a terapia. A los seis meses la psicóloga nos llamó. Nos dijo que él no tenía ningún ‘problema’. Con mucho dolor, nos enteramos en ese momento que nuestro hijo llevaba tres años siendo víctima de bullying. Sus compañeros lo acosaban por ser vegetariano. A esa altura, ya cursaba los primeros meses del secundario, en un curso donde también estaban sus hostigadores”, contó emocionado y con algo de enojo en la voz, Manuel Martí, que tras el episodio creó la página de Facebook Bullying Cero Merlo. Aseguró que ha recibido varios mensajes de otros padres, cuyos hijos viven las mismas situaciones en establecimientos de la provincia. No saben qué hacer, ni cómo ayudar a sus niños, sienten que la escuela los abandonó y no quieren denunciar los hechos.  La mayoría opta por cambiarlos de institución. Una decisión que él también tuvo que tomar y que lo empujó a demandar a dos colegios.

 


Según la Unesco, en Argentina, cuatro de cada diez estudiantes admite haber padecido acoso escolar. Amenazas, persecución, burlas y golpes son algunos de los dardos  que apuntan a un solo blanco: otro niño o niña, al que consideran, por algún motivo, débil o diferente. Y  que por un largo tiempo, recibe los proyectiles de forma silenciosa, hasta que más tarde que temprano alguien lo detecta. La situación, explicaron varios profesionales a El Diario de la República, se da siempre en la escuela y ante la mirada de otros compañeros. ¿Qué lleva a un chico a planear acciones de odio contra otro? ¿Por qué los demás lo apoyan o callan? ¿Cuáles son las repercusiones en la psiquis de víctimas y victimarios? ¿Por qué los adultos son siempre los últimos en enterarse? ¿Cómo actúan docentes y directivos? 

 


“Es muy importante saber la diferencia entre bullying y violencia escolar. No todo es acoso. El bullying es una conducta donde hay organización, intencionalidad y premeditación. La idea es someter al otro de forma reiterada y a lo largo del tiempo. Un  ‘vamos a buscarlo al patio’, ‘pongámosle un sobrenombre’, ‘esperémoslo a la salida’. Maltrato psicológico. La violencia entre alumnos, en cambio, se materializa a través de eventos aislados. Un chico empuja a otro y hay respuesta de por medio. No es pensado y no hay un objetivo”, explicó la psicóloga y mediadora del Superior Tribunal de Justicia, Marcela Montenegro. Entre ambas conductas, agregó, hay un desequilibrio. Mientras que en el acoso el 'poder' de uno prima sobre el otro; en la violencia el poder es de ambos. 

 


Un resumen de todo lo que define bullying, lo padecía el hijo de Manuel en la Escuela "San Francisco de Asís" de Merlo. Lo cargaban, contó su padre, con motes terribles por su elección alimenticia, que no es otra que la que sigue toda la familia.  De los insultos pasaron a no hablarle y luego a excluirlo de juegos y de cualquier actividad dentro y fuera del aula. Finalmente, hizo su aparición el cyberbullying, cuando sus compañeros crearon una página de Facebook. Allí, todo el que lo quisiera podía hacer sus descargos de odio contra el niño. 

 


“Comúnmente, un chico agrede  a otro porque tiene la  necesidad de ejercer poder. Lo hace porque está carente de algo. Generalmente, vienen de hogares donde la violencia es común. Creen, que la única forma de obtener lo que quieren es a través del maltrato. Porque en muchos casos, son maltratados por sus padres”, apuntó Montenegro.

 


En el escenario del bullying hay varios participantes, explayó la profesional. Está el agresivo, que además es el líder, la víctima y los espectadores, que saben todo, pero no hablan. ¿Qué lleva al maltratador a tener secuaces? Según la profesional, a muchos factores. Está el miedo a creer que si no lo siguen, serán los próximos blancos, la idealización que le tienen los niños  (generalmente el que los manda es más grande de edad o tamaño) y la manipulación que ejerce sobre ellos. 

 


La repercusión y las secuelas son inevitables. El niño que sufre bullying, apuntó la psicóloga, se vuelve más agresivo en la casa, comienza a poner pretextos para  no asistir a la escuela, como dolores de panza, somatiza. Además sus notas comienzan a bajar. En casos más extremos pueden llegar a lastimarse o a suicidarse. O tomar otras decisiones, como las represalias contra sus atacantes. Lo importante es que en  las escuelas los maestros estén atentos a esos cambios. Ver por qué pasa, generar espacios de diálogo”, sugirió Montenegro. 

 


La ausencia de la mirada docente fue crucial en el caso del hijo de Manuel. Una vez que la psicóloga hizo el diagnóstico, ambos fueron a hablar con los directivos del colegio. El representante legal de la escuela, un diácono, entrevistó a los compañeros, ( ya cursaban 1º año del Monseñor Orzali)  que reconocieron el hostigamiento y las burlas. Hubo promesas de solución y de resarcimiento, que, finalmente  nunca fueron concretadas. “La institución no hizo nada, acalló todo. No querían hablar del tema, ni tampoco escuchar las recomendaciones que la psicóloga ofrecía.  Hasta que un día ella me dijo que lo cambiara de escuela, porque todo estaba empeorando y tenía que proteger su salud psíquica”, recordó el padre. 

 


Después de tomar esa decisión pasaron muchas cosas. Manuel denunció el hecho al Inadi, que resolvió que hubo discriminación y bullying por el estilo de vida que el niño llevaba. También inició una demanda legal (contra las dos escuelas), que va a cumplir tres años y cuatro meses y en la que no hay novedad de juicio. Este caso fue la primera denuncia ante el Inadi y la Justicia de San Luis de un caso de bullying y discriminación. Además, creó a finales de 2012, “Bullying Cero Merlo”, en donde ha recibido mensajes privados de muchos padres, que padecen las mismas circunstancias. Son de varias localidades de la provincia. Dijo que responde a cada una y que su consejo es que hagan la denuncia, que hablen en la escuela, que lo visibilicen. “No se animan, piensan que van a empeorar y que sus niños lo van a pasar peor. Los mueven de escuela”. 

 


Montenegro cree que todo puede tener solución, siempre y cuando sea visto a tiempo  por los adultos, padres y docentes. 

 

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