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El fin de un primer ciclo en la producción de hortalizas

Los maestros se reunieron una vez por mes para dar a conocer los avances en cada una de sus escuelas. Cerraron el año con la promesa de continuar con el programa en 2018.

Por Magdalena Strongoli
| 19 de noviembre de 2017
Compartir experiencias. Los docentes contaron cómo les fue con las huertas.

El cierre del año estuvo a tono con lo que representó el programa EcoHuerta para muchas escuelas de San Luis: hubo emoción, aprendizaje y promesas de continuidad. El proyecto consiste en el armado de emprendimientos hortícolas dentro de los espacios educativos, con el aporte económicos de Edesal y el asesoramiento técnico del INTA. Los protagonistas fueron las maestras y los chicos, que aprenden de todo un poco en el contacto con la naturaleza. Como broche de oro se reunieron a intercambiar ideas, mostrar el orgullo por la tarea emprendida y las ganas de avanzar.

 

Fueron seis establecimientos los que estuvieron representados por los maestros que este año trabajaron para producir verduras. La cita fue en la sala de reuniones de Edesal, en la avenida España. Uno a uno los docentes pasaron al frente, como suelen pedirles a sus alumnos, para detallar las experiencias vividas durante el año.

 

Los caminos son infinitos porque la huerta les abrió un abanico de posibilidades. Todos entendieron que es posible aprender fuera de las aulas y con la intervención de métodos poco tradicionales. Una de las maestras de la escuela rural "Gobernador Juan Saá", que está en la ruta 146, camino a San Rafael, contó el caso de un niño de jardín que sufre Trastorno Generalizado del Desarrollo (TGD). “Uno de los principales problemas que tiene es para socializar. La huerta fue de gran ayuda porque facilitó la tarea de compartir con sus pares a través del trabajo conjunto”, aseguró la docente, quien junto con su compañera cargaron con el laboreo de la tierra. Esa institución, que cuenta con 130 alumnos, una población que supera la capacidad del edificio, tiene mucho terreno. El año pasado, a través de la colaboración del Ministerio de Medio Ambiente, Campo y Producción, lo pudieron cerrar con alambre perimetral.

 

“Antes no pudimos concretar la huerta, pero con esa pequeña ayuda utilizamos el espacio con resultados satisfactorios”, dijo la seño Silvia Kalczynski, quien proyecta para el año que viene integrar a sus colegas para que puedan ser parte de una experiencia tan enriquecedora.

 

Comenzaron sin nada. Solo con sus manos y muchas ganas de ver crecer el vergel. “Ante las diversas dificultades que tienen los chicos, considero que la mejor estrategia de aprendizaje que pudimos hacer fue la de ponerlos en contacto con la tierra. Además comprobamos el efecto multiplicador que tuvo en los hogares”, aseguraron las dos maestras, quienes se mostraron muy activas en el laboreo de su parcela.

 

Además aprendieron a reciclar materiales de desecho. “Los alumnos almuerzan en la escuela. Ellos ya saben que la basura orgánica va a la abonera, que usamos para mejorar las condiciones de la tierra. Esa tarea derivó en la responsabilidad compartida, los chicos saben el esfuerzo que eso lleva y que los resultados siempre son positivos haya o no cosecha”, dijo Silvia, quien aseguró que 2018 los encontrará con nuevas especies para cultivar.

 

Todas las escuelas coincidieron en que fue un aprendizaje de todos los actores que participaron. Los niños aprenden valores, además de las técnicas de siembra y el cuidado de los cultivos y cosechas. Los maestros por su parte se encuentran con los niños en un ámbito más relajado que el aula. "Los chicos piensan, sienten y tienen necesidades que a partir de la nueva herramienta han podido descubrir", dijo una docente de La Punta.

 

Otras de las ideas que surgieron de las presentaciones fue la de poder hacer un trabajo conjunto con universidades para apuntar a la alimentación saludable. Uno de los profes contó que hay una clara intención de hablar con especialistas que erradiquen mitos y traigan verdades para saber qué significan los alimentos saludables.  

 

La seño Mariela, de la Escuela Nº 432 "Camino del Peregrino", era la que mayor antigüedad tenía en el tema. Hace dos años comenzó con la cultura huertera. Además cuentan con los conocimientos de Nidia, que por sus orígenes sabe de vitivinicultura, lo que les será  útil para los frutales que les entregó el Programa de la Mosca de los Frutos. 

 

Con un terreno poco favorable, con desniveles y ataques vandálicos, igual pudieron sobrevivir. “El INTA nos ayudó a hacer el riego por goteo, que por la inclinación del terreno fue fundamental para el óptimo desarrollo de la huerta”, aseguró, y aclaró que también fue necesario para los momentos en los que están ausentes por el período de receso escolar.

 

Para mitigar los problemas de inclinación, las maestras usaron la creatividad: con cubiertas de autos y botellas armaron canteros para evitar que el agua se escurriera. Además, un carpintero vecino les regala viruta de madera que usan en el suelo para ayudar a mantener la humedad.

 

Otra escuela, la Nº 133 "Fray Luis Amigó", trabaja con adolescentes ya que toma chicos con sobre edad. Si bien comparten experiencias con el resto de los establecimientos, los profes tienen un desafío más: atraerlos para hacer actividades en la tierra.

 

Vanesa Escudero, maestra de la Escuela Provincial Digital Nº 2 de Estancia Grande, fue la encargada de transmitir a sus colegas la experiencia que tuvieron en 2017. “Estamos rodeados de árboles que no eran los recomendados para producir verduras. Prácticamente no teníamos ingreso de luz y a eso teníamos que sumarle algunos problemas de desnivel. En ese panorama decidimos empezar con almácigos, que hicimos con materiales reciclados como maples de huevos, y que dieron buenos resultados; no los óptimos porque no salieron todos, pero lo que nos quedó es con lo que trabajamos”, contó sobre los comienzos, que no fueron fáciles, pero las ganas de hacer lograron que superaran cada obstáculo.

 

“Finalmente encontramos dentro de las instalaciones un terreno. A pesar de que estaba lleno de malezas y piedras pudimos, luego de una intensa limpieza, poner todo a punto para cultivar. Allí pusimos tomates y cebollas principalmente”, aseguró Escudero, quien agregó que se ha sumado gran parte de la comunidad escolar.

 

La escuela "Monseñor Tibiletti" también participó en el intercambio, que siempre es la mejor manera para hacer cultivos que sirvan de alimento. Los maestros propusieron a sus alumnos hacer plantines para llevarlos a sus casas y se llevaron una sorpresa: “Ya han sembrado para producir”, contaron. A las maestras de la escuela "Juan Saá" les gustó la iniciativa y prometieron tomar la idea para el próximo año, con el fin de que las plantaciones lleguen a buen puerto, en un claro intercambio entre colegas. El inicio no fue simple. Los responsables del vergel en el barrio Tibiletti de la ciudad capital dijeron que al comienzo los chicos no se entusiasmaron, pero allí también funcionó el efecto multiplicador. “Uno de los alumnos que vino de Perú a vivir a San Luis tenía cultura hortícola y fue él quien arrastró al resto del grupo.

 

Luego en vasos de plástico comenzamos a hacer plantines para trasplantarlos. En diciembre veremos los frutos de nuestra siembra”, concluyó Julio, uno de los maestros que estuvo en el desayuno. La producción siempre termina en manos de los niños, para que la consuman en sus hogares.

 

 

A modo de devolución

 

Al cierre del encuentro Mario Guerra, un pequeño productor que a lo largo de su vida ha hecho verduras, hortalizas y flores, volcó toda su experiencia a los maestros, que de alguna manera están como él en sus comienzos. “Los objetivos de las huertas son la educación, la salud y el medio ambiente. La educación es muy importante porque es parte de un trabajo social en cada una de las casas de los alumnos. Para las huertas de hoy retomamos los conceptos de la agroecología, que apuntan al cuidado de nuestro ecosistema. Además, realizar estas prácticas contribuye a comer alimentos de calidad”, comenzó su exposición Guerra, un conocido productor de hortalizas en Donovan que junto con su mujer llevan adelante una serie de emprendimientos en su chacra. Como un ejemplo de lo que él hace, les recomendó a las escuelas que enseñen a sus niños a cuidar las semillas como otra manera de controlar, desde los orígenes, lo que luego consumirán.   

 

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