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Volvieron las clases a campo a la Agraria

Por redacción
| 29 de mayo de 2016

Con un poco de nostalgia, los profesores de la Escuela Agraria de San Luis intentan recuperar aquellos hábitos perdidos que eran muy útiles y dinámicos para el dictado de los contenidos. Por eso en el predio ubicado sobre la Autopista de las Serranías Puntanas, camino a Balde, hicieron, a pesar de todo lo que les cuesta, una castración en terneros con la clara intención de demostrar que es posible retomar las prácticas a campo para que los chicos experimenten en el terreno los desafíos que luego tendrán como profesionales.

 

La capacitación se hace, en la mayoría de los casos, para evitar la superpoblación de toros que puedan traer problemas en el manejo del rodeo. Principalmente sirve para el engorde y posterior faena.


Rodolfo Ricco, quien es profesor de varias cátedras en la Escuela Agraria que se encuentra en las afueras de la ciudad de San Luis, dio la explicación de cuál es el momento propicio para esta tarea. “Se supone que los animales deben recibir este tratamiento entre los cinco y los seis meses de edad preferentemente. Se trata del momento evolutivo óptimo, ya que al no estar del todo desarrollado pierde menos sangre y hay menos riesgo. De más grande, el animal sufre un poco más”.

 


A medida que uno se aleja de la capital, el clima se modifica. La mañana estaba muy fría y los asistentes no parecían tan preparados para resistirla. La lluvia amenazaba con arruinar la charla a campo, pero finalmente todo transcurrió con normalidad y los profes pudieron mostrar cómo se capa un animal. La prueba se hizo con dos terneros de gran porte, lo que les demandó otras tareas distintas a las que normalmente se harían con uno de menor peso.

 


El regente, Víctor Barroso, vino al encuentro para conversar con la Revista El Campo. Mientras caminaba en dirección al ganado, para acomodarlo junto a los jóvenes y futuros productores del agro, contó sobre las medidas curriculares que la escuela tiene como prioridad y de cómo tratan con esta clase de demostraciones de motivar a los jóvenes que por uno u otro motivo no están aún convencidos de su vocación.

 


Al comenzar lo que iba a ser la castración del torito, Ricco, el profesor suplente  que estaba a cargo de la cátedra de vacunos en la escuela secundaria, contó  por qué se hacen estas prácticas en los campos. “Es muy importante realizarlas para hacer un buen manejo del ganado. La superpoblación de toros puede afectar la reproducción o bien generar peleas que causan pérdidas económicas. En cambio, cuando se le extirpan los testículos, el animal deja de producir hormonas masculinas por lo que sólo se enfoca en la alimentación. También por esa nueva conducta las tareas a las que se presta son buenas pensando en la futura producción carnicera”.

 


Al primer corte lo hicieron los profesores para poder mostrarles a los chicos la forma correcta de realizar el procedimiento quirúrgico. Para que la tarea fuera segura y posible, ataron al ternero de las patas traseras, lo que permitió tirarlo al suelo.

 


Luego lo sujetaron de las delanteras. Los alumnos fueron los encargados de  bajar y contener al animal. Una vez en el suelo, pudieron realizar la castración. Al menos tres personas cumplían la función de mantener al torito quieto, mientras uno realizaba el procedimiento, que se hace con un bisturí.

 


A la explicación la iban haciendo en la medida en que avanzaban. “Se empieza por un corte en el escroto, que es la piel que recubre el testículo. Éste sale con dos túnicas, una que se llama vaginal y la otra albugínea, ambas deben cortarse para dar lugar finalmente a la extracción del testículo. Previo a eso se cose con tanza la herida para evitar que siga perdiendo sangre y se infecte”, contaba Ricco a sus alumnos.  El proceso continuó en manos de los jóvenes, que si bien prestaron su colaboración, nunca habían mutilado al animal.

 



Viva la diferencia

 


El toro que no está castrado, gracias al aporte hormonal que recibe, tiene características particulares en su aspecto físico tales como el cuello más grueso, cabeza ancha, pecho robusto y músculos más firmes. Además influye en su temperamento, que es menos dócil y maleable.

 


Por otra parte, el efecto de la castración pone al animal en otra categoría. Antes del procedimiento se dice que es un ternero hijo de la vaca, luego pasa a ser un novillo o torito que con seguridad tendrá como destino final la producción de carne. Los animales que se usarán para la reproducción reciben otra clase de tratamientos, sobre todo en lo que a alimentación se refiere.

 


Los educadores les comentaban a los jóvenes estudiantes que cuando vieran a los animales desplegados por un campo, “el reconocimiento y diferenciación entre novillos y vacas resulta un tanto complejo. Ante la ausencia de testículos y la falta de producción de hormonas, el animal tiende a tener características similares a las femeninas, inclusive en la fisonomía”.

 



Los niños tienen la palabra

 


Nahuel Palma es un alumno de cuarto año que participó en la capacitación. Cuando comenzó la secundaria le dijo a sus padres que quería especializarse en las tareas agropecuarias. Entusiasta, cuando esta cronista presenció la castración de terneros se lo veía muy participativo y colaborador. “Quiero ser ingeniero agrónomo, me encanta el campo y las labores que allí se realizan. Disfruto mucho de esta clase de prácticas, que por suerte han vuelto desde la llegada del nuevo director”. Además dijo que como forma didáctica y pedagógica ”es más fácil aprender mirando lo que se hace sobre el animal que en el aula con la teoría”.

 


Milena Bressán tiene 17 años y hace tan sólo uno que está en la Escuela Agraria de San Luis. Ya sabe que quiere ser veterinaria, pero reconoce que para aprender más, necesitan mejoras. “Nos gustaría tener más herramientas para poder trabajar cómodos. Si bien en mi caso y en esta experiencia yo ya había hecho una, esta clase de actividades sirven para aprender siempre alguna cosa nueva”.  Además, contó sobre la actividad que su abuelo tenía cuando ella era chica: “Él tenía un campo en Sampacho que trabajaba con sus propias manos. A lo mejor de ahí heredé el gusto por los animales”.

 


Braian Bello tiene 15 años. Es otro de los jóvenes que disfrutan de ir a la escuela, que les enseña lo que a pesar de ser tan jóvenes, ya saben que les apasiona. “Empecé mi secundaria en la Escuela Agraria de Justo Daract. Allí asistía como alumno interno y como soy de San Luis decidí volverme a mi casa y seguir con lo que me gusta en la agraria de acá. Disfrutamos de hacer las prácticas. Allí prestamos más atención a lo que nos enseñan. Por suerte, son tareas que realizamos habitualmente”, explicó el adolescente, que lo ayuda a su papá a trabajar un campo de dos hectáreas de la familia.

 








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