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Cómo empezar de cero y armar un tambo eficaz

Se largó hace nueve años en Concarán sin ningún conocimiento previo sobre lechería. Hoy produce 3.500 litros por día y construyó una planta de balanceado.

Por Marcelo Dettoni
| 18 de marzo de 2018
Ubres llenas. Las vacas le dan 27 litros cada una por día. Él pretende llegar a los treinta.

Enrique Delfino es un buen ejemplo de perseverancia. De que se puede arrancar de cero con un emprendimiento, sin conocimientos previos, y salir adelante. Incluso en una actividad complicada en la Argentina como es la explotación de un tambo.

 

Él es de Concarán y quería armar algo en su pueblo, relacionado con el campo. Y no se anduvo con chiquitas: apostó por la lechería, una inversión de riesgo por la inestabilidad económica y los bajos precios históricos que reciben los productores, que siempre quedan atrapados por las decisiones cartelizadas de las grandes empresas. Ellas deciden el precio en tranquera y el tambero, condicionado por los tiempos ya que es un producto perecedero, no tienen más remedio que acatar.

 

“Hace nueve años que arrancamos con mi hermano Leandro. Nos asesoramos con gente que conocía del tema, vimos que la zona era apta para la cría de vacas y le dimos para adelante”, dice con tono campechano mientras invita a recorrer las instalaciones desperdigadas en las 480 hectáreas, de las cuales 140 son de monte.

 

Hay un detalle que le quedó picando a pesar de los años que pasaron, y más a un hombre como él, que suele tomar decisiones y meterle voluntad para salir adelante. “En un primer momento pensamos en hacer el tambo junto con un feedlot, finalmente nos quedamos sólo con la lechería y ahora estoy arrepentido, debimos haber invertido para hacer las dos cosas, el engorde de ganado es un trabajo que también me hubiera gustado encarar”, dice con una pizca de resignación.

 

Igual no se quedó quieto sólo con el ordeñe y la venta de leche. El año pasado comenzó y terminó la construcción de una planta de alimento balanceado con su primo José, quien tiene un campo vecino que lleva su nombre. Allí tiene una moledora de expeller y un mezclador. El proceso es simple: le agregan el núcleo vitamínico (es el único proceso que debe ser manual) antes de pasar a la tolva o al silo, y de ahí el preparado va directo al chimango para distribuir entre el rodeo vacuno.

 

“Tiene capacidad para producir 2.500 kilos de alimento balanceado por hora. Invertimos un millón de pesos, pero es un gran paso adelante para nosotros, porque antes generábamos dinero acá en San Luis y lo terminábamos dejando en Córdoba, porque teníamos que traer todo desde Canals, que nos queda a 370 kilómetros. Con la planta bajamos a cero el costo de flete y aprovechamos lo que producimos en la parte agrícola del campo”, explica Delfino con entusiasmo.

 

Con la puesta en marcha de la maquinaria, el productor de Concarán ya puede hacer el ciclo completo en el campo y mejorar la nutrición de las vacas. “Es clave todo el proceso alimenticio para que den la cantidad de leche necesaria por día. Debemos mantener la condición corporal todo el año a pesar de que estamos en una zona con mucho monte”, agrega. A futuro también quiere agregar un silo para poder almacenar lo que produce la planta, que le permitirá un ingreso adicional: “La podrán usar los productores vecinos para llevarse ya listo su propio alimento balanceado”.

 

En un tambo las actividades están prolijamente reglamentadas y nada debe salirse de la rutina para conseguir un buen rendimiento. Por eso en el establecimiento de los Delfino los ordeñes son a las 4 de la madrugada y a las 16, con 150 vacas por turno. Cuentan con 12 bajadas por línea para capturar los pezones, pero Enrique irá por más también en este aspecto ya que quiere llevar ese número a 15 para poder acelerar los procesos. En total, el rodeo cuenta con 400 cabezas entre esas 150 vacas en producción, otras 50 secas y las vaquillonas, que se dividen entre las que están por parir, las preñadas y las terneras. La primera parición es a los 18 meses. “Seleccionamos lo que vamos a preñar, el descarte está en el orden del 10%”, informa.

 

También está la guachera, con los terneros machos que engorda para vender con unos 120 kilos en promedio a productores bovinos de Río Cuarto, que luego los terminarán en los 350 kilos que exige el mercado argentino de la carne. “La verdad es que me encantaría en el futuro hacer engorde y terminar yo con los novillos, porque le tengo fe a la apertura de las exportaciones. Pero por ahora me conformo con que la guachera forme parte del círculo de rentabilidad del tambo. Y por las dudas tiene que ser el fusible en las épocas de crisis”, asegura.

 

“Estamos consiguiendo un promedio de 27 litros por vaca y por día. Un rodeo de elite como el que aspiramos a tener en poco tiempo debe llegar a los 30 litros, pero no hay apuro, quiero priorizar la calidad sobre la cantidad”, propone el tambero, que le vende los 3.500 litros que produce por día a la firma Molfino, una subsidiaria de La Paulina.

 

 

Los terneros de la guachera los vende con 120 kilos a productores de Río Cuarto, que los engordan a corral. Delfino se arrepiente de no haber armado un feedlot.

 

Si los planes del gobierno puntano avanzan respecto del Plan Leche, ese fluido terminará quedando en la provincia para abastecer el mercado local con un producto más barato y de calidad, además de sumar más proteínas a los chicos de todas las escuelas públicas de San Luis (ver recuadro).

 

El camión viene todos los días desde Córdoba a llevarse la leche, hace una pequeña medición sobre una muestra y carga el fluido para industrializarlo en la provincia vecina, que es lo que el Ministerio de Medio Ambiente, Campo y Producción quiere evitar en el futuro, para seguir generando empleo genuino en San Luis y combatir la pobreza. Delfino siempre trata de mantener la materia grasa en torno a los 3,75 y la proteína más o menos en 3,50, porque deben ser valores parejos para que la leche sea aceptada por la industria.

 

El acceso al tambo es relativamente sencillo desde la autopista 55, pero por las dudas de que surja algún inconveniente logístico, el productor cuenta con un enfriador con capacidad para 6.000 litros, que aguanta la leche durante dos días sin que pierda sus propiedades.

 

Delfino tiene tres empleados directos en el campo y una preocupación constantes: los cortes de energía. “Tenemos un generador, pero usarlo encarece mucho los costos y perdemos competitividad en un negocio que tiene los números muy justos. Si hay que recurrir al generador, son 50 litros de gasoil por día y el combustible no para de aumentar”, lamenta.

 

 

El tambo lo complementa con 120 hectáreas en producción de maíz y algo de sorgo silero en rollo para poder alimentar al rodeo. Las vacas requieren 2.200 kilos de alimento. 

 

El Plan Leche lo entusiasma, sobre todo por la potencialidad. “San Luis produce 100 mil litros por día de leche y su población consume en forma directa 65 mil, pero con los productos lácteos ese número se eleva hasta los 240 mil litros”, hace rápidas cuentas. De ahí la importancia de industrializar en la provincia, algo que ya hace la planta de Mastellone en el parque industrial de Villa Mercedes, donde fabrica quesos semiblandos. Si la pasteurización y el ensachetado del fluido también comienza a hacerse en San Luis, el círculo virtuoso estará completo.

 

En el tambo hacen inseminación con detección de celo, más algún repaso con toros si es necesario. La genética antes la proveía Ciale, pero ahora se abastece con la firma AVS. “De todas maneras el impacto más fuerte en la producción lo tiene la nutrición y no la genética”, analiza Delfino, quien asegura que el ciclo productivo de las vacas durante entre cuatro y cinco años.

 

En su establecimiento, la incidencia de la mastitis “es muy baja, una o dos vacas, porque hay buena sanidad”, cuenta, y respira aliviado porque conoce los números de Córdoba: “Allá, por las inundaciones, están muy complicados con esta enfermedad. Incluso sé de productores que estuvieron averiguando por campos en San Luis para trasladar su negocio de este lado”. De todos modos no bajan la guardia con esta patología que produce una infección en las glándulas mamarias, por eso le ponen un sellador a cada pezón después del ordeñe.

 

El emprendimiento, para ser rentable, también tiene una parte agrícola, porque sería imposible mantenerse si además hay que comprar el maíz. Por eso desarrolla en 120 hectáreas este cultivo fundamental para el tambo y algo de sorgo silero, con el que empezaron a hacer rollos. Las vacas en producción requieren de unos 2.200 kilos de alimento, por lo que hacen 70 de rollo, 1.900 de picado de maíz y unos 300 de expeller, tanto de soja como de maíz. “El resto del rodeo pastoreaba, pero nos dimos cuenta que desperdiciaba mucho, entonces ahora les damos de comer rollo también”, cuenta.

 

 

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