Juan Carlos I y la cuestión de la monarquía

En junio de 2014, miles de personas se manifestaron en contra de la monarquía española. Fue tras la abdicación del rey Juan Carlos I en favor de su hijo Felipe, actual rey del país.

La estructura que sostenía ese sistema ya estaba resentida, una situación que empeoró tras algunos escándalos de corrupción que afectaron a otros miembros de la familia (como el caso de la infanta Cristina de Borbón, hija también del rey Juan Carlos). Sin embargo, la institución monárquica se mantuvo en pie. Tambaleante, pero en pie al fin.

Como dice Norberto Bobbio en su Diccionario de Política, una monarquía es un régimen “basado en el consenso, generalmente constituido sobre base hereditaria y con aquellas atribuciones que la doctrina define con el término soberanía. Una suma de características de derivación histórica y tradicional moderan por lo tanto la monarquía en los distintos tiempos y en las distintas experiencias locales y territoriales, pero con una línea de tendencia común a todos los fenómenos de monarquía en el tiempo, es decir, la tendencia a un progresivo aumento y centralización del poder en las manos del monarca”.

Si entendemos, en estos términos, que la monarquía se establece con base en un consenso, está claro que en el mejor de los casos ese consenso está seriamente cuestionado: los escándalos y las investigaciones contra el rey emérito Juan Carlos I y su huida de España sin destino cierto perjudicaron más la imagen ya perjudicada de un sistema de gobierno que contribuyó a que algunos casos como el suyo fueran poco cuestionados o incluso tapados por el prestigio del monarca.

Y es que, por muchos años, Juan Carlos I fue la imagen del retorno a la democracia tras cruentos y largos años de la dictadura de Franco. Para algunos esto permitió el uso y abuso del poder, justificado por el ejercicio de la función y descansando en una imagen positiva ya consolidada.

Tras la abdicación, sin embargo, los planteos tomaron fuerza. Quienes defendían la monarquía, se preguntaban, ¿defendían al reinado o al rey?

La misma pregunta surge tras los supuestos sobornos cobrados por el padre de Felipe VI. "No se juzgan instituciones, se juzgan personas", dijo el presidente del gobierno español, Pedro Sánchez.

En un intento por demostrarlo, Felipe se separó de la figura de su padre e incluso renunció a la herencia. Sin embargo, se olvidó de la más importante: la corona y el poder siguen en manos del monarca.