Un programa logra que más del 70% de los pacientes deje de fumar

Dejo o no dejo de fumar? Plantearse la pregunta es el primer paso, tomar la decisión, el segundo; y comenzar el tratamiento, el tercero.  En el medio, según María José Pérez, a cargo del Programa Cesación Tabáquica de la Fundación de Acción Social (FAS), conviven la iniciativa del paciente, su voluntad, y lo que realmente quiere para su proyecto de vida. La recompensa es prometedora. La psicóloga afirmó que más del 70 por ciento de las personas que concluyen el programa de FAS, realmente dejan de fumar. Y aseguró que no depende de la edad, (el rango va de los 25 a los 80 años), sino más bien de las ganas.

“Nuestro programa funciona desde el 2009. La modalidad del tratamiento es ambulatoria y varía de paciente a paciente. No tiene que ver tanto con los años que lleva fumando, sino con el grado de dependencia que tiene y también con la motivación con la que cuenta para dejarlo", dijo y agregó: "Hay personas que llegan por sugerencia de la pareja o del médico y no están muy convencidas. Y  otras, cuya decisión ya está en la cabeza. También están los que fuman un cigarrillo por día y quieren dejarlo, y los que fuman uno o más atados. Para cada caso ,hay una perspectiva diferente de abordaje".

Según Pérez, a diferencia de otras adicciones, el tratamiento para dejar el tabaco es  más corto. Dura de dos a cuatro meses y da buenos resultados. Según estadísticas del FAS,  el 80 por ciento de las personas que van a consultar por las terapias, la comienzan, y más del 70 por ciento, la concluye y abandona el vicio de una vez por todas.

“Las adicciones no responden a una sola causa sino a varias. Por lo tanto, no hay que pensar que la solución es simple. Cada individuo establece con el cigarrillo un vínculo muy particular, tan patológico,  que termina alterando la rutina y generando una dependencia muy compleja.  Tanto en el punto de vista neuroquímico, para lo cual hay una medicación, como en el emocional. Las adicciones se instalan en vulnerabilidades. Por ejemplo, 'yo me acostumbré a fumar cuando estoy feliz, triste, ansioso'. Por eso, uno tiene que aprender a manejar los estados, sin el cigarrillo”.

Para tratar los diferentes casos, experiencias y necesidades, la fundación cuenta con un equipo interdisciplinario que incluye psicólogos, un médico clínico y uno psiquiátrico. Cuando un paciente le da el sí al programa, lo primero que hacen los profesionales es tomarle una serie de entrevistas para elaborar un diagnóstico y así determinar la estrategia terapéutica. Luego acuerdan con la persona si la terapia es individual o grupal, y si lo complementan con fármacos. En este sentido, Pérez dijo que no todos quieren tomar los medicamentos.

“No nos focalizamos tanto en los daños que provoca en la salud el seguir fumando, no demonizamos el tabaco, porque el paciente ya sabe las consecuencias. Lo que hacemos es trabajar más bien sobre la motivación que tiene y sobre el apego que estableció con esa sustancia. Así marcamos una base para evitar las recaídas, que son frecuentes, pero que también funcionan como un elemento terapéutico, porque son parte de la enfermedad. El tratamiento tiene al principio características psicoeducativas”, agregó.

Con el pasar de los años, cada vez más personas quieren y buscan abandonar el cigarrillo, y eso es, en gran parte, gracias a las campañas que lo convirtieron en una lucha mundial.

Otra modificación se dio en el rango de edades, que antes comenzaba con pacientes de 40 años en adelante y ahora arranca ya a partir de los 25. Por lo que las tabacaleras cada vez apuntan más a los adolescentes y a las mujeres, con cigarrillos de diversos colores, tamaños y gustos que, a la larga, aumentan la posibilidad de morirse por alguna enfermedad cardio o cerebrovascular.