Los besos y la ausencia

La mirada veloz, profundamente celeste, de Federico Moura se volvió un eco oscuro hace 30 años. El líder de “Virus” fue uno de los músicos más personales, enigmáticos, atrayentes, magnéticos y elegantes del rock nacional. Un rara avis que a su manera y con canciones que todavía retumban en el cono histórico revolucionó la música argentina.

Hasta el acto de su muerte, ocurrida hace 30 años y dos días, fue una manera de exhibir su van - guardia. Moura falleció de sida y muy pocos lo supieron por entonces, primero por una suerte de pacto de silencio entre la familia y un grupo de periodistas amigos que decidieron no dar a conocer las causas del fallecimiento ni di - vulgar su enfermedad. Y segundo porque en la primavera alfonsinista de 1988 poco se sabía del HIV y su letal desarrollo.

De todos modos, son parte de la historia oficial de los últimos días de Federico su salud debilitada, su peso rumeado por el virus y su ánimo devastado. En síntesis, eran muchos los que sabían que el cantante tenía poco aliento, pero muchos de ellos desconocían las causas.

Dos años antes de morir, Fede - rico estuvo en San Luis con su banda para dar un recital en el antiguo Cepes, actual “Ave Fénix”, en Juana Koslay. La gira nacional que lo trajo fue la presentación de “Locura”, acaso el mejor disco de la banda, que contiene ocho clásicos del grupo: “Pronta entrega”, “Tomo lo que encuentro”, “Pecado para dos”, “Destino circular”, “Una luna de miel en la mano”, “Dicha feliz”, “Sin disfraz” y “Lugares comunes”.

Gustavo Suárez, guitarrista de “La Nona” y uno de los rockeros más persistentes de la provincia, estuvo en ese recital y pudo conocer a los integrantes de la banda.

“Una amiga de mi hermana vivía en el Cepes, en unas habitaciones que estaban debajo de la tribuna, creo que el padre era el encargado de mantenimiento del lugar”, comenzó el músico su divertida anécdota.

El día del concierto, Suárez –que no tenía más de 14 años pero ya era parte de “La banda del sargento Pepe”, una de las agrupaciones emblemáticas del rock provincial- fue temprano para ver la prueba de sonido y, de paso visitar a su amiga. Sentado en las tribunas del vacío anfiteatro, alucinado por los equipos de sonido que bajaban los plomos, Gustavo sintió que una bendición le llegaba casi sin querer: uno de los asistentes le preguntó si no quería ayudarlo a bajar los implementos.

Moura, un showman poco habitual.

“Puedo decir que fui plomo de Virus”, bromeó a más de tres décadas del recital el guitarrista, quien antes del show fue invitado al camarín, conversó con los músicos, se sacó fotos con todos y hasta le regalaron un cd firmado por todos los integrantes. La banda que vino a la provincia es la más reconocida de las muchas formaciones que se registraron en su historia. Federico y sus hermanos Julio y Marcelo eran los dueños del sonido, acompañados por la guitarra de Daniel Sbarra, el bajo de Enrique Mugetti y la batería de Mario Serra.

De todos, la personalidad que más sorprendió a Gustavo fue la de Federico. “Era muy sencillo, un tipo que parecía de lo más normal, pero en el escenario era un cantante impresionante, un maestro de la interpretación”.

Efectivamente, Moura puede ser considerado sin esfuerzo uno de los cincos mejores cantantes de la historia del rock nacional porque su voz se amoldaba a lo que pedía el tema: ironía en los temas graciosos, dulzura en los románticos, morbo en los sensuales y sarcasmo en los rockeros. Pero el valor más conmovedor de Federico era su misterio, su capacidad de jugar el rol de la ambigüedad y su constante estado de provocación.

El recital que “Virus” dio en San Luis estuvo lleno. “En esa época, cualquier banda que venía de afuera llenaba. Además, vinieron en el momento de mayor éxito”, sostuvo Suárez, quien era fanático de la banda de Federico y se peleaba con su hermana –seguidora de Soda Stereo- por hacer prevalecer su opinión. Con el tiempo, fue imposible para la banda de Gustavo Cerati no reconocer la influencia que había dejado Federico en su carrera.

Imágenes paganas

La relación de “Virus” con San Luis quedó eternizada en el videoclip de “Imágenes paganas”, una de las canciones más reconocidas de la banda de los Moura que tiene versiones de Andrés Calamaro, Diego Frenkel, Abel Pintos, Soledad y hasta de Cacho Castaña. Por alguna razón, durante años se dudó de lo que parecía indudable: que las tomas del clip pertenecen a los paisajes y al estadio donde se hizo el recital en la provincia.

Parte de esa cavilación surgió de una de las entrevistas más famosas que le hicieron a Federico, la misma en la que despotricó sin piedad contra Luca Prodan (“Es un mamarracho, un botón, no hay cosa que deteste más que la actitud de policía”, dijo). En la charla de 1987, cuando le preguntaron si habían hecho un videoclip recientemente, Moura respondió: “Hicimos uno muy lindo de ‘Imágenes paganas’ en el norte, junto a Jorge Caterbona. Es un trabajo muy simple, hecho con una sola cámara”.

“Cooltura” se contactó con Caterbona, responsable también de los videos de “Superficies de placer” y “Encuentro en el río musical”, pero el director no pudo responder el cuestionario enviado atosigado por la falta de tiempo.

Actualmente está radicado en Lima, donde tiene una productora cinematográfica que lo obliga a viajar mucho.

Más allá de lo evidente de los paisajes del clip, fue el propio Marcelo Moura, en una de las tantas visitas que hizo a la provincia en los últimos años, quien confirmó que el video tiene imágenes puntanas. Es más, una de las páginas webs más completas sobre la banda informa que el video fue grabado durante la gira por Santa Fe, Entre Ríos, La Rioja, Catamarca y San Luis en noviembre de 1986.

Si bien puede ser que algunas de las tomas iniciales sean del norte argentino, antes de llegar a los dos minutos del clip aparece el inconfundible anfiteatro de la localidad que por entonces se llamaba El Chorrillo.

Entre los muchos comentarios que hay en YouTube sobre el clip, uno de Alejandro Jano Cacace (que no es el diputado provincial) reafirma que las imágenes son puntanas y que él estuvo en ese recital. Y otro usuario con un perfil que no es su nombre añora “las sierras puntanas que cobijaron mi infancia”.

La última foto de Federico.

Del amor oscuro

Moura nació el 23 de octubre de 1951 en La Plata y fue el cuarto de seis hermanos. Su padre era abogado y su madre maestra de escuela. Falleció el martes 21 de diciembre de 1988 en Buenos Aires, en un departamento del centro de la ciudad que compartía con su pareja. Los brazos de su madre albergaron ese día de inicio de verano los 35 kilos que quedaban del cantante.

Tenía 36 años y había grabado siete discos con su banda, aunque el último, “Superficies de placer”, tuvo poco de su aporte en el estudio a raíz de su delicado estado de salud. “Me enteré de su muerte por los medios –recuerda Suárez-, aunque en esa época las noticias no era tan inmediatas y de las causas se sabía poco”.

Para el músico puntano, el gran aporte de “Virus” fue el sonido moderno, cercano a la electrónica, que todavía puede sonar actual. “Eran los Miranda! de la época”, bromeó el músico de “La Nona”.

Más allá de las comparaciones, la muerte de Federico Moura –producida un año después de la de Luca Prodan y nueve meses más tarde que de la Miguel Abuelocerró para siempre la festiva década del 80 en el rock nacional. La diversión y el desenfado habían llegado para quedarse.