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Francesco Tonucci: "La propuesta educativa debe ser sensible a la diversidad de los niños"

En el contexto de pandemia, los consejos del psicopedagogo italiano movilizaron al mundo educativo. Pidió que se escuche y premie a las niñas y niños, que las casas se aprovechen como laboratorio de estudio, y que todo lo vivido no sea en vano ni en lo educativo, ni en lo social.

Por Gabriela Pereyra
| 10 de mayo de 2020

 

Francesco Tonucci se autodefine como niñólogo. Y aunque es un reconocido pensador, psicopedagogo y dibujante italiano, antes que todo eso se siente ciudadano común, padre de Stefano, Francesca y Simone, y disfruta el honor de ser abuelo de Federico y Nina. Celebra que él aún es capaz de jugar y es ese un momento donde la libertad se expresa.

 

La declaración de la pandemia por el coronavirus y las medidas de confinamiento lo encuentran solo en su casa, ya sin María, su compañera por más de 50 años. Ha superado los dos meses sin ver a su familia personalmente y declara sufrir muchísimo por ello.

 

A medida que pasaban los días y acontecían los efectos, se tomaban decisiones en los diferentes estados del mundo en torno a la educación. El resultado: los estudiantes de todos los niveles se quedaban en casa, mientras se diseñaban estrategias para que las clases continuaran bajo este nuevo escenario.

 

La maquinaria educativa se puso en marcha, esa misma sobre la que Tonucci y su personaje "Frato" alertaran hace más de 50 años, esa que presentaba falencias. Ahora la maquinaria buscaba con premura llevar “normalidad” en la crisis. Cientos de estrategias docentes ingresaron a los hogares a la vez que debían lidiar con la inmensa complejidad, ahora que esos estudiantes ya no estaban entre los muros de las escuelas.

 

Fue entonces que Francesco Tonucci llamó nuevamente a la reflexión, a entender este tiempo como una oportunidad, y los especialistas empezaron a escucharlo. “Si el virus lo cambió todo, la escuela no puede pretender seguir igual, ya antes no funcionaba… no perdamos este tiempo precioso dando deberes”, enunció. Y para acompañar elaboró la propuesta de convertir las casas en un laboratorio.

 

Al conversar en exclusiva con El Diario de la República en referencia a un tiempo de oportunidades, dijo: “Las reflexiones que hago en estos días están todas en el pensar que sería una pena grave no aprovechar esta crisis. La estamos sufriendo y espero que el sufrimiento tenga un sentido para no volver a hacer lo que se hacía antes, lo que no funcionaba antes… ¿Es verdad que queremos cambiar? Todo está allí, tenemos que reflexionar en nosotros mismos”.

 

 

 

 

Con ojos de niño

 

“Cuando empezó esta tragedia, lo primero que hicimos desde el Proyecto la Ciudad de los Niños fue llamar a nuestros alcaldes y pedir que convocaran a los Consejos de Niños, ¿por qué?, porque en este momento todos los medios se preocupaban de consultar psicólogos que pudieran dar consejos a los padres, y los pedagogos para dar consejos a los maestros y nadie pensó en consultar a los niños, de cómo lo veían ellos, cómo la estaban pasando, qué estaban viviendo, y empezamos a recoger propuestas y opiniones de los niños”, describe un entusiasmado Francesco.

 

De ese recorrido surgieron tres elementos que las niñas y niños comunicaban: el primero es que tanto pequeños como adolescentes sufren mucho la ausencia de sus amigos. “A los niños les hace falta mucho la escuela, es verdad, pero solo porque la escuela es el espacio contenedor de sus amigos, no por las clases ni por las tareas. Me parece que la escuela no lo nota, no se da cuenta, y esto lo siento mucho”, afirma.

 

El segundo elemento que detectan es que disfrutan de este momento en el que los mayores les prestan más atención y pasan más tiempo con ellos como antes no había sido posible.

 

Y el tercer elemento es que están hartos de tareas. “Estamos viviendo de una forma rarísima, la única que mostró que no cambió fue la escuela, diciendo ‘no os preocupéis, seguimos con el programa’ pero, ¡cómo, por favor! ¿Qué programa?, ¿Qué significa programa? Seguimos con el libro de textos y con las tareas, y claro, en verdad las casas son distintas, hay niños que no tienen una mesa donde apoyarse, es difícil que una casa tenga tantas computadoras como cuantas sean las personas que la necesitan… La escuela se hace sobre la realidad, sobre las clases de sus niños, sobre sus familias y no sobre el libro de textos que no tiene en cuenta si es pobre o rico, si es mapuche o de origen italiano o español, los libros de textos son iguales. El tema es que los niños no son iguales, la propuesta educativa debe ser sensible a esta diversidad. Una buena escuela tiene que entender que el mundo de los niños hoy es su casa”, describe el psicopedagogo.

 

La casa laboratorio

 

Tonucci se ríe de haber abierto la boca con su planteo de mirar la casa como un posible laboratorio y aprovechar que la educación suceda. Ahora sus días de cuarentena incluyen explicar estas propuestas.

 

“La mayoría de los alumnos no va con gusto a la escuela, la mayoría se aburre, aprende poco, olvida lo que aprende. Si esto es verdad, significa que tenemos una empresa de muchísimo valor económico, porque cuesta muchísimo al Estado, que no funciona.

 

Mi propuesta salió casi banal, casi del sentido común, aprovechamos este tiempo para intentar un cambio, para intentar averiguar si tenemos otros caminos. La propuesta es pedirles ayuda a los padres o a los adultos que acompañan, también a los maestros, los docentes, y hacer una escuela que asuma la casa como laboratorio, como taller, y que los adultos sean nuestros asistentes. Pero esto no significa hacer una escuela tonta, hacer una escuela de juegos, significa ‘estudiar’ entre comillas, lo que ocurre en una casa, confío en que sirve para todos los niveles educativos”.

 

El abanico es amplio. Primero y como prioridad pide que esté preservado el juego, que se contemple la autonomía y la opinión de los niños, luego que en las tareas de la casa se encuentre la oportunidad de aprender. Por ejemplo, cómo colocar un programa de lavado, cómo ‘atar’ (coser) un botón, planchar, comprender y registrar el proceso de cocinar algo, rescatar de cajones o archivos tecnológicos fotografías que den cuenta de su historia. También sirve elaborar planos de la casa, leer un libro acompañado de los adultos, disponer momentos para representar cine o teatro, leer periódicos para comprender la actualidad también con la ayuda de un mayor, recuperar el hábito, adecuado a estos tiempos, de escribir correspondencia como forma de comunicarse, relacionarse con la naturaleza, ya sea observando y cuidando una planta o con una mascota, practicar formas de arte casero con lo que encuentren a mano, puede ser harina para hacer engrudos, barro, alambres para dar formas, figuritas con papeles.

 

Considera importante que los niños encuentren formas de escape, de espacios propios, propone armar guaridas, con mantas, con muebles o lo que se pueda, y algo sobre lo que hace especial hincapié es en la propuesta para que los niños y las niñas puedan llevar un diario íntimo como registro-descarga de esta época que viven y que sea algo de ellos y para releer cuando el tiempo pase.

 

En todas las propuestas es importante que el docente medie para que lo que suceda en esos espacios tenga una puesta en común, se comparta con sus compañeros, se entienda cómo transversalmente se trata de lengua, geometría, historia, arte y procesos químicos, entre otros.

 

Apuesta mucho a la autosatisfacción de lograr, por ejemplo, algo tan sencillo como coser un botón, todo apunta a la autoestima y autonomía de las niñas, niños y adolescentes. A esos aprendizajes que quedan para toda la vida y se vuelven significativos.

 

“Me gustaba pensar que era una propuesta de igualdad de género y de igualdad social. Es buena para una familia pobre y una rica, porque las dos tienen una casa, no son las mismas, pero sería interesante en una clase de niños de corta edad, un debate sobre cómo son sus casas, cuáles son sus diferencias, y lo mismo con el género. Producir un sentido de satisfacción en niños, planchando un pañuelo, atando un botón, o preparando una pasta, creo que es un gran reto por venir”, rescata Tonucci.

 

El ministro Trotta anunció recientemente que en la próxima cartilla de “Seguimos educando” que lanzará el Ministerio de Educación estas propuestas estarán incluidas. El consejo de Tonucci ha sido que el énfasis no debe estar puesto en lo evaluativo, sino en intentar cosas nuevas y entender el mundo desde la mirada de las niñas, niños y adolescentes.

 

 

Y después de la pandemia…

 

Al reflexionar sobre lo que quedará y lo que vendrá una vez que las ciudades se abran, cree que hay que reunir una fuerte evaluación de parte de quienes deciden. “Si estamos convencidos, no solo los ciudadanos, sino los gobernantes, los políticos, los padres, que lo que ocurría antes no era suficiente, no era adecuado, claro que sí vamos a reflexionar de la necesidad de un cambio en el tema escolar. La normalidad es el problema, no es la solución, entonces hacerlo es volver atrás, no ir hacia adelante, y los medios informáticos no son el futuro de la educación, son un instrumento”.

 

Dice estar muy preocupado por el último de los alumnos, más que por aquellos que cuentan con privilegios. “Se cumple con el derecho de estudio solo cuando se asegura que cada uno de los alumnos tendrá un buen maestro. Un buen maestro va a hacer una buena escuela. No hay remedio”.

 

Francesco cuenta de la petición que están haciendo desde la página de La Ciudad de los Niños (https://www.lacittadeibambini.org/) y que ha llegado también a alcaldes y al ministro de Educación de Argentina. “La propuesta es ‘darles un regalo a los niños por lo bien que se están portando en esta crisis’. Es impresionante cómo están resistiendo al efecto del virus. Tenemos que agradecerles, el regalo que propongo es que les demos las ciudades por un día a los niños. Antes de abrirlas hacemos un pacto entre adultos, un sacrificio más, un día más, y lo regalamos a los niños, pedimos que salgan solos, para ocupar, vivir el espacio público, explorar el entorno de su casa y verse con sus amigos. A nosotros nos toca dar las reglas. El tema de los niños es inventar nuevos juegos con mascarillas, sin tocarse, ni acercarse ¡y lo harán! y creo que serán muy interesantes. Nosotros tendremos que observarlos de lejos para ver qué pueden inventar, y quizá, cómo que no, aprender algo nosotros”, concluye emocionado.

 

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