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Rotación y cobertura: estrategias para el uso de agroquímicos

La ingeniera Jorgelina Molina explicó los procesos que provocan filtraciones de productos nocivos junto con la pérdida de agua por escurrimientos superficiales. 

Por Magdalena Strongoli
| 03 de junio de 2018

Las jornadas de Agricultura Adaptativa en el Semiárido Central tuvieron un cierre con Jorgelina Molina, una de las técnicas que trabaja en el INTA Anguil de La Pampa.

 

Molina habló de "Estrategias para el uso de agroquímicos en una agricultura responsable", intentando en el tapete la importancia que tiene la ejecución de servicios en la producción de grano. Antes, y también en referencia a los servicios, el ingeniero Tomás Baigorria, del INTA Marcos Juárez, disertó sobre cómo diseñar sistemas efectivos en producciones periurbanas.

 

La segunda edición del encuentro que concitó a especialistas de Córdoba, La Pampa y San Luis ya tiene fecha y lugar: será otra vez en Estancia Grande el 13 setiembre y estará dirigido a las nuevas tecnologías en la producción de granos.

 

El auditorio se completó temprano con productores ávidos por ser parte del proceso de un necesario cambio de paradigma en los sistemas de producción, que no sólo exigen producir más y de mejor calidad, sino que también obligan a hacer trabajos responsables en el cuidado del medio ambiente. Por eso en el cierre de su disertación, Molina destacó la importancia de que los químicos se adquieran bajo estricta receta agronómica.

 

Antes había presentado estudio hecho en Paraná. De allí tomaron que "en cultivos de maíz hubo pérdidas por escurrimiento superficial de 77 milímetros de agua en cinco años, agua en la que también iba incluido el glifosato por estar adherido al suelo. En soja y trigo la pérdida fue de 98 milímetros, mientras que en un monocultivo de soja se alcanzaron los 125, contó, y recordó que el químico es muy difícil de encontrar en aguas subterráneas, por lo que las precipitaciones ayudan a su escurrimiento. “Vimos que con rotación mejoran los niveles de escurrimiento, lo que nos demostró que esos números se reducen en un 40%. De esa manera se evita que los químicos lleguen al agua superficial”.

 

“Hay que mantener vivo el suelo. Uno con raíces tiene mejor actividad microbiana que uno con barbecho químico pelado. Por eso es mejor hacer un cultivo de cobertura para detoxificar el suelo. Eso sirve para regular la dinámica hídrica y va a dar en la superficie una mayor actividad microbiana y una mejor degradación de los remanentes de herbicidas que haya acumulados en la tierra”, dijo Molina, y agregó que en momentos clave es importante saber cuáles son esos cultivos que presentan mayor sensibilidad.

 

“En el caso del trigo -explicó la ingeniera- se usan herbicidas que muchas veces no son necesarios. Finalmente toda esa acumulación de químicos con el mismo modo de acción termina por acumular fitotoxicidad, que no puede ser eliminada del suelo. Esos son problemas de stacking”, analizó la investigadora, mientras mostraba una imagen de cómo en esos casos los lotes se ven de manera poco uniforme.

 

“Cuando hacemos siembras al voleo entramos antes a los lotes. Con lo cual si estoy con herbicidas muy persistentes y con algún grado de sensibilidad, en el cultivo de rotación pueden aparecer anomalías que antes no eran percibidas. Por eso con los cultivos de cobertura se presta más atención qué herbicida se usa y si estoy interviniendo muy temprano con la siembra”.

 

“Todas estas nuevas estrategias deben darse de manera paulatina, es preciso ser creativos y empezar a reducir el uso de los plaguicidas, lo que vendrá de la mano de la intensificación en el uso de los suelos y no como hasta ahora, cuando se notan las pérdidas de materia orgánica y de nutrientes”.

 

“Las tecnologías de aplicación apropiadas para poder minimizar las derivas de los productos no volátiles es una decisión nuestra. Utilizar las dosis recomendadas, conocer la persistencia de los herbicidas y la susceptibilidad de los cultivos, hacer la receta agronómica son todas decisiones de quienes manejamos la producción de cultivos”, enfatizó, y aseguró que la estadística dice que el 70% de los campos en donde se hace agricultura son alquilados, lo que en algunos casos hace que no se tomen con la seriedad debida esas actividades.

 

“En los momentos de pulverización con glifosato en relación a la aplicaciones de fertilización fosforal, productos que compiten por los mismos ciclos de absorción, debe tenerse en cuenta que si se agrega fósforo al suelo antes que el químico, probablemente haya más pérdida de glifosato con eventos de precipitaciones", dijo Molina sobre otras de las formas en las que se puede hacer un uso eficiente de los químicos, y además de manera sustentable. 

 

"La siembra directa vino a darnos muchas soluciones, pero en la zona donde hemos hecho los estudios ha quedado demostrado que no es suficiente. Entonces es importante el concepto de diversidad de manejos para conservar los suelos como la clave de la producción agropecuaria. Cuidar el Medio Ambiente no es más que poner los valores humanos al servicio del trabajo. Ya no se le puede echar la culpa al glifosato. Avanzar en el despliegue de nuevas herramientas productivas está en nuestras manos", concluyó la experta, quien recibió un fuerte aplauso de aquellos que habían asistido al teatro de Estancia Grande.

 

Un espacio para el intercambio

 

Al finalizar la exposición de Molina, como fue la modalidad en toda la jornada, se abrió un espacio para quien quisiera consultar. En la mesa acompañaban a Molina, Jorge Mercau de INTA San Luis y el ingeniero Tomás Baigorria, que destinó su tiempo a hablar de los diferentes sistemas de producción sustentables en zonas periurbanas.

 

Marcelo Ellena es desde hace 15 años piloto de un avión fumigador. En el momento en que pudo, quiso dar su visión sobre uno de los trabajos más peligrosos de la producción de granos. "No somos todos. Yo hago un trabajo responsable con la clara premisa de cuidar el medio ambiente. Hay cosas que me preocupan. Principalmente la información errónea que se le da a la gente", empezó diciendo, mientras todo esperaban que hiciera una consulta. 

 

"Tengo más de 3.000 bidones tirados a la espera de que exista un centro donde pueda llevarlos de manera segura. No hay un campo que no tenga derrames químicos. Los aviones siempre son puestos como el demonio, pero no se sabe que es lo más seguro para el cuidado del medio ambiente", aseguró en su reflexión final.

 

 

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