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Feedlot, una tecnología que no distingue escalas

Tres establecimientos de Buena Esperanza mostraron cómo incorporaron el engorde a corral en sus esquemas productivos. Con sus aciertos y errores del pasado, acumularon una experiencia que les permite asegurar que el encierre está al alcance de todos los que se dedican a la ganadería.

Por Juan Luna
| 19 de agosto de 2018

La gira ganadera que organizaron el INTA y el Centro Ganadero de Buena Esperanza y Batavia por tres establecimientos del sur provincial tuvo varios objetivos: mostrar cómo se utiliza el engorde a corral en la zona, despejar dudas sobre la construcción de las instalaciones y de la formulación de las dietas, e incentivar a los productores a mejorar sus esquemas productivos, entre otros. Pero el mensaje principal fue uno: demostrar que el feedlot no distingue escalas y está al alcance de todos.

 

Por eso, armaron un recorrido por las estancias en orden, de menor a mayor superficie, cantidad de hacienda y disponibilidad de recursos. Y todas, con sus aciertos y errores, demostraron que el encierre es una tecnología clave en esa incesante búsqueda de hacer más eficientes los campos.

 

“La idea de organizar una gira sobre esta temática fue una respuesta a varias dudas y consultas que aparecieron en la localidad y alrededores, de gente que ha empezado a incursionar hace poco en la tecnología y de otros que están pensando en incorporarla”, comentó Hugo Bernasconi, uno de los ingenieros de la Agencia de Extensión Rural de Villa Mercedes. Según el técnico, “teníamos dos caminos, organizar charlas puntuales o tratar de poner sobre la mesa la experiencia de lo que se está haciendo en la zona. Optamos por la segunda y gracias al centro ganadero pudimos contactar a diferentes productores con distintos sistemas productivos y escalas que abrieron sus tranqueras”.

 

 

Más de cincuenta vehículos recorrieron los feedlots de menor a mayor superficie, cantidad de hacienda y disponibilidad de recursos.

 

 

Para facilitar la logística de los viajes, las charlas y la comida que sirvieron, establecieron un límite de inscripciones. Pero en apenas una semana ese cupo se colmó y las consultas no dejaron de llegar, en una clara muestra de que el tema despierta mucho interés en el sur de la provincia. Finalmente, fueron más de 150 personas, entre productores y asesores, las que participaron de una jornada que promete continuidad.

 


Rumbo a "San Ernesto"

 

La estación de servicio que se erige frente a la rotonda que une a la autopista 55 con la ruta provincial 12 fue el lugar de reunión elegido. Además de ser un punto de referencia conocido por todos los que recorren a diario esos caminos, funciona allí el salón de una de las empresas comerciales que auspiciaron la gira.

 

La mañana estaba helada y había un viento incesante, pero los productores llegaron casi en bandada a terminar de anotarse y  tomar un desayuno caliente antes de empezar la recorrida. Luego de una pequeña presentación, a las 9:20 emprendieron el viaje detrás de una camioneta señalizada con una bandera. Más de cincuenta vehículos colmaron la ruta que conduce a Batavia y a unos pocos kilómetros, una tranquera de madera anunciaba el acceso al primer campo de los tres que visitarían hasta el mediodía.

 

Así llegaron a la estancia “San Ernesto”, una empresa familiar que formaron la señora Martha Gaddi y sus hijas, y que realiza una producción mixta en sus 2.200 hectáreas, entre el ciclo ganadero completo (cría, recría, reposición y engorde), con una pata agrícola que se cosecha para alimentar a los animales y para vender en forma de granos. La superficie se divide entre 800 hectáreas de soja y maíz y 1.400 para la hacienda, entre las que hay 1.000 de pasturas permanentes (400 de llorón, 400 de alfalfa y 200 de naturales), más 300 de centeno y 100 de sorgo forrajero.

 

La estancia introdujo el encierre a corral hace unos ocho años, y fue evolucionando tanto en la calidad de sus instalaciones como en la eficiencia del manejo.

 

Cuando empezaron, armaron comederos con tachos de plástico cortados por la mitad, que más adelante reemplazaron por otros hechos con lonas tensadas. Con ambos materiales tenían problemas de derrames de alimentos, que se traducían en pérdidas económicas. Pero además, los corrales "estaban bastante bajos y teníamos muchos inconvenientes cuando llovía porque se nos embarraban", contó Hernán Cappiello, el ingeniero agrónomo que está a cargo de la ganadería en la estancia.

 

Hace dos años dieron un salto de calidad cuando incorporaron recipientes de cemento de un metro, que pesan unos 200 kilos aproximadamente y  por ende son mucho más difíciles de voltear. Y también trasladaron toda la infraestructura a un terreno más elevado dentro del campo. “Tuvimos que hacer movimientos de suelo, levantar para darle caídas y pendientes hacia el oeste para que haya mejor escurrimiento del agua”, explicó el técnico.

 

Ahora cuentan con dos compartimientos de 60 por 65 metros, con la  posibilidad de construir dos más de igual tamaño. Cada uno tiene capacidad para contener unos 160 novillos grandes en etapa de terminación, con una superficie mínima de 24 metros cuadrados por animal y 37,5 centímetros de frente de comedero.

 

La raza principal que trabaja "San Ernesto" es el Aberdeen Angus, una hacienda que crían y destetan cuando alcanzan los 130 kilos. Luego, realizan una recría en el campo sobre las pasturas sembradas, antes de ser encerrados para la terminación. Cuando llegan a los corrales tienen unos 180 kilos y luego salen con un peso de entre 380 y 440 los machos, y de entre 320 y 380 las hembras, tras unos 120 días de encierre. Para armar las tropas, buscan no colocar más de 160 animales para no amontonarlos demasiado, pero también porque es más fácil separarlos por sexo y por tamaño.

 

Cappiello contó que un gran avance para la firma fue la incorporación de maquinarias para hacer más eficiente la mezcla y la posterior administración del alimento. Un tractor, una pala cargadora y dos mixers fueron suficientes para hacer la preparación de forma más rápida y repartir las dos dietas que manejan: una de adaptación (en el caso de que la recría sea a corral) y otra de terminación, con diferentes porcentajes de silo de maíz, soja cruda y un núcleo proteico mineral.

 

Gustavo Gutiérrez, el yerno de la propietaria del establecimiento, tomó la palabra y aconsejó a los productores: “Todo lo que hicimos fue con inversiones sacadas del campo, no trajimos ni materiales de afuera ni plata de nuestro bolsillo para poder crecer. Sólo es cuestión de animarse”.

 

Después de las explicaciones y un breve tiempo para mirar los animales y las instalaciones, la gira retomó su camino hacia la siguiente parada.

 

Aprender de los errores

 

Para llegar a "La Invernada", el campo de Ezequiel y Laureano Gaddi, hubo que ingresar por las calles de Buena Esperanza y seguir hasta el final del pueblo, donde desaparecen las últimas casas y dan lugar a una postal para retratar: una alta arboleda, dos tranqueras de madera ancha y un cielo claro como el agua.

 

La estancia tiene el doble de superficie que la anterior. Son 4.500 hectáreas que también se reparten entre la ganadería a ciclo completo y la agricultura para cosecha y para alimentación de la hacienda. La infraestructura también es mucho más grande que la de "San Ernesto", y cuentan con unos veinte corrales de diferentes tamaños y características donde engordan unas 3.000 cabezas por año.

 

Pero lo primero que aclaró Ezequiel Gaddi, cuando los productores se instalaron a escucharlo a los pies de un molino, fue que cuando incorporaron el feedlot hubo mucho de "improvisación". Por eso, reconoció, "cometimos un gran número de errores que fuimos tratando de subsanar".

 

Como testimonio, aún quedan viejos comederos de plástico y algunos corrales construidos sobre los bajos, junto a la manga de vacunación. "Lo hicimos por comodidad y ahí está el error principal. Con el paso de tiempo, en busca de la eficiencia, los tratamos de armar en la loma para darle declive hacia el fondo. Y también crecimos en maquinarias adecuadas", contó.

 

El año pasado diseñaron un nuevo callejón con recipientes de hormigón y contrapiso, un recurso que evita que los terneros se encharquen, que permite poner más cabezas y colocar raciones más voluminosas sin que se derramen. "Si uno va a hacer feedlot, tiene que tratar de tomarse el tiempo para pensarlo y diagramarlo de la mejor manera, para después no tener los inconvenientes que nosotros sufrimos y ahorrar muchos costos", aconsejó Gaddi.

 

Ellos empezaron a incursionar en el feedlot hace un poco más de una década, cuando vieron una oportunidad de incrementar sus ventas o sacarle algunos pesos más a los novillos con terminación a maíz. Establecieron un sistema ganadero a través del que los terneros destetados ganan entre 110 y 120 kilos y están listos para salir a la venta en el plazo de un año. Pero antes de eso, tratan de lograr la mayor cantidad de kilos a campo. "Se busca recriar en las alfalfas durante el otoño y después pasar a los verdeos de invierno (centeno). En la primavera, la hacienda vuelve a salir a las alfalfas y la cabeza de la ternerada se encierra en diciembre, de forma escalada hasta abril", detalló el hombre, dado que uno de los principales desafíos que plantea el sistema es lograr ser eficaz con los gastos y ganancias.

 

Hace poco "La Invernada" emprendió dos grandes cambios con los que busca hacer más eficiente su engorde. El primero fue cambiar la soja cruda como componente de la dieta por la burlanda que produce la firma Tigonbú a pocos kilómetros de su estancia, lo que le permite abaratar los costos y mantener una buena nutrición. La otra novedad es la utilización del sistema de gomitas elásticas para castrar a los terneros. "Nos anduvo muy bien. No tuvimos mortandad, el ternero sufre mucho menos y no deja de comer", sostuvo, y despertó mucho interés entre los productores, puesto que el capado tradicional todavía es la técnica más usada en la región.

 

Pero probablemente la gran cuenta pendiente que tiene la firma, según valoró su propietario, es la recopilación de datos y la medición de ganancias de peso diarias.

 

 Corrales para la industria

 

Muy distinto es el caso de la estancia "Huelucán", de la firma Tigumbú, que ha hecho del uso de la información y la tecnología una de sus banderas.

 

Fue la última parada del recorrido, cuando el sol ya había logrado asentarse y calmar un poco el frío. La gran horda de camionetas tomó la autopista 55 y atravesó al peaje para llegar al gigantesco campo de 8.000 hectáreas, que se reparten entre la agricultura y la ganadería, y donde se engordan entre 3.000 y 4.000 animales por año.

 

Fue la mejor demostración de cómo se puede llevar adelante un sistema intensivo de forma organizada y eficiente, con 16 corrales que disponen de las lomas y pendientes necesarias, separadas por una calle ancha de alimentación que permite el tránsito de dos transportes en sentidos opuestos.  Cada compartimiento tiene 60 metros de frente y 60 de fondo, y una capacidad para contener entre 150 y 200 cabezas, con un espacio de 20 metros cuadrados para cada uno.

 

En búsqueda de eficiencia, hace tres años sumaron el uso de caravanas electrónicas para tener datos de todos los vacunos que ingresan al establecimiento, y contar con registros desde el momento de su llegada y su evolución. Con ese moderno equipo tecnológico, que incluye conexión wifi entre las vacas, logran conocer el rendimiento y los requerimientos de cada animal y de cada lote.

 

Pero además, la firma de la familia González, instalada en el sur de San Luis desde la década del '90, también ha buscado la forma de generar un círculo virtuoso entre sus diferentes producciones.

 

Es que cuentan con una planta para generar bioetanol que otorga dos derivados que se usan en la nutrición animal: la burlanda y la vinaza. Ambos productos fueron incorporados en las dietas de sus feedlots.

 

"Pero siempre estamos buscando que más podemos hacer y cómo podemos ser más eficientes", dijo Gastón González, el representante de la tercera generación de los dueños del campo. Y contó el nuevo proyecto que la empresa se trae entre manos: generar dos megabytes de energía eléctrica para vender a la red, para luego usar el calor de los motores y reemplazar la gran cantidad de gas que necesitan sus calderas. Para poner en funcionamiento esos equipos, utilizarán la bosta del feedlot y maíz picado, por eso pretende incrementar la cantidad de corrales para engordar hasta 12.000 cabezas.

 

La jornada terminó con un plenario en un galpón de la estancia, donde los responsables de cada campo participaron de un debate sobre el uso de los corrales y de las mejoras que todavía pueden realizar. Algunos productores se animaron a hacer preguntas y a sacarse las dudas para poder incorporar el encierre en sus establecimientos.

 

"Se pudo ver que el tema del engorde a corral está al alcance de todos y que cada uno de los que asistió podrá analizar cuál de los sistemas productivos que vimos se asemeja más a su realidad. No hace falta tener una megaempresa para hacer un buen uso de esta técnica", cerró Bernasconi.

 

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