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Lara y Florencia están cada vez más cerca de llegar a casa

Cumplen la cuarentena en las residencias de la ULP. Arribaron al país en un vuelo de repatriación. 

Por redacción
| 25 de abril de 2020

Lara y Florencia Gatica, de 24 y 26 años, ya respiran aire puntano y la meta de llegar a su hogar es cada vez más concreta. Después de 46 horas de viaje, llenar formularios y pasar largas horas en aeropuertos y colectivos, finalmente el martes a la madrugada llegaron a San Luis, tras haber quedado varadas por la cuarentena en Perú, país al que habían arribado el 18 de enero. Ya instaladas en las residencias de la Universidad de La Punta (ULP), en donde deberán cumplir con el aislamiento obligatorio que dispuso el gobierno provincial para evitar posibles contagios, las hermanas le contaron a El Diario de la República cómo fue su travesía.

 

Las jóvenes salieron el viernes desde Huaraz y debían llegar a Máncora para tomar el vuelo que las trajo hasta su tierra natal. Para eso se contactaron con dos argentinos más y alquilaron una camioneta, ya que no consiguieron apoyo por parte de la Intendencia local. El traslado les costó 800 dólares, casi 60 mil pesos argentinos. A un paso más cerca de concretar la primera parte del viaje, todavía les quedaban varias horas por delante.

 

“A las 23 frenamos en Chiclayo porque el chofer tenía que dormir. Nos bajamos y armamos una carpa en una rotonda, previa autorización de los militares que controlaban la zona”, dijo Florencia, quien recordó que: “Cuando terminamos de poner todas las varillas, nos dimos cuenta que una estaba rota. La arreglamos y nos acostamos un ratito. No dormimos porque había mucho movimiento”.

 

A las seis de la mañana tomaron de nuevo la ruta con destino a Máncora. Allí se juntaron con dos amigos argentinos que conocieron en Cusco, quienes salían en el mismo vuelo de repatriación. “Fuimos a un hostel y pasamos la noche ahí, ya que al otro día debíamos estar en la plaza de los artesanos y quedaba a cinco cuadras”, expresó Lara y manifestó que a las cinco de la mañana llegaron al lugar indicado. Había tres colectivos para llevarlos a tomar el vuelo.

 

Antes de subir les preguntaron sus datos, les pidieron el pasaporte y subieron sus bolsos. Tres horas después llegaron al aeropuerto de Piura, donde los dividieron por filas de diez personas para hacerles los controles médicos correspondientes. Todos los pasajeros debían ir con barbijos, guantes, una botella de agua y alcohol en gel. “La embajada argentina tomó todas las medidas de precaución. Estuvimos tranquilas porque solo podía estar el personal del aeropuerto y los viajantes”, destacó la mayor de las hermanas.

 

El avión rumbo a Argentina salió  en la medianoche del sábado. Debían dejar un asiento vacío de por medio para mantener las distancias correspondientes y evitar el contacto con otras personas. Seis horas después arribaron a Ezeiza, en donde les tomaron la fiebre, entregaron la declaración jurada y realizaron otros trámites. 

 

Las chicas contaron que el personal de salud les pidió que instalaran la aplicación COVID-19, la cual habilitó el gobierno nacional para monitorear el estado de salud de las personas que retornaron del exterior. “Antes de salir para San Luis esperamos seis horas más, porque llegaban otros vuelos de Piura, Iquique y Cusco. Nos juntaron a todos y nos llevaron a Retiro. Allí nos dividieron por regiones y subimos nuevamente a un colectivo”, detalló Lara, quien dijo que viajaron con chicos de Córdoba, Mendoza y San Luis, dos de la localidad de Cortaderas y dos de la ciudad capital.

 

Antes de emprender rumbo les dijeron que solo podían llevar galletas y que no podían bajarse del transporte en ningún momento, para evitar el contacto con otras personas. Después de casi 27 horas llegaron al ingreso a San Luis. “Duró más de lo habitual porque a cada uno de los que se bajaban en su provincia le hacían todos los chequeos. En la nuestra están más organizados. Entregamos toda la documentación y esperamos que llegaran otros chicos. Luego nos escoltó la Policía de la Provincia hasta la ULP”, dijo la menor de las hermanas.

 

Ya en las residencias, el personal de Sempro les tomó la temperatura y luego las ubicaron en uno de los departamentos. “Realmente estamos orgullosas de todo lo que nos dan. Nos dejaron víveres, productos para el aseo personal y de limpieza. Además, podemos cocinar y el alojamiento es gratuito”, dijo Florencia y manifestó que se sienten cómodas y felices de estar de vuelta. “Mi familia nos trajo comida como para tres meses y nos malcrían con cosas ricas. Ya estamos más cerca de casa”, concluyó.

 

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