SAN LUIS - Martes 16 de Abril de 2024

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Un cambio de vida entre nogales y almendros

Flavia y Martín son odontólogos, pero más allá de su profesión encontraron la manera de disfrutar del campo con su incipiente plantación, que por ahora es para consumo familiar.

Por María José Rodríguez
| 13 de septiembre de 2020
Unidos. Julieta de 9 años, Martín de 42, Flavia de 40 y Martina de 14. Falta Candela de 20, que estudia Odontología en Córdoba. Foto: Martín Gómez.

Flavia Engler tiene 40 años y Martín Menéndez 42, y además del amor por sus tres hijas los une la pasión por la naturaleza. Se conocieron cuando estudiaban odontología en Córdoba y desde entonces coinciden en sueños y proyectos. Él es puntano y ella santafesina, pero San Luis la flechó desde que la pisó por primera vez. Los cinco viven en la finca La Gringa, ubicada en la ruta provincial 16, al noroeste de la ciudad. Están rodeados de almendros y nogales, cuya producción por ahora está destinada al consumo propio, pero tienen el proyecto de crecer y llegar al mercado con un poco más de desarrollo.

 

"Son tres hectáreas en total. Actualmente no vivimos de esta actividad, sino de nuestros trabajos en la ciudad, atendemos nuestro consultorio que está sobre la calle Mitre, entre Ayacucho y 9 de Julio", aclara Martín, y reconoce que "el volumen de producción que tenemos todavía no nos permite comercializar. Plantamos 600 nogales, alrededor de 400 almendros y el predio está cercado por membrillos. Esto empezó como un hobbie, veremos cómo sigue".

 

El nogal tarda un poco más en dar frutos, alrededor de 7 u 8 años. El almendro demora menos, entre el primer y el tercer año, pero tiene menor tiempo de vida.

Con el mate amargo en la mano, pero sin convidar por la pandemia, aclara que quizá en un futuro puedan llegar a vender las frutas secas. Con una sonrisa radiante Flavia agrega que la marca elegida es Vientos de Agua (VDA). "Es un simbolismo que surge de la época en la que el director de cine Campanella hablaba del olor a tierra mojada, y para nosotros todo esto es un viento de agua, pensamos en esa analogía y nuestra finca tiene mucho de eso", explica.

 

Cuando ambos se recibieron de odontólogos se fueron a vivir a Salto, una ciudad al norte de la provincia de Buenos Aires. "A este predio lo compró el papá de Martín hace muchos años. Por un cúmulo de casualidades: un viaje a San Luis para ver el terreno, el encuentro con un amigo de la infancia que es ingeniero agrónomo y el deseo ferviente de volver a vivir a esta zona, hicieron que hoy estemos acá", dice ella, mientras Julieta, de 9 años, busca fotos viejas para ilustrar el relato de su mamá, que continúa: "Vinimos en 2013, nos encontramos con que el terreno estaba muy descuidado, lleno de alambres y de basura, se habían robado todo. Lo único que estaba intacto era la estructura en la que construimos el que ahora es nuestro hogar. Habían robado hasta las ventanas. Entonces hicimos el perímetro y comenzamos de cero".

 

Hermosa. En esta época el árbol del almendro florece y le pone color al paisaje árido. Foto: Martín Gómez. 

 

Martín contó que primero plantaron los nogales, pero fue cuando todavía no se mudaban. "Mi provincia nos llamaba cada vez más. Sabíamos que teníamos nuestro lugarcito acá y le íbamos haciendo cosas a la distancia, tanto a la casa como al predio. Eran 630 kilómetros entre ir y venir" indica, y Flavia agrega que "de pronto nos dimos cuenta de que veníamos cada veinte días. En ese momento nos planteamos firme la posibilidad de radicarnos definitivamente. Siempre lo hablábamos los cinco. Cuando estuvimos todos de acuerdo, embalamos, dijimos adiós a Salto y acá estamos".

 

En febrero de 2016 la familia completa comenzó una nueva etapa en una casa en la que actualmente está el consultorio odontológico porque todavía no podían permanecer en la finca. "Mientras residíamos en el centro íbamos armando la casa, plantamos los almendros, lo que se hace en pleno invierno. Trabajábamos los fines de semana, todos colaborábamos. Hacíamos los pozos, regábamos, limpiábamos, cortábamos plantas y un montón de cosas que también hacemos ahora. Despacito y con mucho trabajo, a pulmón, iniciamos nuestro proyecto", explica Flavia.

 

Martín dice que "siempre hay algo que hacer, dependiendo la época del año. Por ejemplo, nos encargamos de fumigar o podar", detalla, y agrega que los conocimientos que fueron adquiriendo sobre las tareas y los pasos a seguir cotidianamente, y sobre todo para el armado de la finca, fueron compartidos por un amigo de la infancia que es ingeniero agrónomo.

 

"Pablo Cangiano nos fue orientando. La experiencia sobre la marcha también nos ayudó muchísimo. Con otras cuestiones específicas recurrimos a distintos profesionales, también investigamos por YouTube y hablamos con nuestros vecinos", especifica Flavia, quien añade que Cangiano "fue un nexo importante para poder empezar con el proyecto, él era nuestros ojos cuando vivíamos lejos".

 

Los productores aún no obtienen números claros en cuanto a los volúmenes de producción. "Las plantas son muy nuevas, el año pasado cosechamos 15 kilos de nueces. Al ser una producción tan lenta, recién en noviembre vamos a poder ver más", dice Flavia, mientras que Martín abre un recipiente con las almendras que pudieron sacar en 2019 y explica que "la cosecha de este año, que iba a ser en febrero, no pudimos hacerla porque el día previo a iniciarla lloviznó y a la noche heló, lamentablemente perdimos todo. Nos agarró desprevenidos. El año pasado sacamos cerca de 40 kilos. Tenemos un buen volumen, aunque todavía no nos alcanza para comercializarlo, repartimos entre nuestros familiares y recibimos muy buenos comentarios". Para obtener nueces, la familia Menéndez tiene que esperar hasta noviembre. "La cosecha de los nogales es tardía. Nos divertimos mucho trabajando porque cuando tenemos que cosechar las almendras, agarramos un balde cada uno y hacemos carreritas para ver quién saca más. Las perras se comen las cáscaras. Es una fiesta. Además es un momento que aprovechamos para disfrutar en familia, todo lo hacemos nosotros", cuenta Flavia.

 

"El nogal es productivo a partir de los 7 u 8 años de haber sido plantado, entonces recién ahora estamos empezando a ver nueces. En cambio el almendro al año da frutos, pocos, pero da. El pleno de producción es cuando la planta tiene 5 años. La vida útil del almendro es  más corta. El nogal vive mucho más", especifica.

 

Julieta interrumpe a su mamá y agrega: "Papá y yo estamos todos los días con las almendras. Por ejemplo: me encargo de hacer el círculo alrededor de los árboles y él cava para que tengamos el cantero en el que después echamos el agua. Tenemos que cuidar que circule bien y la planta dé frutos. Ahora estoy haciendo un huerto de flores, yo muevo la tierra le pongo guano de caballo, la riego, al otro día hago lo mismo. Hasta que esté todo listo y podamos plantar las semillas".

 

Con cáscara. Martín tiene en sus manos parte de la producción de 2019. Foto: Martín Gómez. 

 

Martín sigue la conversación y cuenta que la menor de sus hijas también tiene un par de gallinas a las que les da de comer. En un rincón del comedor hay un cajón con un par de pollitos que le regalaron y que cuida con mucha atención. "Son como mascotas para ella. A las tres les gusta mucho la tecnología, no lo puedo negar, pero por suerte no están todo el tiempo con los celulares, aman como nosotros la vida al aire libre", dice Flavia.

 

"Un aspecto muy importante es que los árboles están rodeados de membrillos, Pablo nos explicó que sirve de cerco vivo de protección. De ellos obtenemos entre 30 y 40 kilos que, como las nueces y almendras, por ahora son para consumo familiar", asegura Flavia, y expresa que estar abocados a la producción es un modo de vida distinto al que llevaban: "Desde que conozco San Luis, me encantó. Siempre me imaginé viviendo así, aunque no lo hubiéramos pensado o planeado como tal".

 

Los cuatro aseguran que la pandemia por Covid-19 les cambió el enfoque sobre la vida. "Antes de la pandemia estábamos haciendo doce horas de consultorio y los fines de semana trabajábamos en la finca. Eso no era vida. Ahora permanecemos menos tiempo", dice Flavia y Martín comparte su opinión: "A mí también me gusta mucho más ahora que antes. Salíamos a las 8 y volvíamos alrededor de las nueve de la noche. El horario corrido nos sirve más. Ahora hasta hacemos la tarea con Juli y Marti, tenemos más tiempo para estar con ellas. A todos nos gusta esta nueva vida. La pandemia nos hizo frenar y pensar".

 

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