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A nadie le resulta indiferente esta crisis

Por redacción
| 06 de junio de 2020

Las vulnerabilidades arrastradas desde antes de la actual pandemia, básicamente pobreza, informalidad y marginación, exponen a 55 millones de personas, pertenecientes a pueblos originarios de América Latina y el Caribe a mayores riesgos ante la COVID-19, alertó un informe de la Organización Internacional del Trabajo (OIT).
Una vez más, la OIT dijo que “la cara más nefasta de esta pandemia es la de la desigualdad, porque la enfermedad y sus consecuencias sociales y económicas afectan más a los que menos tienen, como son los pueblos originarios y tribales, con escasa protección social o acceso a la salud”.
La OIT advirtió sobre la vulnerabilidad de los pueblos originarios y tribales en todo el mundo, unos 476 millones de personas, de los cuales 11,5 por ciento, con más de 800 pueblos diferentes, viven en América Latina y el Caribe.
Una vasta mayoría de mujeres y hombres de pueblos originarios viven en condiciones precarias y trabajan en condiciones de informalidad en los sectores más afectados por la crisis, lo cual se traduce en la pérdida de los medios de vida.
En la región, la tasa de informalidad entre los trabajadores de los pueblos originarios es de 82 por ciento, casi 30 puntos porcentuales por encima del 54 por ciento de la población en general.
Según la OIT, 31,7 por ciento de la población ocupada de estos pueblos no tuvo ninguna formación, frente a 12,8 por ciento de los trabajadores no originarios y menos de 30 por ciento accedió a educación intermedia o avanzada, frente a 48 por ciento de los no originarios.
El informe recuerda que en todo el mundo decenas de millones miembros de los pueblos originarios han estado trabajando en sectores particularmente afectados por la actual crisis, desde los servicios, incluidos el trabajo doméstico, la hotelería y el turismo, hasta el comercio, el transporte, la manufactura y la construcción.
A medida que las pérdidas de ingresos afectan a los trabajadores, sus consecuencias son especialmente graves para las mujeres y los hombres de estos pueblos, dado que tienen más probabilidades de estar ocupados en condiciones de informalidad.
La OIT advirtió entonces sobre “los efectos cascada” de los colapsos económicos, con signos alarmantes de pérdida de ingresos, inseguridad alimentaria y efectos agravados en la salud y en particular en las mujeres indígenas.
Reducidas las posibilidades de ofrecer su trabajo, y perturbadas la vida económica y las cadenas de suministro, “disminuye la capacidad de los pueblos originarios para adquirir productos básicos, incluidos los alimentos, y se cierne sobre ellos el espectro de la hambruna”.
La OIT señaló que la actual crisis “también muestra deficiencias en la institucionalidad que se ocupa de los pueblos originarios. Los gobiernos a menudo no pueden responder adecuadamente a sus necesidades de protección”.
Por ello, sus recomendaciones apuntan “en primer lugar a la protección, incluyendo la prevención, información en lenguas nativas y atención sanitaria de emergencia”.
Luego “apoyo y protección sostenida para los trabajadores, los empresarios y las comunidades, para hacer frente a la crisis que afectará los mercados laborales en un futuro próximo”. Para los pueblos originarios del mundo, tampoco se trata de una crisis más.
 

 

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