“Está el prejuicio de que el baile no es una profesión”
Es uno de los participantes del Bailando por un Sueño que más se destaca, gracias a su trayectoria y personalidad. Asegura que para ser bailarín hace falta mucha perseverancia y tolerancia al fracaso, pero el esfuerzo tiene su recompensa y este año el certamen lo recibió como figura.
Gabo Usandivaras (30), el bailarín que supo hacerse un lugar en la televisión desde la pantalla de Showmatch, este año forma parte del certamen pero ya no como partenaire sino como figura. Después de diez años de participar en el Bailando y dos como miembro de la compañía de Julio Bocca, se sigue definiendo como un bailarín de Córdoba, ciudad donde nació y vivió hasta los 18 años. De ojos intensamente negros y mirada profunda, el morocho con sonrisa radiante deleita a su público en cada baile de Showmatch junto a su bailarina Becky Vázquez y cada noche en La previa del show, por Ciudad Magazine. Fue pareja de baile de figuras como Cintia Fernández, con quien mantiene una gran amistad, y Lourdes Sánchez. Con la humildad que lo caracteriza charló de todo con Cooltura: sus inicios como patinador a los 9 años, las ganas de bailar, los intensos entrenamientos durante su adolescencia y el gran apoyo que tuvo siempre de su familia.
—¿Cómo es tu vida en Buenos Aires? ¿Te costó adaptarte siendo del interior?
—Hace 12 años que estoy en Buenos Aires y ya me acostumbré a ese ritmo. Allá no andás saludando a la gente por la calle, cada uno en su mundo. El interior es hermoso, disfruto un montón. En el 2016 recorrí 35 mil kilómetros en 6 meses, viajé mucho solo, en mi auto. Fue el año que no hice el Bailando, fue una elección importante dejar de lado algo seguro, pero necesitaba reconectarme con el artista que soy. Creo que en la pista si no estás fuerte es difícil de definirte a vos mismo ahí. La madurez la fui haciendo ahí. Arranqué a los 20 años en Showmatch. Sentía como que el show estaba llevándome a un lugar donde yo no quería estar. No me quería olvidar de mi forma de pensar, qué es lo que yo quiero. Estamos con demasiada exposición.
—¿Cómo hiciste cuando entraste al Bailando? ¿Te sentiste cómodo con la mediatización y la popularidad?
—Cuando se despidió Julio Bocca de la compañía yo seguí un poco más pero necesitaba un cambio. Empecé a ver que justo aparecieron las audiciones del Bailando, todos me decían que fuera, porque por más que yo venía del palo del clásico siempre tuve mucha facilidad para bailar otros estilos. A mí me daba un poco de prejuicio. Yo no había visto el programa pero entendía de qué se trataba. Me presenté y quedé. Ahí empecé y todos los años me fueron llamando. Pero me acuerdo que cuando llegué a la audición me fui, no me animé. Pero fue por prejuicio, yo venía de estar con Julio y era otro ambiente. Y de repente fui a la cola de la audición y era la cola de un circo, había de todo. Y yo pensaba ¿qué es esto? Esto no es para mí. Llamé a una amiga y me obligó a volver.
—Mirando para atrás, ¿cómo analizás ese momento, ese prejuicio que tuviste?
—Aprendí un montón estos años. Hoy si hubiese seguido con el ballet seguramente estaría afuera, en el exterior. Pero haber logrado esto acá es un montón. Poder lograr el reconocimiento incluso en el interior, siendo simplemente un bailarín de Córdoba, es increíble para mí. Yo me sigo viendo así, ahí está mi gente, mi familia, mi vida. Yo me formé para esto. No me tocó por un golpe de suerte. Yo valoro el reconocimiento de los demás, porque es por tanto trabajo.
—¿Cómo fue el camino hasta llegar a trabajar con Julio Bocca?
—De chiquito era patinador, a los 9 arranqué. Tenía muy claro lo que quería y mis viejos me súper bancaron. A pesar de que era un deporte carísimo me llevaban a todos los certámenes y fui campeón provincial en todas las categorías. Por problemas en las rodillas tuve que dejar. Era obsesivo pero disfruté mucho. Después seguí con el baile. Rendí libre en la escuela para poder tener más tiempo para entrenar. Para mí tomar clases era de lunes a sábado, 3 o 4 clases por día. Era mucho tiempo y así estuve casi 3 años. Me vieron en un seminario y me becaron para ir a Bariloche a otro seminario y ahí me entregan una beca para estudiar en la escuela de Julio. Cuando llegué a Buenos Aires me entero que hay una audición para integrar la compañía y quedé. Tenía 18 años. Imaginate que yo recién llegaba, fui a probar suerte a la audición, jamás pensé quedar. Fue la primera vez que bailé de forma profesional, con un sueldo, en los mejores escenarios del mundo.
—¿Te veías viviendo del baile?
—Sí. Cuando empecé a entrenar lo hacía como si fuera la facultad, no era un hobby, siempre lo visualicé como mi profesión. Mi papá es carpintero y estoy acostumbrado a que había años que nos iba mejor y otros no, no es como un sueldo fijo. Ya tenía esa costumbre así que no me preocupaba. Sé que las cosas aparecen cuando tienen que aparecer.
—¿Hoy en día al artista argentino le cuesta llegar y subsistir?
—Sí, un montón. Sobre todo porque considero que el argentino no consume a argentinos. Hay cientos de argentinos triunfando en el mundo y están entre los mejores, triunfan en la Ópera de París, en cualquier parte de Europa o Estados Unidos y nosotros no somos conscientes. Acá escuchamos la música de afuera y vemos bailes de afuera. Entonces es re difícil crecer en la Argentina, por eso soy muy agradecido con esta oportunidad.
—¿Creés que Showmatch les abrió la puerta a muchos artistas que eran desconocidos en ese momento?
—Sí, y en Argentina hay este prejuicio de que la danza es un hobby y no una profesión. A mí me preguntaban de qué trabajaba y yo les decía que era bailarín y me decían que eso es un hobby.
A partir de Showmatch la gente empezó a ver el trabajo que hay detrás de lo que es el baile, apreciarlo y valorarlo desde otro lado. Nos entregó a los bailarines un poco ese título de reconocimiento para la sociedad. Las academias se empezaron a llenar, en las fiestas siempre hay shows de bailes y empezaron a ir más al teatro.
—¿Cómo llevás la fama?
—En Buenos Aires es bastante común cruzarte con gente conocida, la gente es tranquila, se te acercan y te piden fotos. En el interior es un poco más el recibimiento porque no es tan común, pero igual todos son muy respetuosos. Sentís mucho cariño, es súper lindo. Siempre y cuando se me respete como persona y no pase a ser un banner, a veces me dicen “eh vos, el de la tele” se te cuelgan para una foto no te dicen ni chau, no tiene sentido eso. He llegado a emocionarme mucho con las cosas que me han dicho en la calle.
—Esa parte en el ballet de Julio Bocca no la tenías.
—No, cero. Salías del teatro y no había nadie. La gente lo iba a ver a él. En mi barrio nadie sabía qué hacía. Hoy el cariño es enorme, es como un aplauso constante, reconforta un montón.
—¿Cómo bajás a la tierra después de todo eso?
—Con mi familia, mis amigos, mi perro y la naturaleza. Mi mayor orgullo más allá de lo que yo pueda lograr como artista son mi familia y mis amigos. Esa gente es mi cable a tierra.
—¿Te han cuestionado ellos alguna vez algo que vieron por la tele?
—Mis viejos me re bancan, mi mamá es igual que yo de carácter. En casa se debatía siempre, entonces yo estoy acostumbrado a que con las personas se puede hablar, no pasa por la autoridad. Que es lo que me pasaba al principio en el programa, buscaban minimizarme porque era bailarín y no tiene nada que ver: seas el bailarín o el barrendero, el tiracable o lo que sea, soy una persona con una opinión. Sí me acuerdo que mi vieja, que siempre me llamaba cada vez que salía, no me llamó cuando bailamos el strip dance, vio todo. La llamé yo y me dijo “hola Gabriel” ahí ya me di cuenta de que algo iba mal (risas). Y me dijo “me pareció innecesario pero es tu decisión”, y esa fue toda la charla. No le había gustado nada.
—¿Cómo sentís que es tu participación en la edición de este año, donde estás cómo bailarín? ¿Sentís que tendrás más responsabilidad o exigencia?
—Este año que estoy al frente seguramente pueda decidir más. Voy como figura y fue una gran sorpresa, pero es una satisfacción, es como un ascenso, mérito de mi trabajo. No es por el ego. Se me va a exigir más seguramente. La responsabilidad será la misma que toda la vida, la misma que tuve como patinador a los 10 años. Por más que esté ahora como figura, siempre lo pensé igual, siempre doy todo.
—¿Cómo te llevás con tu bailarina? ¿La conocías?
—La conocía de vista y me llevo muy bien. Me ha pasado otros años de pasarla muy mal, como con Miriam Lanzoni en el 2014 y fue una experiencia muy negativa. Fue muy feo y sentía mucho abuso por parte de ella en cuanto a la situación de poder, ella se creía una gran figura y sólo era la mujer de Alejandro Fantino. Me reclamaba que no resalte, que me quede en mi lugar de bailarín. Recibí mucha violencia psicológica. Ni siquiera nos hablábamos en los ensayos. Creo que eso no se vio en la pista porque como bailarín tenés que ser un gran actor e interpretar, entonces ponían la música y nos olvidábamos. Pero nos llevábamos muy mal, de hecho la producción nos terminó separando.
—Justamente en uno de los años tuviste a tu pareja muy enferma, ¿cómo fue tener que bailar todas las noches con la cabeza llena de preocupaciones?
—Fue un año muy duro. Fue en el 2015, no lloré en todo el año, no podía. No sólo hice un personaje para bailar, también las 24 horas para que él me viera fuerte y siguiera adelante.
—¿Qué cualidades debe tener un bailarín?
—Perseverancia, aceptación al fracaso y personalidad. El talento es subjetivo, es como si alguien dice “alguien rubio es lindo” y cada uno tendrá su mirada. Es importante el talento pero en definitiva es tener una ventaja sobre los otros, en cambio las otras tres cualidades te van a permitir seguir pese a que el cuerpo no te dé, la pierna no te suba.
—¿Qué proyectos a futuro tenés ahora?
Siempre fui muy de la idea de que las cosas vengan, pero necesitaba empezar a pensar en un proyecto propio, en mi propia compañía. Ya tengo mi staff de bailarines armados, que son unos monstruos, por ahí no tan reconocidos, pero son tremendos bailarines.


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