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Los Castellino le juegan sus fichas a la alfalfa

La familia de Liborio Luna se lanzó de lleno a un negocio que aparece como muy tentador para los productores de San Luis. Ya tienen 40 hectáreas sembradas con este cultivo y el año que viene sumarán 400 más para exportar pasturas de calidad a los países árabes, de la mano del plan "Alfazal" que desarrolla el Gobierno de la Provincia.

Por Juan Luna
| 15 de diciembre de 2019

Por estos días los Castellino van de un lado para otro casi sin descanso. Se pasean por los lotes y como artesanos controlan la alfalfa con sus propias manos, a la espera del momento justo para empezar a armar los rollos. La pastura luce brillante bajo el sol, como una alfombra sobre la que se asienta un negocio en nacimiento, pero que también acoge las ilusiones de una familia que respira campo las veinticuatro horas del día.

 

“Nuestros jefes son el clima y los clientes”, asegura Fabricio, un joven de 25 años que estudia para convertirse en ingeniero agrónomo. Su padre, Raúl, de 54, hace un paneo con su mirada y se le dibuja a la sonrisa. Los dos sobrepasan fácilmente el 1,80 metro de altura y su presencia es como un faro dentro del océano verde que ellos mismos crearon hace dos años.

 

 

 

La camioneta funciona como oficina. Mientras uno maneja, el otro atiende las llamadas, conversan sobre precios y toman decisiones. El tiempo apremia porque una vez que se hicieron los cortes, no hay lugar para las distracciones: una simple demora puede afectar la calidad de los rollos.

 

Es que ya tienen sus fichas jugadas sobre el paño. La poca profundidad de la napa en uno de sus campos y la demanda cada vez más grande de pasturas de los países árabes, les abre una oportunidad que están decididos a aprovechar, pero que también demanda tiempo, esfuerzo y dinero.

 

 

Fe y trabajo

 

Castellino es un apellido tradicional en Liborio Luna, un paraje emplazado entre San Luis y Villa Mercedes, poblado casi completamente por estancias familiares, además de una escuela y una pequeña capilla en la que ellos también tienen mucho que ver.

 

En 1953, hubo una gran sequía en la región que provocó la muerte de mucha hacienda e hizo peligrar las cosechas.  Tomás Castellino y Delfina Oliveros, un matrimonio de italianos que había desembarcado en la Argentina después de la Primera Guerra Mundial, le prometieron a la virgen que si los ayudaba, levantarían un altar en su nombre. El "milagro" se produjo y después de una lluvia generosa construyeron una ermita en honor a María Auxiliadora.

 

 

 

Eran los abuelos de Raúl, quien nació como un eslabón más de una genealogía que siempre supo mezclar la fe y el trabajo, y que hizo del campo su principal sustento y su estilo de afrontar la vida.

 

Cultivos, vacunos, cerdos, ovejas, hortalizas. En sus tierras ha habido de todo y han probado suerte con diferentes emprendimientos para ganarse "el pan de cada día".

 

"Venimos con establecimientos mixtos, con agricultura y ganadería, desde hace muchos años. Después de que falleció mi padre, tomé el mando de las tierras", contó el hombre.

 

Pero desde hace dos años hicieron una nueva apuesta y se volcaron a un proyecto que cada vez tiene un horizonte más claro: la exportación de alfalfa.

 

En otro terreno familiar, propiedad de la familia de la esposa de Raúl, sembraron unas cuarenta hectáreas. La plantación está unos 15 kilómetros al norte de Villa Mercedes, en el área rural de Juan Jorba, sobre la ruta nacional N°8.

 

La idea no nació de la nada, sino que hubo dos factores fundamentales que se conjugaron. En primer lugar, porque la zona lo permite por la cercanía que tiene la napa con la superficie, que posibilita que la alfalfa, que es casi una bomba de agua, crezca y se desarrolle sin inconvenientes.

 

Por otra parte, "no deja de ser un poco más rentable que sembrar soja y maíz”, argumentó el productor. Es que existe un interés cada vez más creciente por parte de los países de Medio Oriente por importar pasturas para sumar proteínas en sus megatambos. Eso les abre muchas oportunidades a las naciones con grandes extensiones de tierra, como la Argentina.

 

De ese modo, no son pocas las empresas que han sembrado más alfalfa y han empezado a concretar operaciones con firmas internacionales. Incluso se han realizado rondas de negocios con inversores extranjeros que llegaron a suelo argentino a buscar el forraje que no tienen en el propio por restricciones con el agua.

 

En San Luis, fue el Gobierno el que encabezó una cruzada para darles una oportunidad económica a los productores, al mismo tiempo que generaba una solución al problema ambiental que sufre la Cuenca del Morro, con excesos hídricos en muchos campos.

 

Los Castellino participaron activamente de cada una de las reuniones para darle forma a "Alfazal", la nueva unidad de negocios que tiene su epicentro en el predio de la Zona de Actividades Logísticas (ZAL).

 

 

Alfalfa artesanal

 

Aunque la alfalfa es una pastura bastante utilizada en la región y con una larga tradición en los establecimientos ganaderos, con el plan provincial tratan de fomentar un cambio de paradigma en la forma de producirla.

 

En síntesis, les pidieron a los productores que se quieren sumar al proyecto que deben empezar a planificar la pastura no como un recurso forrajero, sino como un cultivo agrícola, con tantos cuidados como pueden exigir la soja o el maíz.

 

 

 

La familia nativa de Liborio Luna tomó nota de ello y han puesto especial atención a cada detalle del ciclo, en un proceso que podría parecer artesanal de tanta precisión.

 

El primer acierto estuvo a la hora de elegir una variedad para sembrar. "En algunos sectores pusimos una salinera 'Palo Verde' del grupo 9 y en otros, 'Monarca' del grupo 8", detalló.

 

La inclinación por ese tipo de semillas se debió a que, aunque las napas freáticas están bastante cerca de la superficie, tienen un porcentaje alto de salinidad. Por eso, escogieron cultivares que tienen una genética adaptada para tolerar con éxito esas condiciones.

 

De hecho, Raúl contó que uno de los lotes que hoy está cubierto de verde, hasta hace muy pocos años estaba lleno de agua. En el 2015, "cuando llovieron mil milímetros, se abrieron algunas vertientes en los establecimientos vecinos y se inundó una gran parte del campo. Pero lo fuimos tratando de remediar con estas pasturas, con laboreos, trabajos y ahora está totalmente recuperado", aseguró con orgullo.

 

El otro motivo por el que eligieron variedades de los grupos 8 y 9 es que tienen una rápida productividad y ayudan a aprovechar mejor las estrechas ventanas de siembra que están libres de heladas en la zona.

 

"Tenemos cultivares de latencia corta (duran pocos años), pero que entran rápidamente en producción y nos dan varios meses de productividad", explicó Fabricio.

 

A la hora de profundizar en los aspectos técnicos, Raúl le cede la palabra a su hijo, que es estudiante de ingeniería agronómica y es quien aporta todo lo que aprende en la universidad al proyecto familiar.

 

El joven señaló que es clave aprovechar la estación libre de heladas porque cuando aparecen las temperaturas bajo cero, "la planta guarda reservas para la próxima temporada y no produce más. Eso generalmente se da a fines de marzo o a mediados de abril, aunque es bastante irregular en la zona".

 

Eso le da a la alfalfa un período cumbre para hacer en las "cosechas", que se extienden desde noviembre hasta abril.  "Apenas se induce la planta, vamos haciendo los primeros tres cortes cada 30 ó 35 días, mientras que los últimos dos cortes son un poco más largos, porque el índice solar empieza a bajar", agregó.

 

Cuando la revista El Campo visitó el establecimiento, que lleva por nombre Don Quique, estaban preparando la segunda tanda de rollos de la temporada y estimaban que iban a tener una productividad mayor a la de la primera etapa, gracias a las lluvias que se acumularon en las últimas semanas.

 

 

 

El futuro ingeniero dijo que pusieron especial atención a los requisitos que exigen los mercados internacionales. "En primer lugar, lo que tenemos que tener en cuenta es que hay que realizar una planificación del cultivo. Cuidar la densidad de plantas logradas por metro cuadrado, tener cuadros libres de malezas, ver los momentos de corte y la humedad, entre otras cosas", reveló.

 

Ninguno de todos esos detalles puede quedar librado al azar. "Hay que cortar antes del 10% de floración, apenas vemos la primera flor, porque en pocos días los parámetros se modifican muchísimo. Empieza a bajar la proteína y a aumentar la fibra, cuando en realidad lo que más necesitamos es lo primero", ejemplificó.

 

Hay otro factor que repercute mucho en el producto final y es el de las maquinarias. Este año los Castellino invirtieron en comprar una nueva enrolladora, pero admiten que no tienen todos los equipos que necesitarían. "Tratamos de hacer lo mejor que podemos con lo que tenemos. Nos falta tecnología de mayor alcance y volumen y una segadora con acondicionador, que haría que podamos secar la hoja con el tallo de forma sincronizada. Ahora cortamos con la segadora común y eso tiene un par de desventajas porque el corte castiga a la planta y después tiene que recuperarse", explicó.

 

Aún así, aseguró que están confiados en poder alcanzar, con sus pocos recursos, la calidad y el tipo de alfalfa que solicita el proyecto "Alfazal" para luego secar, procesar y armar los fardos que exportarán hacia los países árabes a partir del año que viene. Trabajo genuino y dólares para la economía puntana.

 

De todos modos, si en esta ocasión no logran cumplir con los estándares exigidos, cuentan con un buen potencial de clientes en la zona. "Como estamos en el semiárido, en donde siempre faltan pasturas, tenemos buen mercado. De hecho, con lo que tenemos por ahora, nos faltan rollos a lo largo del año. Nos compran para la hacienda y mucho para los caballos de carrera, de polo, de salto, porque estamos haciendo una buena calidad", expresó.

 

 

Una apuesta más

 

Aunque sean personas de fe y tienen esperanzas de que el futuro será prometedor, saben que no hay mejor garantía que aplicar todo el sacrificio que puedan sobre los lotes.

 

"Vemos que el negocio tiene una buena rentabilidad, pero mientras más trabajemos, mejor nos va a ir. Esto no es sembrar, sentarse y venir a la cosecha. Hay que permanecer, controlar y estar atentos. Con la superficie que vamos a tener, empezaremos a trabajar en forma escalonada: cuando terminemos un lote, ya tenemos que pasar al otro y así sucesivamente", anticipó el joven.

 

Es que tienen la férrea determinación de sumar 400 hectáreas con alfalfa durante 2020. Tienen previsto sembrar la primera mitad en marzo y luego completar el total de la superficie. Para ello, ya alquilaron tierras cercanas y empezaron a hacer las divisiones.

 

"Es una gran inversión, porque la semilla que se usa es cara. Hay que hablar de ocho dólares el kilo, y para tener una buena implantación, necesitás entre 15 y 22 kilos por hectárea. Y después hay que mantener con fertilizaciones y algunos graminicidas. Tenemos un parámetro de cuatro años con un pico de producción, después decae y a empezar de nuevo", analizó Raúl.

 

Ambos están decididos y entusiasmados. La combinación entre la experiencia del padre y el empuje del hijo es una ventaja más de la que pueden sacar provecho para que el proyecto crezca y se asiente con el tiempo.

 

 

 

"A mí me gusta mucho el campo y los dos estamos pensando en buscar cada vez más la eficiencia. No todo es trabajar, sino hacerlo de forma inteligente y empresarial. Después de esta etapa creeremos que podremos pasar a máquinas más grandes y crecer en escala. Pero primero hay que ponerse las alpargatas sucias y mojadas y después los zapatos", graficó el joven con mucho optimismo.

 

Cuando llega el momento de intercambiar criterios y tomar decisiones, los dos se convierten en pares que buscan lo mejor para el emprendimiento y, por supuesto, para la familia.

 

"No tenemos opción, hay que llevarse bien porque son muchas horas, a veces en horarios bastante extraños porque tenemos que trabajar de día, de tarde, o de noche", dijo Fabricio entre risas.

 

Para Raúl, el proyecto tiene un sabor aún más especial. Porque, además de soñar con un éxito productivo y económico, en su nueva iniciativa se da el gusto de compartir tiempo y una misma pasión con su hijo, como en alguna época lo hizo él mismo con su padre. "Para mí, no hay nada mejor que tener un ladero que sigue lo que uno siente y lo ayuda a seguir cosechando. A eso apuntamos para que todo vaya cada vez mejor para la familia", expresó con la voz un poco entrecortada, como intentando disimular la emoción que también le aflora a los "duros" hombres de campo.

 

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