Formas alternativas

Que los artistas que mueren físicamente quedan vivos en su obra, se ha dicho hasta el hartazgo. Pero en el caso de Rosario Bléfari, quien se despidió de este mundo el pasado lunes 6 de julio, parece ser más que una metáfora. En su música y su literatura, la marplatense tiene la posibilidad de volver a nacer. 

La actriz, cantante y escritora dejó un amplio legado de canciones, melodías, poemas y películas que probablemente no conozcan las nuevas generaciones. Rosario fue, aunque es más justo decir que aún lo es, uno de los íconos de una forma alternativa de hacer cultura en Argentina. Con la autogestión como bandera, tuvo una prolífica carrera en escenarios independientes y dejó un fuerte recuerdo en quienes transitaron su juventud en la década del 90 y que la despidieron con profunda tristeza en las redes sociales en los últimos días.

Su proyecto más emblemático fue Suárez, la banda que lideró entre 1989 y 2001 y que tuvo un regreso esporádico en el 2016 y una segunda secuela en el 2018. En su momento, el grupo trajo nuevos aires al rock nacional y empezó a forjar lo que más tarde sería una nutrida escena indie local. 

Tuvo también una etapa solista en la que grabó siete discos y en la que consolidó su figura como artista y mostró el costado más poético de sus letras. Luego volvió a darle un giro a su carrera y formó Sué Mon Mont, mientras que el año pasado había armado Los Mundos Posibles, un dúo con Julián Perla.

Como actriz participó en más de veinte películas y como escritora publicó libros de poemas, cuentos y obras de teatro. Fue esta última faceta la que la trajo a San Luis en 2018, cuando estuvo en la Feria del Libro que se hacía en Villa Mercedes y disertó sobre las letras del rock nacional y la influencia de Edgar Allan Poe.

En esa misma ocasión le brindó una entrevista exclusiva a Cooltura, que salió publicada unos meses después y en la que dejó una definición elocuente sobre su relación con el arte: “A esta altura es lo único que tengo”, dijo y contó su deseo de sumergirse en el mundo de la danza. Evidentemente respiró arte hasta el último de sus días en La Pampa, donde se había instalado para atender a su padre y en donde fue sorprendida por un infarto a sus 54 años. 

Aunque su voz se apagó en su garganta, su música todavía está ahí, en los recuerdos de una generación que la usó como banda sonora de la adolescencia. Pero también está en los algoritmos de Internet, esperando que los más jóvenes destapen un cofre que probablemente no cerrarán jamás. Y la obra de Bléfari volverá a nacer.