19°SAN LUIS - Sabado 27 de Abril de 2024

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La importancia del consumo interno para la carne

En los últimos cuatro años se produjo un crecimiento exponencial de las exportaciones, proceso largamente esperado por los productores. Eso significó una menor oferta para la demanda local y en consecuencia cayó el consumo interno medido en kilos por habitante y por año. La producción creció, pero, como siempre sucede, a un ritmo mucho menor y en gran medida gracias a la alta faena de hembras y especialmente de vacas, por la creciente demanda China y la falta de rentabilidad de la cría.

 

En el sector sobrevive la creencia de que es necesario exportar y eso es bien cierto, pero para que haya mejores precios debe haber competencia entre el consumo y la exportación, lo que nunca entendió o no le interesó entender a los funcionarios kirchneristas.

 

Con el macrismo se recuperó la exportación, pero no se le prestó atención al consumo interno. En el sector también prevalece la idea de que el argentino nunca va a dejar de consumir carne vacuna, y por lo tanto no se cuida lo suficiente al cliente que se lleva el 75% de lo que se produce, y que además llegó a comprar más del 90% de la producción cuando la exportación estaba muy limitada.

 

Esa creencia respecto de que el consumo local es cautivo se pone en duda en tiempo de crisis y de cambios de hábitos alimenticios. Hay sectores sociales que no pueden pagar lo que antes por carne vacuna, pero otros con más poder económico y educativo siguen fieles al producto y empiezan a cuestionar las creencias instaladas en el discurso; y no nos referimos solamente a los veganos, sino también a los que dudan o cuestionan los beneficios del consumo de esta proteína.

 

La cadena enfrenta muchos desafíos en este sentido, son cambios lentos pero que se van notando e imponiendo y el sector en conjunto debe trabajar para seguir seduciendo a un cliente que ya no es tan cautivo como siempre se creyó.

 

Para el ganadero, que el consumo esté firme es la mejor de las noticias, pero en los últimos cuatro años se lo castigó significativamente. Pese a que se redujo la oferta de carne, lo que derivó en que el promedio sea de 50 kilos por habitante y año en 2019, los precios de la carne vacuna y de la hacienda mejoraron menos que la inflación y que el valor del pollo, que fue ganando participación en el mercado interno.

 

Recuperar el consumo local es clave para el desarrollo de la cadena ganadera, más cuando el mercado internacional no está garantizado: China está achicando sus compras, Europa paga poco, a Estados Unidos se vendieron unas pocas toneladas, a Japón todavía no se ingresa con carne de la zona libre de aftosa con vacunación y Corea es una posibilidad lejana. Mientras tanto los argentinos gustan de comer de todo: los cortes de más valor y hasta las achuras, y el pago es de contado y a los pocos días de la faena el dinero ya ingresó a la cadena. La exportación es necesaria, pero más importante resulta hoy recuperar al consumo local.

 

La disminución del poder de compra de la demanda interna es una de las variables económicas más resentidas en la Argentina y que explica la crisis económica. Una forma de contemplar la caída en el consumo es midiendo cuántos kilos se comen y así lo indica un informe del Rosgan con base en datos del Indec: “Al mes de septiembre el nivel de consumo acusaba una baja interanual de 9 puntos, tras 15 meses consecutivos de caída ininterrumpida. El consumo de carnes, en particular, no escapa a esta tendencia”.

 

Si en 2019 el consumo de carne vacuna promediará los 50 kilos por habitante, el de pollos, de acuerdo a las estadísticas del Centro de Empresas Procesadoras Avícolas, llegaría a los 46 kilos; y a eso hay que sumar otros 15 de carne de cerdos, producción que este año, y debido a los menores resultados económicos, frenó su crecimiento, lo que devino en un estancamiento de la oferta al mercado local. En total y según ese cálculo, el ciudadano argentino contaría con 112 kilos, es una cifra alta sumando los totales, pero al sector vacuno no debería resultarle insignificante la menor participación en el mercado local.

 

En los últimos años el consumo promedio sumó 60 kilos, pero en los últimos dos la tendencia a la caída fue notable por el incremento en las exportaciones que no fue acompañado por una tendencia a la mayor producción de carne ni por una creciente productividad del rodeo. Y en esto tiene también que ver la crisis económica de la Argentina, que obliga a que el criador sea conservador con el gasto; y al engordador a apelar a la cautela al momento de la compra de invernada, siempre que el mercado se lo permita.

 

 

Pero la verdadera forma de medir el consumo de carnes es mediante el gasto que se hace por parte de la población y acá es donde se prenden las luces amarillas. La situación de la población argentina es cada vez más precaria. Las últimas estimaciones hablan de 35/38% de pobreza y la devaluación encubierta que se hizo mediante el corralito primero y el impuesto al dólar ahorro, que en definitiva elevó su cotización, no hizo más que incrementar esos índices.

 

Al ganadero y a toda la cadena no le conviene que su mayor cliente no tenga poder de compra, a menos que no le importe la conformación social o que se tenga un modelo de negocios como el del Uruguay, donde se vende al extranjero el 80%, y apenas el 20% en el mercado interno.

 

En este esquema, la carne vacuna pierde, al tiempo que ganan las alternativas. El pollo logra cada vez más penetración y en gran medida gracias al diferencial de precios.

 

Es notable el cambio en el nivel de consumo, medido en función del gasto que se hace. El informe del Rosgan al que referimos indica: “Si nos alejamos de la coyuntura actual y nos remitimos al año 2009, vemos que el nivel de consumo total es exactamente el mismo que el proyectado para este año, 110 kilos por habitante. Sin embargo, la integración de dicho consumo muestra importantes variantes. Diez años atrás, la carne vacuna representaba el 62% del consumo total, mientras que actualmente representa apenas un 47%, es decir, ha perdido 15 puntos de participación, de los cuales 9 los capturó el pollo y 6 la carne de cerdo”.

 

Según los técnicos que elaboraron el documento, los cambios no tienen que ver con las preferencias de la demanda sino con la situación económica: “La magnitud de dichas variaciones en el último año nos lleva a analizar qué está sucediendo al nivel del presupuesto de compra del consumidor medio. Tomando como base el relevamiento de precios minoristas que realiza mensualmente el Instituto de Promoción de la Carne Vacuna Argentina (Ipcva), vemos que el incremento registrado en el precio de la carne, tanto vacuna como porcina en los últimos meses, se ha ubicado por debajo de la tasa de inflación. El quiebre de esta tendencia se da precisamente en el último mes relevado —noviembre—, donde los principales cortes de carne vacuna exhibieron un salto promedio cercano al 10% mensual, acumulando una suba interanual del 55,5% contra una tasa de inflación equivalente al 52,1% anual.

 

Para ese mismo mes, el precio del pollo fresco acumulaba un alza interanual del 63,7%, mientras que el pechito de cerdo acompañaba la inflación marcando subas del 52%, respecto de noviembre de 2018”.

 

En el documento se expresó el cálculo que tantas veces hicimos en estas líneas respecto del gasto en carnes de la población: “En el caso del cerdo, sobre un consumo anual per cápita estimado en 14,6 kilos, el gasto total proyectado por habitante para 2019 rondaría los $2.900 anuales. Bajo el mismo razonamiento, el gasto destinado al consumo de pollo —sobre la base de 43,2 kilos per cápita— se ubicaría en torno a los $3.700 anuales; mientras que el consumo de carne vacuna —estimado en 51,9 kilos per cápita— implicaría un gasto total durante 2019 cercano a los $12.400 por habitante”.

 

Con respecto al gasto hecho en 2018, se verifica un crecimiento sumando las tres carnes de 45%, varios puntos menos que la inflación, pero cuando se desagrega la comparación por producto, se verifica lo que decíamos más arriba: la crisis significa más consumo de pollo y menos gasto en carne vacuna; y eso no es menor porque la demanda local se lleva el 75% de lo que producen los ganaderos. Por eso insistimos en la importancia de cuidar al mercado interno. Al respecto, esto dice el informe del Rosgan: “El gasto medio estimado en consumo de carnes estaría contrayéndose este año en un 3% anual (medido en términos reales). Dentro de ello, tanto la carne vacuna como la porcina verían reducido su gasto anual promedio en un 6%, mientras que el consumo de pollo estaría expandiendo su nivel de gasto en un 13% anual. En definitiva, estamos viendo un consumo sumamente golpeado por la pérdida del poder de compra de los salarios, que debe rebalancear su prepuesto a fin de atender las prioridades más urgentes. Precisamente la prioridad del nuevo gobierno deber ser recuperar el nivel de ingreso de los argentinos”.

 

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