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Le dieron 14 años de cárcel por violar a su nieta adolescente

Además, el hombre de 67 años fue declarado autor de corrupción de menores. Reconoció los abusos y dijo estar arrepentido.

Por redacción
| 08 de agosto de 2019
La lectura del veredicto. En primer plano, el acusado y la defensora Del Viso. atrás, el tribunal. Foto: Marianela Sánchez.

"Está bien”, le respondió resignado M.A.F. a la defensora oficial de Cámara, Yanina Del Viso, después de escuchar el veredicto de la Cámara del Crimen 1 de San Luis, que este miércoles lo condenó a 14 años de cárcel. El acusado de 67 años tenía en claro de antemano que ese, el destino de envejecer en el Penal, era el epílogo de la historia. No podía esperar otra cosa, menos después de haber reconocido que violó a su nieta, que actualmente tiene 16 años. 
En un fallo unánime, el tribunal presidido por José Luis Flores e integrado por Jorge Sabaini Zapata y Silvia Aizpeolea lo consideró autor de “Abuso sexual con acceso carnal agravado por el vínculo, en concurso ideal con corrupción de  menores, agravada por el vínculo”.  
Esto último se refiere a las acciones tendientes a alterar, a desviar el normal desarrollo de la sexualidad. Implica “adelantar conductas que no son propias de la edad, mucho menos con el abuelo y con regalos (…) Busca hacer ver como normal algo que no es normal ni habitual (…) El acusado promovió la corrupción con la finalidad de facilitar los accesos carnales”, afirmó en su alegato la fiscal de Cámara 1, Carolina Monte Riso. 
Fue Aizpeolea quien, según el orden, emitió el primer voto, que fue compartido en todo por sus colegas. Valoraron como atenuantes la falta de antecedentes y el haber admitido su responsabilidad en los ataques, y, como agravantes, la extensión del daño causado a todo el grupo familiar. 
Ayer, los alegatos de la fiscal de Cámara, de la defensora Del Viso y de la defensora de Niñez  y Adolescencia 2, Marcela Torres Cappiello, fueron precedidos por la exhibición del video de la declaración de la víctima y de su hermano menor en la Cámara Gesell. La adolescente –que hizo ese relato en 2017, cuando tenía 14 años, poco después de la denuncia– fue clara y precisa, y contó con detalle dónde, cuándo y en qué circunstancia fueron los abusos. 
El nene (que hoy tiene 12 años), si bien aseguró no haber visto nada raro, describió cómo era el singular trato que su abuelo tenía con su hermana –a quien llenaba de obsequios y atenciones– y relató qué sucedió el sábado 27 de 2017, cuando los ultrajes fueron revelados y el acusado, detenido. 
Dado que M.A.F. admitió su responsabilidad, la defensora Del Viso no cuestionó ni la materialidad del hecho ni la autoría. Señaló que esta confesión era válida, que fue hecha dentro de lo establecido por la ley, es decir, ante una autoridad judicial competente, en pleno uso de sus facultades mentales y con total libertad. 
Recordó que el hombre dijo expresamente “lo hice, me hago cargo; me quiero morir”, y que precisó el modo, el tiempo y el lugar donde sucedieron los abusos. “Es cierto. Estoy arrepentido. Gracias a Dios que pasó que mi hija descubrió mensajes en el teléfono”, dijo Del Viso, citando lo manifestado por M.A.F. Y agregó que el hombre también le admitió lo ocurrido a su ex mujer, a su hijo y al psicólogo que lo entrevistó. 
La defensora se valió de todas esas referencias para solicitar a los jueces que tomaran en cuenta su confesión, dado que, si bien no puede ser considerada un atenuante, “evidencia arrepentimiento”, y este “denota menos peligrosidad”. El gesto de mostrar arrepentimiento “ayuda a la reparación, tanto de la víctima como de todo el entorno familiar, para reconstruir su psiquismo”, aseguró Del Viso. 
La representante del Ministerio Público Fiscal, Monte Riso, inició su exposición afirmando que el hecho investigado y la autoría de M.A.F. estaban totalmente demostrados. Los abusos con acceso carnal fueron reiterados y se extendieron durante aproximadamente un año –entre mayo de 2016 y mayo de 2017–, pero los tocamientos comenzaron años antes, aclaró.  
Indicó que ocurrieron en los dos domicilios que tuvo la víctima –inicialmente en un departamento de la calle Santa Fe, y luego, en una casa del barrio Serranías Puntanas– y que, a través de la entrega de regalos y de dinero a su nieta, el acusado buscó, por un lado, facilitar las situaciones en las que perpetraba los ultrajes sin que la chica se opusiera de forma evidente, y, por otro, mantenerlos en secreto. 
Refirió que la madre de la víctima advirtió que su padre tenía un trato especial, distinto, hacia su hija, lo que la llevó a sospechar y posteriormente a indagar para saber qué sucedía. Finalmente, a fines de mayo de 2017, la mujer le sacó mentira por verdad a la adolescente, y ella le contó lo que había sucedido en aquellas ocasiones en las que el abuelo iba a la casa. M.A.F. solía quedarse a dormir frecuentemente, y a su favor jugó el hecho que su hija, la denunciante, estaba poco en el domicilio, por su trabajo. 
Dos peritos del Poder Judicial, el pediatra Darío Villarroel y la psicóloga Marisa Samper, detectaron signos de abuso en la jovencita, dijo la fiscal, y leyó lo que asentaron en sus informes. Otro perito oficial concluyó que el condenado “tiene rasgos y características psicopáticas, perversas y narcisistas” y que “tiende a satisfacer sus necesidades”. 
La víctima “nunca consistió (…) Recalcó en la Cámara Gesell que le tenía miedo al abuelo”, afirmó Monte Riso, quien solicitó que lo condenaran a 14 años de prisión, por la figura en la que el tribunal finalmente encuadró los hechos.  
La defensora Torres Cappiello adhirió a lo expresado por la fiscal, y entendió que había vasta prueba de los dos delitos por los que le aplicaron pena. Mencionó las declaraciones de la víctima y su hermano y la pericia genética. Además, en un allanamiento secuestraron una toalla, de la que extrajeron muestras de fluidos biológicos. A través de exámenes establecieron que había vestigios de sangre y semen. De los dos perfiles hallados, el minoritario era de M.A.F., con un 99,99 por ciento de probabilidad. 
La defensora de Niñez y Adolescencia también citó jurisprudencia que enmarca el caso en la figura de corrupción de menores, es decir, en aquellas acciones que deterioran la formación de la sexualidad. Para cerrar, pidió una sanción condenatoria. Si bien lo sufrido por la víctima no puede deshacerse, aplicar una condena “impacta en la reconstrucción psíquica”, expresó. 

 

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