El horror también se explica con números. A nivel mundial, Unicef cosecha cifras pavorosas que señalan que una de cada cinco chicas y uno de cada trece chicos son abusados.
Los datos tienen un contexto global y Argentina tiene los suyos, aunque recientes. Son estadísticas oficiales y que fueron recabadas por el “Equipo móvil de atención a víctimas del delito contra la integridad sexual”.
Se registran desde octubre de 2006 a agosto de 2016 que señalan que hubo 10.511 intervenciones (asistencia) a víctimas, de ellas 9.986 fueron atendidas directamente y de las cuales 5.239 eran niñas, niños y adolescentes, es decir un 52,5 por ciento de los casos en los que se intervino, había menores.
La buena noticia es que hay datos, la mala es que a pesar de ser una entidad nacional acciona sólo en la ciudad de Buenos Aires y de allí recopila los números que parten del programa "Las víctimas contra las violencias", creado en el 2006, cuando se conformó un equipo para acompañar el proceso de denuncia y de acceso a la justicia de las personas que padecieron abusos. Se crea allí ese “equipo móvil” para asistir.
De acuerdo a esos datos recabados de los 5.239 casos en los que se ven involucrados menores, el 87,9 por ciento son mujeres y 12,1, varones. En otra palabras, se advierte que 9 de cada 10 víctimas de violencia sexual son mujeres.
Además, el 14,5 por ciento es menor de 5 años de edad y el 38,2 de las víctimas son niñas de entre 11 y 15 años.
De todas formas, se analizaron datos de manera más promenorizada entre enero 2011 y junio de 2016, ya que en ese período se incluyó mayor información al sistema.
Los números aportan algunas generalidades: en la mayoría de los casos, el agresor es varón. Las niñas de más de 5 años son las principales víctimas de abuso sexual.
En la mitad de los casos, los agresores viven con las víctimas. En 3 de cada 4, el agresor es un familiar directo o persona de confianza.
Consejos y alertas
Más allá de reflejar las estadísticas, Unicef confeccionó y distribuyó material para comenzar a percatarse si un niño, niña o adolescente fue víctima de abuso sexual.
Entre las recomendaciones explican que no suelen contar lo que les ocurrió, sin embargo, sí muestran cambios de conducta repentinos a los que los adultos deben estar alerta.
Algunos de estos cambios podrían ser: enojos injustificados, decaimiento, desconexión con el medio social, pesadillas o problemas para dormir, ansiedad o no quieren quedarse solos con una persona en particular.
Unicef pone en claro que para evaluar si hubo agresión, siempre debe participar un profesional, que puede ser el pediatra u otro especialista en el tema.
Además aconseja explicar que puede haber motivos para que los niños tengan dificultades para contar la agresión y que puede ser por vergüenza, temor a que no les crean, a que los estigmaticen, a quedarse solos, a la pérdida de afecto y o porque fueron amenazados por los victimarios.
Muchos aspectos confluyen y hacen que los menores no revelen que han sido o están siendo sexualmente abusados.
El niño y su familia reciben amenazas de daño físico o de muerte, tienen miedo de las consecuencias que sus dichos puedan ocasionar en el agresor y su familia, o se callan por temor a ser acusados de complicidad y complacencia con el abuso sexual que padecieron.
Además puede que quieran evitar ser estigmatizados y rechazados, sienten culpa, vergüenza o muchas veces, al padecimiento sufrido se suma otro: carecen de interlocutores válidos y dispuestos a creer en sus palabras.
También Unicef expone en su material que cualquier niño, niña o adolescente puede ser víctima de este delito y que, por lo general, los casos de abuso sexual infantil ocurren dentro de la familia o son víctimas de un familiar directo o alguien cercano; en otros casos se los violenta en la escuela o por grooming (por medio del uso de internet ).
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