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Un pueblo unido con un objetivo productivo

Con un trabajo colectivo y solidario, elaboraron 2.100 botellas de tomate triturado para autoconsumo y venta. Un ejemplo de que la organización siempre le gana al individualismo.

Por Marcelo Dettoni
| 10 de junio de 2018

Siempre muchas manos hacen más que dos, la organización le gana al individualismo. En el caso de las pequeñas producciones de alimentos, eso se aplica en muchos rubros: haciendo fuerza juntos, los involucrados pueden conseguir mejores precios de la materia prima al comprar en cantidad y luego aunar esfuerzos para uno de los grandes problemas: la comercialización.

 

Una muestra de organización comunitaria es la que dieron los pobladores del paraje Santa Martina, en el Departamento Chacabuco, quienes cumplieron diferentes pasos para finalmente concretar una compra de tomates y luego elaborarlos triturados, para envasarlos en botellas y poder así conservarlos durante todo el año mientras van participando de ferias y así vender el producto con un agregado de valor.

 

Contaron con el apoyo de técnicos de la Subsecretaría de Agricultura Familiar, que les facilitaron a través de un proyecto especial la compra de los elementos básicos para garantizar una elaboración acorde con las buenas prácticas de manufacturas, cumpliendo con todas las normas sanitarias tanto en la fabricación como en el envasado final.

 

Para la elaboración se cumplieron diferentes actividades. La comunidad vio la factibilidad de producir sus propios alimentos, venderlos y hacerse de dinero para reinvertir en el negocio, que ya está en marcha con pronóstico favorable. Para el triturado y envasado de los tomates se realizaron varias reuniones hasta que finalmente por mayoría decidieron comprarlos a la asociación OTRAL, de Lavalle, en la provincia de Mendoza. Fue una contraprestación que data de tiempo atrás, ya que la comunidad de Santa Martina había ayudado con un aporte monetario a recomponer un pozo de agua que se había desmoronado por efecto de un temblor. Dos años después, la asociación mendocina “devolvió” ese préstamo con una producción de tomates que los puntanos aprovecharon para hacer salsa.

 

Para la elaboración se juntaron varios integrantes de la comunidad. Fue un trabajo abierto, realizado en la calle, por lo que cuando pasaba un vecino, si le interesaba la propuesta, se sumaba al trabajo. Antes de comenzar, entre técnicos y productores hicieron un repaso de las buenas prácticas para la elaboración de la pulpa de tomate. De esta forma, cada uno debió cumplir con lo asignado para cada tramo de la elaboración.

 

A través de un proyecto nacional adquirieron una máquina despulpadora, una batea con canillas, una tapadora y un recipiente para el esterilizado.

 

La característica del producto final lo brindó la calidad. En este caso resultó un tomate seleccionado, cultivado sin agroquímicos y cosechado el día del transporte, lo que garantizó su frescura. Para el envasado se utilizaron botellas nuevas, no recicladas, lo que también es un extra.

 

Los pasos que se deben cumplir para que el tomate quede en condiciones de ser consumido se pueden resumir en los siguientes: lavar las botellas, esterilizarlas, lavar las tapas, luego hay que colocar una pizca de vinagre y sal a las botellas, llenarlas con tomate, taparlas inmediatamente y pasar a esterilización, un proceso que consiste en un hervor durante 45 minutos. Después hay que dejar enfriar y guardar en un lugar fresco y a la sombra. Antes de cada feria se vuelve a limpiar la botella y se etiqueta. 

 

De lo elaborado, gran parte fue para autoconsumo. El resto se vende en la feria de Merlo (a la que acceden fácilmente gracias a la autopista 55), a turistas ocasionales o a particulares conocidos. Con los 2.200 kilos de fruta, unos 110 cajones de 20 kilos, se llenaron más de 2.100 botellas de tomate triturado con capacidad de un kilo cada una. La botella se vendió hasta hace poco a 35 pesos, por debajo de lo que se la consigue en los supermercados grandes. Ahora la tuvieron que aumentar a 40 pesos debido a la suba del precio de las botellas para las próximas elaboraciones.

 

Los productores y técnicos quieren dar un segundo paso para estabilizar la producción, por eso tienen la intención de construir una sala de elaboración. Para lograrlo, parte de los fondos que deja la venta de las botellas de tomate triturado está destinada para la compra de materiales.

 

En la comunidad de Santa Martina hay más de 20 casas donde viven familias campesinas, varias de ellas con parentesco entre sí. En un primer momento de la organización, los hombres trabajaban por un lado, las mujeres por otro y los jóvenes conformaban un tercer grupo, ajeno a estas vicisitudes. Ahora esta segmentación se ha modificado. La comunidad procuró que los jóvenes tuviesen trabajo allí mismo para fomentar el arraigo, quiere que no necesiten emigrar para desarrollar su vida.

 

Otro de los temas convocantes del paraje fue la aplicación de agroquímicos. La Asociación Campesina del Valle del Conlara logró un recurso de amparo en 2013, que tuvo mucha repercusión en el noreste puntano, para frenar las fumigaciones de varias empresas agrícolas que operan en la zona (Cresud, Monsanto, Syngenta) que aplicaban químicos muy cerca de las viviendas tanto en Santa Martina como en Ojo de Agua, por eso valora mucho la producción de alimentos sin aditivos. Y esta premisa fue adoptada no sólo por los habitantes de estos parajes, sino que modificó hábitos alimenticios en muchas familias de diferentes poblaciones de la zona del Valle del Conlara.

 

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