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El nombre surgido de la codicia

El embuste podría haber sido fruto del ingenio argentino, pero no, la viveza criolla no había germinado todavía. Su origen está en la codicia de los conquistadores, que querían hallar metales preciosos hasta donde no los había. Eso hizo proliferar las más diversas leyendas sobre reinos repletos de oro y plata en toda Sudamérica. Hasta el Valle del Conlara llegó Francisco César con su expedición en busca de uno de ellos. De toda esa fiebre por los metales preciosos y de los datos, falsos en algunos casos, que la alimentaron le nació el nombre a este país.

 

Para cuando los españoles, y los otros cuatro pueblos conquistadores europeos, se convencieron de que acá no había grandes yacimientos de plata y la gente no se andaba tropezando con pepitas de oro que se levantaban del suelo al caminar –como llegó a mentirle Rivadavia a un empresario inglés–, ya don Martín del Barco Centenera había publicado su poema histórico “La Argentina o la conquista del Río de la Plata”, un canto a estas tierras. Fue la primera vez que se usó el término para referirse a esta región.

 

 

De la fiebre por los metales preciosos y de los datos, falsos en algunos casos, que la alimentaron le nació el nombre a este país.

 

 

El ancho río mencionado en el título de la obra también le debe su denominación a la voracidad por el argentum, el metal más codiciado después del oro en esos tiempos del mercantilismo, cuando la riqueza de una nación se medía según su capacidad de acopiar ambos metales. Lo llamaron así porque los aborígenes de la región, antes de comerse a Juan Díaz de Solís le contaron que remontando esas aguas podía llegar hasta un vasto imperio en el que abundaba la plata. El dato no era rigurosamente preciso, pero era cierto que hacia el noroeste, en el Tahuantinsuyo de los Incas, estaba el cerro Potosí, gran cantera del metal blanco.

 

Sabido es que esa región no es parte de la Argentina, pero en 1601, cuando Del Barco Centenera escribió sus versos, no había fronteras porque todo el continente, salvo un pedacito que era de Portugal, era una sola posesión española.

 

Más al sur, en lo que después del trazado de las fronteras pos-independencia fue nuestro territorio nacional, no hay minas de plata semejantes a la de Potosí. Los conquistadores lo supieron. Ese es uno de los motivos por los cuales no se esmeraron en ocupar el sur de América del Sur. Recién le prestaron atención cuando advirtieron que debían cuidarse de los afanes expansionistas de los portugueses desde el norte (desde su Brasil) y de los ingleses por el Atlántico. Por eso crearon el Virreinato del Río de la Plata, el último de los cuatro que establecieron.

 

Les dejaron a los criollos la tarea de avanzar contra los “indios” de la Patagonia, y Roca, recién a fines del siglo XVIII, se encargó de ellos. Pero el nombre que el clérigo español Del Barco Centenera eligió para designar a este país sobrevivió a la comprobación de que no era, precisamente, la región donde abundaba la plata. El sustantivo Argentina subsistió a la dilución de las leyendas que lo originaron y a la desilusión de los hombres que la trajinaron en odiseas legendarias en busca de riquezas. Hoy define algo que también es toda una aventura. Pero esa es otra historia.

 

 

 

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