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Alambrar, el arte de "coser" los campos

El campeonato que organiza una firma metalúrgica llegó por primera vez a la provincia. Seis parejas mostraron sus técnicas, su precisión y su pasión por  un oficio que es tan antiguo como necesario en la producción agropecuaria.

Por Juan Luna
| 23 de septiembre de 2018

Desde hace cientos de años hay hombres que le cosen las heridas abiertas a los campos. Con la piel llagada por el sol o por la voracidad del frío, trazan geometrías en el suelo, en el monte, en la sierra o en el llano. Y mientras enhebran hilos de metal, tejen también su propia historia. Hace trece años, una empresa decidió organizar un torneo para premiar a los más habilidosos en esa tarea, como una forma de reconocer un oficio tan antiguo como actual, tan necesario como desprestigiado. El fin de semana pasado, el Campeonato Nacional de Alambradores llegó por primera vez a la Provincia de San Luis y fue uno de los grandes atractivos de la exposición agroindustrial de la Sociedad Rural Río V en Villa Mercedes.

 

Había una mezcla de sensaciones entre los concursantes antes de empezar la contienda. Aunque están acostumbrados a hacer kilómetros y kilómetros de cerramientos, la mayoría nunca había tenido que hacerlo ante la evaluación de un jurado y la mirada inquieta de un público que se acercó a observar con más curiosidad que convicción.

 

No les fue fácil a los organizadores reunir una cantidad mínima de participantes para empezar. Los alambradores son, en general, hombres de perfil bajo y de andar silencioso. Fueron solo seis duplas (cada una con un concursante principal y su ayudante) las que se animaron a salir del anonimato, aunque sea por un rato, y se inscribieron con sus herramientas listas en los bolsillos y con las manos apresuradas por empezar a atar.

 

Armaron dos rondas eliminatorias y una gran final, que se desarrollaron durante los dos últimos días de la muestra agropecuaria mercedina. “Hubiera sido bueno que se anotaran más, pero salió algo bueno y a la gente le gustó mucho porque es algo  novedoso”, expresó Pablo Bianchi, presidente de la Rural.

 

La idea de poner a competir a los trabajadores fue del Grupo Acindar, una empresa especializada en fabricar productos de acero, desde los que se usan para la construcción hasta los que más se lucen en los establecimientos rurales, como alambres, postes y varillas.

 

El ingeniero Daniel Gilardi, representante de la compañía, contó que el torneo surgió como una forma "de acercarse cada vez más a quienes usan todos los días los productos y luego los recomiendan, pero también como una manera de revalorizar su oficio”.

 

La competencia que se realizó en una porción del terreno del predio La Fortuna, sede de la entidad mercedina, fue una de las rondas regionales de este año, junto a las que ya se habían hecho en Buenos Aires, Córdoba y La Pampa. Las tres parejas que se subieron al podio, (Pedro y David García; Hugo Rivero y Jorge Calimber; Raúl y Carlos Lobos) se ganaron un lugar en la final nacional, que se llevará a cabo en la Expoagro 2019, del 12 al 15 de marzo en San Nicolás. El resto de los participantes también se llevaron premios en materiales y herramientas, por valores desde los $20.000 hasta los $60.000.

 

La modalidad del concurso consistió en que cada "yunta" demostrara su precisión, rapidez y prolijidad en un alambrado simbólico de unos diez metros de longitud. Ya estaban colocados dos esquineros y un poste central, para que los participantes tensaran los hilos, hicieran los nudos correspondientes e introdujeran las varillas necesarias. “Ellos traen sus herramientas de mano y la empresa les entrega los materiales. Tienen que hacer siete hilos, cinco lisos y dos de púa, mientras un jurado verifica cómo terminaron, cómo pusieron el varillar, cómo tensaron y, finalmente, la velocidad”, explicó Gilardi.

 

Para completar la tarea, las duplas tenían un tiempo máximo de cuarenta minutos. Luego de ese plazo, el jurado evaluó desde cómo tensaron cada hilera, cómo estaban maneadas las varillas, la horizontalidad y la distancia de cada alambre y hasta la prolijidad para desenrollar el material.

 

Vicente Andrada fue uno de los que tuvo la tarea de juzgar y puntuar cada performance. Su fama de referente en la actividad lo avala para reconocer las mejores técnicas y apreciar las virtudes y defectos de cada tejido. "Yo los miro y ya veo si están bien parados para arrancar. Los comparo con un boxeador que se sube al ring y tiene que estar bien acomodado para pelear. No es lo mismo si es zurdo o derecho. Parecen pequeñeces, pero son detalles que te pueden complicar el cuerpo a lo largo del día", explicó con la serenidad que le ha dado toda una vida trazando cerramientos en estancias.

 

Una de las novedades que trajo la competencia a suelo mercedino es que tanto los esquineros como los postes y las varillas eran de metal, y no de madera como se acostumbra en la mayoría de los campos de la región. “Es una tendencia que ya está vigente en países como Estados Unidos o Australia. Y en Argentina cada vez hay menos guías para sacar especies de bosque nativo. Entonces se empiezan a usar otras variantes, como el cemento, el plástico, o el acero. La ventaja es que son ignífugos, de fácil colocación y económicos, tanto en la inversión inicial como en el mantenimiento”, resaltó el agrónomo Gilardi.

 

Un sol denso se apoderó del cielo cuando los alambradores se ponían los guantes, las antiparras de seguridad, la gorra y la remera que la empresa les dio. Algunas gotas de sudor ya caían en el rostro de algunos cuando tocó la señal de largada.

 

Tejer el propio destino

 

Con un poco de nervios y ansiedad estaba Carlos Luna cuando la revista El Campo se acercó a conversar con él. El participante aprendió a hacer sus primeros nudos cuando apenas tenía siete años y acompañaba a su padre a armar algún corral o dividir potreros en medio del campo. Pero el desafío de usar materiales a los que no estaba acostumbrado, lo tenía un poco intranquilo. “Yo siempre trabajé con postes y con varillas de madera. Nunca usé estos de metal, pero creo que para el campo es mejor porque si hay una quemazón, esto no arde”, reconoció. Siempre hay tiempo para aprender algo nuevo.

 

El nacido en la zona del dique San Felipe contó que alambrar es casi como un deporte: al que le gusta hacerlo, no lo siente como una carga. “Aunque armar un buen alambre lleva tiempo, sobre todo porque nos gusta ser prolijos. Eso sí, yo tengo mis precios y los hago valer”, aclaró.

 

Es que la mayoría coincide en que el servicio no siempre está bien reconocido al momento de la paga.

 

“Siempre te pelean los precios y es un trabajo muy sacrificado. Hay que cavar, hacer corrales, trabajar con materiales pesados. Muchos dicen que hay que hacerlo en invierno, pero lo desarrollamos en el año de punta a punta porque de otra forma no podríamos vivir”, agregó Adrián Soria, un paisano de 34 años que nació en Los Cajones, al norte de la provincia, y adquirió el oficio como empleado de una empresa chaqueña.

 

Más allá de la particularidad de Soria, por lo general los alambradores heredan los conocimientos y las habilidades de sus padres, y se iniciaron a una edad muy temprana en la actividad.

 

“Desde chico yo andaba con mi papá trabajando, pero antes era distinto. Hoy tengo 61 años y muchos me preguntan si me gustaba alambrar. Yo no sé si me gustaba, mi viejo me llevaba y había que hacerlo. Con el tiempo le empecé a agarrar el gusto y hoy en día si no hago un alambre en la semana, siento que me falta algo. Amo lo que hago y gracias a esto conozco mucho de suelos, climas, terrenos, porque es una tarea al aire libre, muy sana y en contacto con la naturaleza", valoró Andrada.

 

Más allá de que el concurso de Acindar es una manera de reconocer la importancia del oficio, y que incluso han creado una escuela para enseñarlo, el hombre reconoció que es una profesión que corre peligro de extinguirse. "Yo creo que los más viejos no sabían transmitir lo que hacían, trabajaban de una forma muy oculta, muy para ellos. Yo sufrí eso, entonces decidí que lo que sé, lo tengo que compartir. La ventaja que tiene la juventud de hoy es el acceso a la tecnología, si escuchan la experiencia y se apoyan en los avances les va a ir muy bien”, dijo, casi como un legado.

 

Premio al esfuerzo

 

Cuando el reloj acusaba los últimos minutos del tiempo máximo, la mayoría de los participantes ya habían terminado. Completaron sus trabajos apurados, entre corridas, con un calor agobiante y un público cada vez más entusiasmado. Para animar las rondas, un cantante humorista y un relator le dieron un toque apasionante a la final.

 

A pesar de todo, intentaron no abandonar nunca la precisión y eso fue lo que premió el jurado. Pedro y David García, que llegaron desde Alta Gracia, Córdoba, fueron los ganadores, dado que la ronda se hizo en San Luis pero podía recibir concursantes de toda la región. "Estamos muy contentos porque el nivel era muy competitivo. Es algo muy bueno porque no solo mostramos lo que hacemos, sino que también aprendemos de los demás, vemos cómo ata o la prolijidad de algún otro concursante, y también nos hacemos amigos", dijo David tras la coronación.

 

El hombre, de 46 años, sostuvo que el regreso de la ganadería contribuyó a que el oficio de alambrador también volviera a ganar terreno y a demostrar su importancia para la vida y la eficiencia del campo argentino.

 

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