¿Para qué sirven los billetes?
En tiempos de economía en recesión, la política monetaria decidió sacar de circulación el papel de menor valor y cambiar el diseño de los de mayor. pero el problema de fondo sigue sin solución.
Ajado, descolorido y desvalorizado. El billete de cinco pesos desaparecerá de la cotidianeidad y del circuito comercial argentino como quien ha cometido un delito grave. Su nominación se fue apagando al ritmo descomunal de la inflación y el verdor que supo representar en algún momento se marchita olvidado en algún bolsillo de una campera colgada desde el invierno o en el último resquicio de una billetera.
Durante la improbable convertibilidad de Carlos Saúl Menem, por cinco pesos se podía comprar una mochila, un mouse de computadoras y almuerzos completos. En 2007, con el billete se compraba un paquete de pañales Pampers o cinco kilos de harina. Y en 2009, alcanzaba para comprar un kilo de pan, que ahora ronda los 80 pesos.
Con la disposición de sacar de circulación el billete, que se hará efectiva dentro de un mes, la economía argentina admite la desvalorización de la moneda nacional y genera, aún sin ponerlo en práctica, un problema. Al parecer, el reemplazo en monedas que propone el Banco Central de la República Argentina no sería suficiente para cubrir la cantidad de billetes que se sacarán de curso.
Puede que los números asusten o sea difícil dimensionarlos, pero en la actualidad hay en curso legal poco menos de 460 millones de billetes de cinco pesos, lo que representa 2.300 millones de pesos, un dinero suficiente para comprar 2.500 camionetas Chevrolet Spin cero kilómetro.
La forma de reemplazar el hueco que dejarán los billetes en términos igualitarios son las monedas de cinco pesos, desconocidas para la mayoría de los argentinos pese a que se comenzaron a acuñar hace tres años. Para aquellos despistados: son unas plateadas que tiene el dibujo de un arrayán.
El año pasado el Banco Central cuadriplicó la cantidad de monedas de 5 pesos en circulación y logró poner en la calle las poco más de 94 millones de unidades que hay hoy, una cantidad con la que se pueden comprar apenas 520 camionetas.
El exministro de Hacienda de la provincia Alberto Pérez es un hombre que ve la economía con una sencillez alejada de los tecnicismos. Admite que la existencia de billetes de cinco puede resultar poco práctica para la megaeconomía, pero todavía representan algún valor en los sectores humildes. “No es lo mismo que el comerciante dé un vuelto con una moneda de cinco pesos a que los dé en caramelos. Antes de reemplazar el billete hay que asegurarse que existían suficientes reemplazos”, señaló.
Un ejemplo práctico y cercano a lo que dice Pérez se repetirá cuando los usuarios del colectivo de San Luis a Juana Koslay y viceversa —entre otros trayectos— tengan que abonar su pasaje, que sale 55 pesos. Sin tarjeta SUBE, ni ningún otro pago alternativo que no sea el contado efectivo, habrá que sentarse en los asientos del micro a escuchar las discusiones entre pasajero y colectivero para ver quién se queda con los cinco pesos de vuelto.
Si no hay billetes y las monedas escasean, en el caso del boleto de colectivo no habrá más opción que dar el vuelto con monedas de menor valor (cinco por pasajero, en el mejor de los casos) o formalizar la imposibilidad de entregar el vuelto con un redondeo hacia arriba, lo que significaría un aumento a 60 pesos, o una utópica disminución del precio, a 50. Cuando quiere, la economía argentina soluciona sus problemas con efectividad suiza.
Próceres o animales
Seguramente los economistas y los historiadores advirtieron un hecho que no es menor y que será un efecto colateral en la inexistencia de billetes de cinco pesos: el General José de San Martín, considerado el Padre de la Patria, ya no tendrá estampado su rostro en la economía diaria nacional.
Otro de los proyectos impulsado por el Gobierno en cuanto a emisión monetaria trajo una nueva discusión a los ámbitos económicos, que parecen no tener suficiente con la escasez de reservas, el vencimiento de plazos y los índices de pobreza. La idea de reemplazar la figura de animales en los billetes de mayor denominación (una imposición que pudo ser la idea económica más revolucionaria del macrismo) con caras de próceres nacionales y populares generará debates de diversos tipos.
En 2012, el billete más alto en el país era el de cien pesos, con el rostro férreo y criminal de Julio Argentino Roca observando el pasado con dureza. Para entonces, Pérez era diputado nacional y vislumbraba — como todo buen economista— lo que iba a suceder a futuro. Presentó un proyecto de ley para que se pongan en circulación billetes de 200 y 500 pesos, inexistentes en ese momento. “Para esa época se hacía muy necesaria la impresión de nuevos billetes”, dijo el contador, a quien el tiempo le dio la razón: cuatro años después el Banco Central tuvo que hacer billetes por esas nominaciones y por mil pesos.
Aunque no lo parezca, el Banco Central permite el circulante de monedas de un centavo, 5, 10, 25, 50, un peso, dos pesos, cinco pesos y 10 pesos. La realidad es que el público en la calle casi no las usa.
Atento también a la cuestión histórica, el autor del proyecto sostuvo que el billete de 200 debía tener la cara de Juan Pascual Pringles y el de 500, la de Juan Domingo Perón. “Yo siempre fui más partidario de poner próceres que animales, pero reconozco que no hay tantos hombres en la Historia que tengan una aceptación total: Martín Miguel de Güemes y René Favaloro podrían ser algunos”, dijo el economista.
La cuestión, como siempre, es económica, incluso ahora que parece que habrá más emisiones de billetes de alto valor con nuevas caras. La impresión de cada billete, con gastos de logística incluidos, le costará al Estado nacional unos seis pesos. O sea, cada billete nuevo cuesta más que el billete que se quiere desterrar.
La pregunta, entonces, es si es posible un mundo sin billetes. Pérez ensaya una respuesta: “Sería lo ideal, sería más práctico y menos engorroso, pero en el país no hay consciencia todavía y los órganos fiscalizadores como la AFIP tendrían que estar más atentos porque el principal problema de la economía argentina es la evasión y el trabajo en negro. Antes de imponer más impuestos, hay que atacar esos flagelos”.


Más Noticias