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Eduardo Mercado, el "Rayo" de las mesas, cumple 40 años de mozo

Es el mayor de cuatro hermanos y tomó el rol de ser quien llevaba el sustento económico a su familia. Empezó a trabajar a los 14 para ayudar en su casa cuando su madre enviudó.

Por redacción
| 01 de noviembre de 2020
En el trabajo. Con buen humor y sonriente, Eduardo atiende clientes todos los días. Siempre busca satisfacerlos. Juan Andrés Galli.

Eduardo Mercado es conocido en el rubro gastronómico como el “Rayo”. Inició con catorce años y este 2020 cumple cuarenta sirviendo a los clientes. Es el mayor de cuatro hermanos y cuando su madre enviudó, abandonó sus estudios para ayudar a su familia.

 

Vivía en el barrio Güemes y con la ayuda de un vecino empezó como lavacopas en Macoco, un bar que funcionaba en los años setenta. “Después pasé a ser cantinero, que es lo que hoy llaman barman, y ya empecé a servir en las mesas. En todo este tiempo estuve en varios lugares, toda la vida me dediqué a esto y ya me falta poco para jubilarme. Tuve que dejar los estudios porque trabajaba de noche. El local abría a las 18 y eran las 6 de la mañana y todavía estábamos ahí; no podía ir ni al turno nocturno”, contó el hombre.

 

Al apodo se lo puso un cliente y hace alusión a la velocidad de Mercado para preparar los pedidos. “Estaba atrás de la barra, pero siempre pendiente de todo. Escuchaba cuando hacían la orden y yo ya la preparaba, para que cuando el mozo llegara a buscarla no se demorara y los comensales no tuvieran que esperar. Así hacía, y un hombre que estaba sentado dijo 'este es un rayo'. De ahí me quedó el sobrenombre y todos me conocen así”, dijo entre risas.

 

La tarea de servir las mesas y el estar en contacto con las personas le enseñaron a desenvolverse y ganarse su dinero. “El mozo es un psicólogo para la gente, porque nunca tiene que estar mala onda y si la tiene, no la debe demostrar. Ellos te cuentan cosas y uno está atendiendo y brindando lo mejor que puede. A mí esto realmente me encanta”, afirmó con alegría y con la mirada fija en un punto neutro. A los pocos segundos, relató: “Un día estaba en el supermercado y había unos hermanitos, una nena y un varón, que me seguían por las góndolas. Yo estaba con mi señora y les hablé, les pregunté si estaban solos porque eran chicos, habrán tenido siete y ocho años. Me respondieron que no, que ellos me conocían porque yo los atendía cuando iban a comer a 'La Mula' y les cortaba el lomito en trocitos. Ahora ya no existe ese lugar, pero estuve veinte años ahí y siempre hacía eso. Cuando veía niños me ofrecía para trozarles la comida, para que no tuviesen que hacerlo los padres. También recuerdo que al frente de lo que era el Centro Cívico funcionaba Tribunales y cuando los abogados se cruzaban, yo apenas los veía en la calle ya les preparaba el café o el cortado, lo que sabía que tomaban. Eso se aprende con el tiempo, vas conociendo los gustos de los clientes”, reveló.

 

 

Sus inicios fueron en los setenta. Empezó como lavacopas, fue cantinero y hoy es mesero.

 

Cumpleaños. El "Rayo" hace cuarenta años que se dedica a servir mesas. Foro Juan Andrés Galli.

 

 

Eduardo permanentemente muestra satisfacción por su trabajo y se le nota en el entusiasmo y la emoción con que explica sus tareas cotidianas. “Hay que tener mucho equilibrio, confianza y seguridad, que se van adquiriendo con la experiencia. Muchas veces se me cayó la bandeja, pero nunca ensucié a nadie. La fuente es de acero y mi técnica es colocar tres o cuatro dedos en la parte de abajo, pero bien en el centro, eso te permite que lo que lleves quede más estable y no busque caerse. Si ponés la mano completa, apoyando la palma, tenés menos equilibrio”, dijo mientras giraba la bandeja vacía con un dedo, como si fuese una pelota de básquet.

 

 

 El mozo nunca tiene que estar mala onda y si la tiene, no se la debe demostrar al cliente. A mí esto me encanta. Eduardo el "Rayo" Mercado.

 

A modo de anécdota, Mercado recordó cuando le puso demasiado peso a su herramienta de trabajo, que era de plástico. “Son lindas porque no se resbalan las cosas, pero la resistencia es distinta. Un día estaba atendiendo cuatro o cinco mesas y la cargué tanto que se me partió al medio y se me cayó todo, platos, vasos, botellas y cubiertos, todo desparramado, no había forma de salvarlos”, subrayó sonriente.

 

Hoy trabaja en un hotel restaurante ubicado en la calle Tucumán. Los clientes llegan y desde la puerta lo saludan; él ya tiene preparada la consumición y se las lleva a la mesa. Es papá de cuatro hijos, una de ellos siguió sus pasos y es la encargada de un bar de la ciudad. También es abuelo de nueve nietos. “Somos una familia numerosa y muy unida”, finalizó.

 

 

 Redacción - NTV

 

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