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Los enviados de El Diario de la República ya están en Rusia

Por Maximiliano Molina
| 08 de junio de 2018
Rusia. La capital recibió a los periodistas de El Diario con mucho frío. Foto: Nicolás Varvara.

El viaje les llevó más de dos días y encontró las primeras historias en el camino. Un paseo “express” por Madrid bajo la lluvia y la llegada a Moscú. 

 

El primer recuerdo que tengo de un Mundial fue el de Italia 1990: el “Diego”, Caniggia, “Toto” Schillacci, los hermanos Bijik, Lothar Matheus y esa canción inigualable en cada transmisión. No olvido que miraba junto a mi papá por TV las definiciones por penales mientras mi mamá se encerraba en su habitación, se tapaba los oídos y no veía las atajadas del “Goyco”. Desde ese momento, con sólo cinco años, soñé con viajar a un Mundial. Imaginaba cómo debe querer salirse el corazón al escuchar el Himno en el estadio. Gritar un gol ahí, estar en ese lugar en donde el mundo pone sus ojos a lo largo de un mes. Pensaba en lo fantástico que debe ser cruzarse con fanáticos de todo el mundo.

 

Todo eso que sentía cada cuatro años podré vivirlo por primera vez en mi vida en Rusia 2018. Y lo que hace aún más apasionante esta aventura es que podremos —junto al fotógrafo Nicolás Varvara— compartirla gracias a esta fantástica profesión llamada periodismo y a El Diario de la República

 

Acompañaremos el día a día de la Selección argentina y estaremos en cada presentación de la “Albiceleste”. Pero como el Mundial no es sólo fútbol, esta cobertura nos permitirá conocer un país y una cultura totalmente distintos a los nuestros.

 

Allá vamos

 

El largo viaje desde San Luis a Rusia inició en auto. Periodista y fotógrafo, junto a nuestras compañeras de vida, disfrutamos de los últimos mates por ruta 7 hacia Mendoza. Tras las despedidas —con algunas lágrimas en los ojos—, un estricto control aduanero, y el “éxitos en el viaje…. traigan la Copa” del señor de Migraciones, dejamos Argentina.

 

Ni bien subimos al avión, encontramos al primer sanluiseño que también viajaba al Mundial. Era Lucas Aceituno, iba solo y luego nos contaría que tenía previsto visitar a unos amigos en Barcelona y Berlín, para luego ir a Rusia. Tenía entradas para Argentina-Croacia y estaba muy ilusionado, al igual que nosotros.  Un vuelo tranquilo nos llevó a Santiago de Chile, en donde pasamos la primera noche.

 

Desde la ventana, el color naranja sobre la Cordillera de los Andes daba indicios del amanecer en la capital chilena. El frío del hemisferio sur nos daba la despedida. Comenzaba la parte más extensa de este recorrido.

 

Madrid, en "pocas" horas

 

Tras más de doce horas en el aire, llegamos a Barajas, un aeropuerto enorme y con una arquitectura sorprendente. Ante casi doce horas de espera, aprovechamos para conocer la ciudad de Madrid. Al ser un “paseo relámpago”, debimos elegir qué conocer. Y nos quedamos con el “Santiago Bernabeu” y la Plaza Mayor. Un tren desde la terminal 4 nos dejó a unas pocas cuadras de la casa del Real Madrid. En ese trayecto comenzó a llover y el agua nos acompañó en todo el paseo.

 

Antes de ingresar al Bernabeu Tour (NdR: un paseo fantástico que contaré pronto), tomamos una gaseosas en un bar a media cuadra del imponente estadio. El mozo, de madre jujeña, nos escuchó hablar y como gentileza nos convidó un par de tapas. “Es un regalo”, dijo. Fue uno de los tantos gestos de amabilidad que recibimos en la capital madrileña. Cada vez que teníamos una duda o necesitábamos una indicación de cómo llegar a cierto lugar, la gente frenaba su marcha y nos ayudaba, siempre con una sonrisa.

 

Pasó el primer paseo en la casa del Real y un taxi nos llevó a la Plaza Mayor. Su chofer era un costarricense que hace más de treinta años vive en España, e hizo de guía en todo el recorrido. Transitamos calle Serrano, el coqueto barrio Santander hasta la puerta Alcalá. Luego la Fuente de Neptuno, en donde festeja sus logros el Atlético, y tras recorrer angostas callecitas apareció la Plaza Mayor. Turistas de todo el mundo se mezclan con los locales, que le tienen un afecto especial a ese lugar tan emblemático.

 

Para almorzar por unos pocos euros nos recomendaron el Mercado San Miguel y allí fuimos. Muchos grupos de amigos, sonrisas, bullicio y un sinfín de propuestas gastronómicas al paso. Un bocadillo —sandwich— de jamón ibérico más unas tapas de surimi y saladillo de exquisito sabor fue breve menú y emprendimos el regreso hacia el aeropuerto.

 

Pasamos por la concurridísima plaza denominada Puerta del Sol y desde allí caminamos por calles sumamente limpias y colmadas de turistas hasta Atocha, una enorme estación de trenes. El edificio es imponente desde el exterior y aún más en su interior. En su ingreso, tiene un espacio verde inmenso que le da un matiz especial y comercios para todos los gustos.

 

En las pocas horas que tuvimos en Madrid, encontramos una ciudad que sorprende a cada instante por su arquitectura y prolijidad, pero principalmente por su gente, siempre dispuesta a ayudar.

 

Quedó gusto a querer recorrer más, pero  Moscú esperaba. Y más historias para contar.

 

Llegamos a la capital rusa muy tarde. Como detalle les dejamos la imagen del amanecer moscovita, a las 3 AM, las 21 de ayer en San Luis. Comienza la aventura.

 

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