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Barbie, en medio de la lucha feminista

Los sesenta años de la muñeca que fijó un estereotipo irreal de imagen femenina se festejan justo cuando la lucha de las mujeres está en su apogeo. Dos caras de una misma historia.

Por Florencia Espinosa
| 05 de marzo de 2019

Parece una ironía del destino que un día después del Día de la Mujer la muñeca Barbie celebre un aniversario más, justo con lo particular que resulta el significado de esa jornada gracias a los cambios históricos que se lograron este último año.

 

Es que el 9 de marzo de 1959 salía a la venta la primera edición del juguete que conquistó a las niñas de muchas generaciones y que fue un reflejo del estereotipo femenino década tras década. La imagen de una mujer con curvas perfectas, piernas infinitas y estilizadas, cintura pequeña, blanca, rubia y de ojos claros reforzó a través de una “inocente” muñeca el ideal de la figura de la mujer, avalada por cientos de publicidades y mensajes transmitidos por los medios de comunicación.

 

Con el movimiento feminista en lucha permanente; con la necesidad de deconstruir una cultura patriarcal que agobia y oprime; con la exigencia por parte de las mujeres de ser escuchadas, respetadas y de poder adquirir derechos que durante tantos años fueron negados; ¿tiene algo en común aquella muñeca blonda con las mujeres de hoy?

 

Ruth Handler, la creadora de Barbie, imaginó a la muñeca pensando en su hija. Quería lanzar un juguete con el que la pequeña pueda jugar lejos del mandato maternal, ya que para entonces lo más común eran los bebotes, mamaderas, carritos, y todo lo relacionado con los cuidados de un bebé. Pero la idea transgresora quedó sólo ahí. La primera Barbie tenía el estilo pin up de la época, un cuerpo voluptuoso de acuerdo a las medidas que se corresponden con el ideal femenino de esos años. De ahí en más cumplió siempre los mismos parámetros y Mattel, la empresa que las fabrica, sólo flexibilizó la imagen ante algunos pedidos de la sociedad: surgió una muñeca morena, otra en silla de ruedas, otra mexicana, y hasta una pelada para simpatizar con los niños enfermos de cáncer.

 

 

 

 

Pero aún así Barbie intentó representar a la mujer moderna de cada época. Cientos de muñecas integraban la colección y todas con una profesión o actividad distintas: estaba la versión deportista, bailarina, madre, modelo, novia, rockera, maestra, doctora, veterinaria y así una lista infinita. En ese sentido puede decirse que el objetivo de su creadora se cumplió: permitirle a las niñas jugar con otras cosas que no fueran un bebote, desarrollar su imaginación y deseos frente a otras realidades que no fueran sólo el mandato maternal. Pero ¿qué decir de su imagen? ¿No representa la idea de que, entonces, para lograr ser exitosa en alguna de esas facetas hay que cumplir con los cánones de belleza establecidos?

 

El mensaje, por desgracia, nos suena muy familiar. Es una idea que se repite hasta el hartazgo en la televisión, en las tapas de revista y en las redes sociales. Modelos famosas que hablan siempre de lo mismo: las ganas de ser madre o lo bien que la pasan siendo madre; el amor/desamor que vivieron con un hombre; o alguna pelea con otra mujer porque, claro, el sistema las prefiere enfrentadas y divididas. Eso sí, siempre con poca ropa y figuras esbeltas, pelo lacio, piel perfecta y vaya a saber qué otra artimaña producto del Photoshop. O las “influencers” de Instagram, donde en lo único que influyen es en el concepto de que una vida feliz es igual a una imagen que responda a un cuerpo hegemónico, a un ideal de físico y cara que teóricamente representa belleza y, por ende, el éxito. ¿No es entonces Barbie, como miles de mujeres más, víctima de un sistema nefasto que exige cumplir con parámetros ridículos? ¿No intentó, en cada una de sus versiones, por más preparada que esté para desarrollar su profesión, seguir cumpliendo con el ideal de belleza porque era ahí donde creía que estaba el éxito? Sólo así podría visibilizarse, porque en la cultura patriarcal las minorías que están fuera del modelo hegemónico parece que no cuentan. Porque todo está hecho por y para ese modelo de mujer y así nos invaden con mensajes que promueven esa imagen.

 

Así seguimos todavía hoy con notas sobre cómo combatir la celulitis, cómo parecer más joven, trucos para que no salgan arrugas, tratamientos de “belleza” invasivos, ideas para “llegar al verano”. Información, nada más y nada menos, para aspirar a ser lo más parecidas a Barbie que podamos. Sesenta años después de aquella primera vez que salió a la venta.

 

Mientras Barbie modificó en cada década su aspecto para lucir “a la moda” y acorde a los parámetros establecidos, la mujer también fue cambiando y conquistando espacios. Apenas unos años antes de que la muñeca saliera a la venta las mujeres pudieron comenzar a votar en la Argentina. Fue gracias a la Ley 13.010 durante el gobierno de Juan Domingo Perón. La gran impulsora fue Evita. Otro hito en la historia femenina de nuestro país fue la elección de Victoria Ocampo como miembro de la Academia de Letras, en 1977. Fue la primera mujer en formar parte de la institución. Victoria fue una gran escritora, ensayista y traductora.

 

En 1986 se hizo el Primer Encuentro Nacional de Mujeres en la ciudad de Buenos Aires, evento que se realizó ininterrumpidamente todos los años. El último fue en Chubut y reunió a miles de mujeres argentinas que luchan por los derechos femeninos. En el 2012 la Corte Suprema determinó que la interrupción del embarazo en caso de violación resultaría no punible. En el mismo año se incorporó la figura de femicidio al Código Penal como un agravante en caso de asesinato. En 2015 fue la primera marcha de #niunamenos, en la que más de 200 mil personas reclamaron ante el Congreso de la Nación mayores políticas para combatir la violencia machista. El pedido se replicó en todo el país y las marchas se repitieron año tras año. El punto máximo de lucha femenina se dio a mitad del año pasado, cuando millones de mujeres pidieron que el Congreso apruebe la ley de interrupción legal del embarazo para que no haya más muertes por abortos clandestinos. El proyecto obtuvo media sanción, pero finalmente no fue aprobado por el Senado.

 

Si Barbie fuera una mujer de verdad sería muy distinta hoy. Sesenta años de lucha femenina le pasaron por al lado y seguramente en algo lograron tocarla. Quizás la búsqueda de la perfección estética y las exigencias de belleza ya no son su prioridad; quizás es más segura de sí misma y de su vida; quizás dejó de lado los mandatos sociales y los requerimientos de una cultura patriarcal; quizás lucha por sus derechos; quizás es libre. Pero Barbie es una muñeca rubia, de medidas imposibles y piel absurdamente perfecta. No es una mujer real. Las mujeres reales están en la calle haciéndose escuchar. Y por suerte, ellas no son Barbie.

 

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