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Mauricio Quiroga, un múltiple campeón con sueño Olímpico

Anhela participar de las fechas de las Copas del Mundo de ciclismo en pista para sacar pasaje a los Juegos.

Por Daniel Valdés
| 22 de septiembre de 2020
Una vieja costumbre. La "Bestia" quedándose con una etapa de la Vuelta del Porvenir. Es un gran velocista. Fotos: El Diario.

Mauricio Quiroga es sinónimo de ciclismo. “La Bestia”, como lo llaman, nació arriba de una bicicleta. A los 7 años ya estaba compitiendo. La bici es su estilo de vida. Su fiel compañera. Parece que fue ayer cuando corrió su primera carrera, con la calle San Lorenzo de su Villa Mercedes natal como fiel testigo. Se subió a esa bici de ruedas anchas y cruzó primero la meta ante la atenta mirada del público que se preguntaba quién era ese pibe. Ese “benjamín” se transformó en un referente. Hoy con 28 años y con las mismas ganas de aquel nene, pero con la experiencia que le dieron los años, es dueño de un rico palmarés: subcampeón mundial de pista, cuádruple campeón panamericano —con récord mundial incluido— y dueño de 17 títulos argentinos. Sueña con participar de todas las fechas de la Copa del Mundo para sumar puntos para los Juegos Olímpicos. Es un velocista de ley. El velódromo es su casa.

 

“Elegí el ciclismo porque de chico vivía arriba de la bici. Es mi estilo de vida. Lo que soy hoy se lo debo a la bicicleta”, comenzó diciendo esta verdadera máquina de ganar.

 

El comienzo no fue nada fácil. Después de esa competencia en la calle San Lorenzo en Villa Mercedes llegó el turno del infanto-juvenil. Había que recorrer el país para sumar puntos. Eran distancias largas. Mauri tenía solo 8 años y el amor por el deporte del pedal iba creciendo. Llegaron los podios y de la mano de los logros, el entusiasmo se transformaba en el común denominador. “Tengo gratos recuerdos de esa etapa de mi vida. Conseguí varios podios aunque nunca pude ganar la general en el infanto, ya que había muy buenos corredores, sí conseguí imponerme en varias fechas. Mi familia hizo un esfuerzo muy grande para que pudiera asistir a cada jornada, mis hermanos sacrificaron muchas cosas, esa experiencia me enseñó a valorar el esfuerzo que hicieron por mí”, aseguró con la voz algo entrecortada producto de la emoción.

 

 

 

Ese nene simpático que ganaba en Villa Mercedes se hizo más conocido cuando empezó a ser protagonista en el infanto-juvenil. Las hojas del almanaque fueron cayendo. El ciclista fue creciendo. Y era hora del Argentino. Las rutas de Neuquén lo esperaban. Mauri, con tan solo 13 años, viajó con la ilusión a cuesta. Había expectativa. Le veían pasta de campeón, pero lo llevaban despacio, por si aparecía un tapado. Pero ese tapado nunca apareció. Mauri voló en el sur y se quedó con la medalla de oro. Se abrazó con la familia. Lloró. Apretó el puño. Por su cabeza, como una película, pasaron todos los recuerdos de aquellos viajes interminables para competir en el infanto-juvenil. Era campeón. Se colgaba su primera medalla. Las noticias de un pibe que andaba fuerte comenzaron a recorrer el país. Llegó la convocatoria a la Selección. Con 16 años participó de un Panamericano. Fue en México. Tenía edad de juvenil, pero corrió en Junior. “Fueron momentos imborrables. Mi primer viaje al exterior con la camiseta de la Selección. No lo podía creer. Estaba como en las nubes”, dijo. Fue una gran experiencia. Se midió con rivales de otra fuerza. Usó la competencia como aprendizaje. Dos años más tarde, regresó a México. Y vaya si aprendió. Logró cuatro medallas de oro en el Panamericano, con récords incluidos y, como si esto fuera poco, le puso la frutilla al postre, junto a Pablo Perruchoud y Matías Gatto fueron plus marca mundial.

 

Los logros le abrieron puertas, el pibe que empezó a correr con una bici de ruedas anchas en la calle San Lorenzo ya era todo un referente. La Federación Argentina le otorgó una beca en el Centro de Alto Rendimiento que tiene la Unión Ciclista Internacional en Suiza. Estando en Europa compitió en el Mundial juvenil donde logró el subcampeonato en Italia en la modalidad keirin, quedó a centímetros del estadounidense Matthew Baranoski. No fue fácil el camino a la final, el puntano necesitó de un repechaje para poder pelear por el oro.

 

Está orgulloso de la carrera que construyó. Lleva 21 años arriba de la bici. “No me imagino la vida sin la bicicleta. Es una pasión. Como un amor a primera vista. Es lo que abracé de chico”, afirmó con la misma seguridad con la que encara cada competencia.

 

Tiene como referente a Darío Colla. Es un agradecido de su técnico de siempre: Ramón Sánchez. “Es un entrenador que me marcó arriba y abajo de la bici”, aseguró. Los títulos no le nublaron la vista. Sigue soñando como ese pibe que corría en la calle San Lorenzo. El ciclismo está en su ADN. Mauricio Quiroga, “La Bestia” de la velocidad.

 

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