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Parir en Argentina: la vida en manos de la violencia

Entrevista a Julieta Saulo, presidenta de la Asociación Las Casildas, quienes investigan sobre partos no respetados y se involucran para que dejen de suceder.

Por Marina Balbo
| 02 de mayo de 2020
Crudo. Lo que se puede observar en "Parir", el documental que habla sin tapujos sobre la violencia obstétrica.

“Lo que quiero es que sea un parto natural”, expresó Vanesa frente a la cámara mientras se acariciaba la panza que lleva a su hija, Guadalupe. “Trato de no pensar en los miedos y en que me va a doler, por lo que me han contado varias mujeres, porque creo que es una experiencia única de cada una. Siento que hay mucha conexión conmigo misma y con mi hija”, afirma.

 

Ante la misma cámara, el doctor en obstetricia Mario Sebastiani alegó que tomar la palabra “natural” como un evento “bueno” es ideológico. “Toda la formación médica es ir en contra de la naturaleza, por eso nos vacunamos, por eso tomamos remedios. Al menos así nos formaron, el parto es vaginal o abdominal”, explicó.

 

Esa cámara fue testigo de realidades de violencia obstétrica, naturalizadas y absolutamente cotidianas en nuestra sociedad. Los testimonios son de “Parir”, el documental que acompaña a Vanesa, Nayla y Mariana durante el embarazo, parto y posparto.

 

Quirófanos y salas de parto impolutos iluminados con una luz blanca fría, ruidos de cajones, instrumental quirúrgico como pinzas de presión con y sin dientes, aro para úteros, allis, bertolas, tijeras y más, gasas, piernas atadas, quejidos de dolor, guantes, sangre, mucha sangre, y dos, tres, cuatro, cinco o más personas en un cuarto de tres por tres interviniendo en sus partos.  En Argentina, cada 60 segundos, nace un bebé, por lo que en este momento esa escena está repitiéndose en algún hospital o maternidad del país. Una y otra vez. 

 

La película fue dirigida por la documentalista argentina Florencia Mujica junto a la producción de Las Casildas Asociación Civil (organización propulsora y coordinadora del Observatorio de Violencia Obstétrica de Argentina), y ya está disponible online de manera gratuita en la plataforma de streaming de cine y tv nacional Cine.ar Play.

 

 

La violencia obstétrica es un tipo de violencia de género por demás naturalizada e invisibilizada"

 

 

 

Tinta Violeta entrevistó a Julieta Saulo, presidenta de Las Casildas, psicóloga social y puericultora, quien actualmente es la coordinadora general de los Servicios de Puericultura que sostiene la Asociación Civil Argentina de Puericultura (Acadp) en distintas instituciones de la salud.

 

La especialista, a la hora de definir a la violencia obstétrica, fue clara. “Independientemente del lugar en el que vivas, el estrato social, si es en el ámbito de lo público o lo privado; seguramente si atravesaste por una situación de preparto, parto y posparto en mayor o en menor medida has sido víctima de violencia obstétrica, que es una modalidad de violencia de género que trasciende todo tipo de fronteras y estrato social”, sentenció.

 

—¿Cómo se manifiesta la violencia obstétrica?

 

—Uno de los grandes aprendizajes para mí durante el rodaje fue la naturalización de este tipo de violencia de género, que es una violencia por demás naturalizada e invisibilizada. Llegamos a esa conclusión con Florencia (Mujica) cuando la filmamos. No es una lucha de buenos y malos, es una modalidad de asistencia que está absolutamente introyectada en el sistema de salud y en las personas que se forman para asistir (nos) y en nosotras las mujeres. El parto es una construcción cultural y política, y tiene estas condiciones. En nuestro país existe legislación de avanzada en torno a esta temática. Tenemos la Ley Nº 25.929, que básicamente plan tea todos los derechos que tenemos las mujeres, los niños y las niñas en la escena del parto y el nacimiento. Para cualquier mujer un parto respetado puede ser sinónimo de una cesárea, ¿y quién soy yo para decirle a ella que eso no es así?
 

 

 


"En los partos y los nacimientos hay un montón de personas en un lugar reducido, y ninguna de esas personas es consciente de lo que sucede en ese momento".

 

 

 

—Entonces, ¿de qué hablamos cuando hablamos de parto respetado?

 

—Desde mi perspectiva un parto respetado se enmarca dentro de los cánones de los deseos, las necesidades y posibilidades de cada una de nosotras, las mujeres y cuerpos gestantes. Un parto respetado no es sinónimo de parto vaginal si la mujer así no lo desea. Por eso me parece muy importante que las personas que están relacionadas al ámbito del acompañamiento, ya sea médico, partera, obstetra, o doula, no intenten imponer, aunque sea de manera amorosa, lo que para nosotras es un parto respetado. Si las elecciones se producen desde la información y las posibilidades reales, personales, históricas de cada una de nosotras, me parece fantástico. El tema es que en muchos casos la información a la que accedemos está totalmente influenciada y coaccionada por un sistema médico dominante al que le somos absolutamente funcionales si estamos desinformadas y estamos calladas y anestesiadas.

 

—¿Por qué se llega a estas prácticas violentas?

 

—Es una problemática muy compleja que hay que abarcarla desde varias aristas, porque nadie lo haría a propósito. En muchos casos las mujeres leen esas intervenciones como “ayuda”: “Bueno me ayudó con el suero”, “Me ayudó subiéndose encima”, entonces es un problema complejo para tomar desde varias aristas como para empezar a desentramarlo un poco.

 

—¿Qué tipo de casos son los que mayor impacto te han generado?

 

—Un caso que me impacta aún al día de hoy es el de una mujer que tuvo su primer hijo de manera vaginal y como en la mayoría de los casos se le subieron encima, la apuraron y menoscabaron sus emociones en ese momento. “Cómo vas a llorar así”, “sos una flojita” le dijeron. Una partera le realizó la maniobra de Kristeller que básicamente es empujar el fondo uterino con el antebrazo. La mujer terminó con la pelvis fracturada. Estuvo un año con una fractura a raíz de la sobremedicalización e intervención que le realizaron en su parto y del nacimiento de su hijo, cuando en realidad si esto no hubiera sucedido, las cosas no se hubieran dado de esa manera.

 

—¿Creés que de por sí en la mayoría de los partos hay violencia?

 

—En la escena de los partos y los nacimientos actualmente hay un montón de personas en un lugar reducido, y ninguna de esas personas es consciente de lo que sucede en ese momento. No somos conscientes de que una mujer esta pariendo por primera vez, de que una persona está naciendo y eso no va a volver a suceder, no somos conscientes que se está produciendo violencia sobre la corporalidad de la mujer.

 

—¿Qué tan arraigada y naturalizada está en el sistema de salud?

 

—Es una problemática difícil de desentramar y son muy pocas las personas que pueden llegar a la conclusión de que eso no solo no está bien, y de que es violencia de género. El primer parto que filmamos dentro de una institución fue a una mujer joven, era su primer hijo. Una mujer a la que se la intervino y se la vulneró desde que tomamos contacto con ella dentro de la institución. Un parto totalmente intervenido donde se le subieron encima, le decían que la fuerza no la estaba haciendo bien, que así no, etc. Cuando finaliza, el obstetra, que terminó como un carnicero todo lleno de sangre, se acerca hacia mí (yo estaba en la puerta de la sala de parto y quedé tan shockeada y conmovida por lo que acababa de ver que me doy vuelta y me quedé sin poder hablar) y me dice: “¿Vos viste que estás llorando, estás emocionada, en qué momento de acá viste algo violento? ¿Viste algo de violencia, viste qué hermoso, qué maravilla?” y ante esa pregunta yo pensaba después en mi casa (porque en ese momento no tuve capacidad de reacción): “Y… desde que entré”. Y fueron estas pautas las que me llevaron a ver el nivel de naturalización que tiene esta problemática.

 

 

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