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Controles y sanciones más rigurosas, la opción para evitar tragedias

La experiencia, tanto a nivel nacional como internacional, muestra que eso es lo que mejor resultado da en la lucha por combatir la inseguridad vial, aseguran los funcionarios del área. En la provincia mantendrán las pruebas de alcoholemia, mientras trabajan en un plan de prevención.

Por redacción
| 02 de febrero de 2020

Horas antes de la celebración de las Fiestas de fin de año se filtró y circuló en forma masiva, por WhatsApp, el cronograma con los lugares donde la Policía de San Luis iba a hacer controles de alcoholemia. Más de uno lo agradeció, con el comentario que así podía tomar tranquilo y manejar. Con esquivar las zonas donde habría retenes policiales bastaba. De ese modo se reeditó el clásico “hecha la ley, hecha la trampa”, que no incluyó la reflexión acerca de que el objetivo de los controles de alcoholemia, más que la sanción, es la prevención de tragedias.

El beneplácito generalizado por la difusión de la información interna de la Policía mostró una dualidad. Por un lado, se reclama mayor actividad preventiva por parte de la fuerza de seguridad —demanda que cobra vigor cada vez que un conductor alcoholizado mata o lesiona a alguien— y, por otro, siempre se está a la expectativa de hallar la manera de burlar esas tareas preventivas.

Esta realidad plantea el interrogante de si basta con tales mecanismos, absolutamente necesarios, para garantizar la seguridad vial en un país que ostenta uno de los primeros puestos en el ranking de jurisdicciones donde el tránsito es una de las principales causas de muertes y lesiones. Y el consumo de alcohol es uno de los factores principales. O si junto a la necesidad de reforzar la educación vial para lograr, aunque sea a largo plazo, un cambio profundo subyace la de ser más rigurosos con las sanciones. Las que duelen en el bolsillo, por ejemplo, ante la consabida evidencia que “los argentinos somos hijos del rigor”.

En San Luis los responsables del área piensan reforzar, en breve, el trabajo en ambos sentidos, anunció el jefe del Programa Seguridad Vial Lucas Sosa ante una consulta de El Diario. Por un lado, van a incrementar las campañas de concientización y prevención y, por otro, van a actualizar los montos de las multas, mientras debaten con sus pares de otras provincias y del gobierno nacional la posibilidad de instrumentar otras sanciones más rigurosas, seguramente a partir de reformas legislativas.
Todo ello porque, según muestra la experiencia de otras provincias y aun de otros países, la rigurosidad en los controles y en las sanciones es lo más eficaz para combatir las malas prácticas en el tránsito y, consecuentemente, la reiteración de daños, lesiones y muertes, asegura el funcionario.

 

 

Hay que tener en claro que el hecho que alguien que ha bebido alcohol no supere el límite permitido no garantiza que esté en reales condiciones de conducir con seguridad, ya que aun por debajo del límite legal la capacidad psicofísica se ve afectada.

 



“Lo que vamos a intentar ahora son todas medidas de concientización y prevención. A la guardia vial la vamos a dotar de elementos para actuar colaborando con la Policía —ya que no tiene función de policía, sino que son un grupo de civiles—, para concientizar en operativos nocturnos más que nada, tratando de llegar a los jóvenes, incluso incentivando a que designen a alguien que no tome o no tomó esa noche para conducir; u otras opciones, como buscar un transporte alternativo, o compartir un vehículo, todo lo que sea con el fin de evitar que aquel que salió a divertirse y tomó alcohol, vuelva manejando y llevando a otros”, adelantó Sosa.

La idea es hacer un trabajo intenso en ese aspecto, como una etapa previa a los controles y las eventuales sanciones.

Los controles de alcoholemia “van a continuar, porque son muy necesarios”, señaló el responsable de Seguridad Vial.

Sosa destaca que si bien “cuando se anuncia que se van a incrementar los controles, la gente lo que busca no es tomar conciencia y dejar de consumir, sino que intenta esquivarlos”, por otra parte “los comentarios en las redes, ante el anuncio que vamos a salir a controlar, son súper favorables, las repercusiones son buenas”.

 

 

El límite de 0,5 no es cuantitativo, igual para todos, sino que varía en cada persona según diversas circunstancias personales y, en especial, según el peso y el sexo. También otros factores, tales como el cansancio, la ingestión de ciertos medicamentos, enfermedades, etc., pueden potenciar los efectos tóxicos, por lo cual en realidad resulta muy difícil decir, con exactitud, si un vaso de bebida alcohólica, en un determinado ser humano y en un momento preciso, lo hará superar o no el límite legalmente tolerado.

 



“En muy pocos casos lo toman como que se hacen con fines recaudatorios. Todos entienden que esto es para concientizar, prevenir, dado que el alcohol es uno de los factores principales que ocasionan accidentes de tránsito, lesionados y víctimas fatales”, dice.

“Lo aclaró el ministro (de Justicia, Seguridad, Gobierno y Culto Fabián Antonio Filomena) al anunciar los controles antes de las fiestas: no tienen para nada un fin recaudatorio —agregó Sosa—. Aquel que sale a divertirse y conduce más allá de los valores permitidos está en contra de la norma”.

“Hemos apuntado siempre a eso, a prevenir y concientizar más que salir a sancionar a aquel que ha cometido una infracción”.


El método más eficaz

 

El miércoles pasado, Sosa participó en Mendoza, con sus pares de otras provincias, de una reunión con las autoridades recién asumidas en la Agencia Nacional de Seguridad Vial (ANSV). En ese encuentro los funcionarios provinciales reiteraron el reclamo de que la Nación las provea de insumos necesarios para intensificar la prevención y los controles.

Y del intercambio entre todos los involucrados en la materia surgió la certidumbre, en función de las experiencias de cada una de las jurisdicciones, que el hábito de los conductores cambia en función de que alguna vez fueron sometidos a una prueba de alcoholemia y saben que puede ocurrir otra vez: “La gente cambia su manera de actuar en la medida que alguna vez tuvo una experiencia como haber sido sorprendida en un control y que le diera positivo. Y en la medida que sabe que existe la posibilidad de ser controlado nuevamente”.

 

 

 

 


Que la Policía y otros entes afines salgan a calles y rutas a verificar si los automovilistas conducen con alcohol en sangre “no debe ser la única herramienta, pero viene siendo lo más efectivo”, enfatiza el jefe de Seguridad Vial.

Sosa señala que los valores de las multas en San Luis “están muy por debajo de los que aplican otras provincias. En San Luis, el máximo para casos de alcoholemia por encima del valor permitido por la ley es de 54 mil pesos. En Mendoza llegan a 120 mil”.

“Nuestros montos están desactualizados. Estamos estudiando la actualización para que, incluso, al ser más gravosas las multas, ayuden en ese cambio de actitud que queremos lograr, para mejorar nuestros índices de seguridad vial”, indicó.

 

 

Más allá de las multas

La perspectiva de endurecer las sanciones más allá del aspecto pecuniario fue debatida en el encuentro de la semana pasada con la Agencia Nacional de Seguridad Vial (ANSV), en Mendoza. Y es muy probable que sea abordada, otra vez, en la próxima reunión del Consejo Federal de Seguridad Vial, en marzo.

Si bien los intercambios entre los asistentes al encuentro con las nuevas autoridades de la ANSV tuvieron que ver sobre todo con la forma en que se resuelve el problema de la inseguridad vial dentro del país, no faltaron menciones a la forma en que lo encaran otros países más avanzados.

Sosa dice que en ese aspecto, en función de lo que ha analizado en el desempeño de su función, la conclusión es similar a la que obtuvieron al analizar lo que ocurre puertas adentro de Argentina: la efectiva aplicación de las sanciones es lo que mejor resultado da.

“Sin puntualizar en un país en particular —abunda–, sí se menciona que los que están más avanzados en esto lo han logrado a partir de la detección de la infracción, el control, y la rigurosidad de la sanción. Está comprobado que esto hace que la gente cambie la actitud”.

“Va más allá del cobro de las multas. En algunos casos, por ejemplo circular con exceso de alcohol no es una mera contravención, sino que lo consideran un delito. Y los infractores tienen que cumplir penas privativas de la libertad”, aseguró.
 

 

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