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Gambito de dama: desafíos un poco más allá de los trebejos

La miniserie sobre la niña prodigio se estrenó de manera silenciosa en Netflix y posiblemente se convierta en una de las más vistas del año. Qué tiene el relato que cautivó hasta a los más grandes maestros y maestras del ajedrez.

Por Florencia Espinosa
| 24 de noviembre de 2020

Lo que resulta inverosímil mientras se recorren los siete capítulos de "Gambito de Dama" es que la historia, en gran parte, no sea real. La vida de Elizabeth Harmon, sus emociones, sus miedos, sus tropiezos y su crecimiento están narrados con tanta fuerza y detalle que parece imposible pensar que el personaje sea ficticio. La serie que estrenó Netflix el mes pasado, protagonizada por Anya Taylor-Joy, sobre la niña prodigio en ajedrez podría ser una de las más vistas de 2020. En realidad está basada en la vida del gran ajedrecista Bobby Fisher y tiene todavía mucho en común con el mundo del ajedrez femenino actual. ¿Qué tiene la historia que cautiva tanto?.

 

En la penumbra del sótano del orfanato donde creció, Beth conoció al señor Shaibel, un hombre que se ocupaba de las tareas de maestranza. Fue allí donde vio por primera vez el tablero de 64 casilleros bancos y negros y su curiosidad no tuvo límites. Tampoco su talento. De pocas palabras ambos, Beth y Shaibel forjaron una relación basada en los movimientos de las 32 piezas del juego, que tanta fascinación generaron en la niña. Allí comprendió que cada pieza tiene su importancia y su utilidad, pero que ninguna valía nada sin una mente que las supiera manejar.

 

La serie es dinámica, el tiempo pasa rápido, pero para el espectador no faltan detalles. La interpretación de Anya Taylor-Joy es clave. En pocos segundos frente a cámara su mirada transmite todo. Su talento y la ayuda de psicofármacos a los que se hizo adicta lograron que la joven jugara con una mente sin límites. Y así fue su crecimiento ilimitado. “Se han hecho muchas películas de ajedrez, pero todas han tenido fallas técnicas, errores garrafales, cero contenidos ajedrecísticos. Nunca se mostró la realidad, pero acá es diferente, se vio la mano de Kasparov que asesoró a la producción y además entrenó a la actriz para que mueva las piezas como un profesional, no como una aficionada. Hay detalles que apasionan”, destacó Claudia Amura, gran maestra en ajedrez, quien además explicó que las partidas que se muestran son grandes partidas históricas que se han jugado en la vida real.

 

“Solo destacan que soy una chica”, le dice Beth a su madre adoptiva, quien la apoyó cuando salió del orfanato y en su carrera como ajedrecista, mientras leía un artículo sobre sus triunfos. Que una joven ajedrecista se enfrentara a los mejores de Estados Unidos a mitad del siglo pasado no era poca cosa. Que una mujer destronara a los consagrados era aun mucho más. Pero la joven quería que se hablara de su técnica, sus estrategias, sus jugadas magistrales. Quería que se hiciera hincapié en su trayectoria y en el hecho de que un antiguo empleado de maestranza le haya enseñado a jugar en un tablero viejo con fichas de plástico. Pero no, el país entero estaba deslumbrado por el hecho de que una pelirroja con vestidos entallados se presentara en los más renombrados torneos y estuviera de igual a igual frente a los varones.

 

 

 

La serie tiene una impronta feminista, pero sutil. En todo momento se destaca la importancia de que una joven mujer acceda a un ambiente liderado por hombres, pero su crecimiento se da de forma natural y Beth se maneja con astucia. Las demás mujeres que acompañan a la protagonista también dan mensajes claves. Su madre biológica se suicida en medio de un accidente automovilístico por no poder continuar con una maternidad en soledad, aparentemente frente al abandono del padre de la niña. Pero antes le deja ciertas enseñanzas: “Los hombres siempre te van a querer explicar cosas, vos escúchalos y después hacé lo que quieras”. Un feminismo un tanto estratega, como fue Beth en cada oportunidad frente al tablero.

 

Su madre adoptiva sufre el abandono de su marido y entra en una depresión que luego parece sortear gracias al apoyo mutuo entre ambas mujeres. Viajar por el mundo y convertirse en mánager de la joven le abre las puertas a una nueva vida. Dejar atrás mandatos y obligaciones la convierten, por un tiempo, en otra mujer. Mientras tanto, Beth parece especialista en manejar relaciones que a simple vista parecen conflictivas. Con Cleo, el personaje de supermodelo que apareció como su antagonista frente a Benny Wats, termina pasando una noche en París. Con esos pequeños detalles la historia dice mucho.

 

“No es tan diferente el ambiente a como se narra en la serie. Todavía hay muy pocas mujeres, siempre que se ve una mujer llama la atención o te das cuenta que nadie te tiene fe. Igual lo digo en líneas generales, es relativo, después hay un montón de entrenadores que entrenan a un montón de mujeres con confianza plena”, comentó Ayelén Martínez, la joven Gran Maestra de ajedrez que se formó en San Luis.

 

“Estaba mal visto que una mujer ingresara a un club de ajedrez, por eso la brecha siempre fue tan grande. Con el tiempo el ajedrez femenino tuvo su empuje, pero siempre fue un ambiente de hombres. No se le da el mismo apoyo a la mujer que al hombre, aún hoy continúa siendo así. De hecho, los clubes y las federaciones están todas presididas por hombres”, aseguró Amura, quien actualmente desde el Programa de Ajedrez de la Universidad de La Punta apunta a eliminar la brecha entre hombres y mujeres en ese deporte. “Nosotros tenemos igual número de niñas que de niños, incluso tenemos más campeonas nacionales mujeres que varones. En San Luis vivimos una realidad diferente, pero en las generaciones jóvenes, en edades adultas, continúa siendo mayor cantidad de hombres y muy pocas mujeres”, explicó.

 

 

La serie tiene un impronta feminista, pero sutil. Se destaca el hecho de que una joven mujer triunfe en un ambiente dominado por varones.

 

 

En la serie el tiempo pasa y no solo se percibe en el desarrollo de Beth como ajedrecista, sino también como mujer. Su seguridad, su manera de moverse y de vestirse acompañan la transformación. El vestuario es impecable y también se refleja el cambio de época con la moda de cada década. La protagonista supo encontrar su estilo con elegantes vestidos que por supuesto sobresalían entre tanto traje gris. “Ella está muy sola y eso se ve permanentemente en la serie. Tiene poca contención. Nosotras a las únicas mujeres que veíamos en los torneos eran a las novias de los jugadores. No había muchas. Un tema clave siempre fue que las mujeres se casaban, tenían hijos y debían abandonar la carrera, el hombre no, ellos seguían avanzando”, detalló Amura sobre una de las desigualdades estructurales que se observa no solo en el mundo del ajedrez, sino en todos los ámbitos.

 

“La serie me gustó mucho, me pareció muy buena y muy realista. Lo único que no me gustó tanto es que siempre se tenga el papel del ajedrecista o del que triunfa relacionado con drogas o con genios locos. Pienso que no está bueno ese ejemplo sobre todo para las niñas, que se asocie el éxito con las drogas”, admitió Martínez. 

 

El juego es lo principal de la serie, pero no el protagonista. La protagonista es Beth y todo lo que vive en relación al tablero y los trebejos. Un hilo conductor en forma de fichas blancas y negras que se narran con la precisión de una partida.

 

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