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El arte de don Gaudioso Agüero, artesano de San Francisco

Nació en La Chilca, al norte de la provincia. De niño aprendió a trenzar junto a su abuelo, uno de sus primeros maestros. Es uno de los grandes trabajadores del cuero crudo de la Argentina.

Por Johnny Díaz
| 31 de enero de 2021

 

 

Gaudioso Agüero es hijo de Cayetana Agüero y nació en el paraje La Chilca, a unos 7 kilómetros de San Francisco, un lugar ubicado entre quebradas y cerros de la cadena montañosa sanfrancisqueña, el 19 de agosto de 1952.

 

Ahí, bajo la sombra de las palmeras, algarrobos, chañares y el canto de los pájaros, aprendió el oficio de soguero (una artesanía con cuero de vaca o de potro). Sus primeros pasos fueron de la mano de su abuelo Severo Agüero, quien entre la crianza, el cuidado y el mantenimiento de los corrales, se hacía un tiempo para trabajar el cuero, mientras su nieto, Gaudioso, practicaba haciendo trenzas con hojas de palmeras.

 

Hoy, después de recorrer un largo camino en la artesanía, Gaudioso descansa en su casa de ruta 9 y la intersección de Maestra Olga Aostri de Alume, un lugar de singular belleza donde se entrecruzan los paisajes, realzados por el canto de los pájaros.

 

 

 

Por un lado los cerros, por el otro una quebrada atravesada por la ruta que conduce al pueblo. Ahí, Agüero lucha contra una dura enfermedad: un astrocitoma, un tipo de cáncer que se va formando a través de células llamadas astrocitos, normalmente en la médula espinal, o en el cerebro, con un final poco feliz.

 

El artesano tiene 68 años, no puede hablar, la enfermedad lo ha ido minando lentamente, sin pausas, pese al intenso cuidado de su compañera en la ruta de la vida. Sentado en una silla de ruedas, con mucho esfuerzo sostiene entre sus callosas manos un par de embobados y lo que en su momento iba a ser un portapañuelos o un cuentavacas. Por momentos, su mirada se pierde en el infinito y en otros, sus ojos se llenan de lágrimas recordando vaya uno a saber qué.

 

Juana Elia Puertas, (63) una docente retirada, es su sostén, lo acompaña en todo y con palabras llenas de amor y paciencia, pone en su voz la increíble historia de Gaudioso.

 

 

 

"Gabito (como le dice cariñosamente) empezó de muy chico con esto de los cueros. Uno de sus primeros maestros fue su abuelo, pero con el tiempo se fue conectando con vecinos del pueblo para enriquecer sus trabajos, entre ellos Alfel Páez, quien le enseñó la confección de los embobados, chatos y redondos (piezas puras de cuero que sirven para separar, acortar o diferenciar un trenzado)", dice la docente mientras muestra unos trabajos finalizados y otros en confección que por ahora no tienen fecha de terminación.

 

Agüero siguió después su aprendizaje con Clemente Cabáñez, y también con Ramón de la Cruz Amaya. Nunca los olvidó y lo demostró en cada hecho de su vida, un docente que aprendió en el monte sanfrancisqueño el arte de trabajar el cuero crudo. No era para nada egoísta, siempre se mostró dócil a la hora de enseñar, intercambiaba opiniones y conocimientos con otros artesanos de San Luis y el país: una persona abierta a la enseñanza de lo que sabía.

 

 

 

"Nunca usó corte en el cuero, nunca usó guías, siempre lo hizo de forma manual agarrado a sus ancestrales costumbres. Colgaba una pequeña morsa del espaldar de una silla o lo que fuera, aprisionaba el cuero a mano y sin secretos comenzaba a cortar finas hebras que después convertiría en piezas de singular belleza y terminación".

 

"Por otro lado, él usaba mucho el 'devirado' (un cuchillo que pasaba por el costado del cuero sacándole asperezas para evitar alguna herida). Una técnica tradicional que hoy se hace con guías y el cuero no se 'devira' o se hace de otra manera", señala la esposa.

 

Gabito aprendió observando a otros artesanos y cuando él comenzó a mostrar su técnica, sus colegas se mostraron sorprendidos, pero a la vez le dijeron que era muy lento. Si bien era cierto, el trabajo mostraba una mejor calidad en la terminación, los otros preferían la rapidez.

 

 

 

Don Gaudioso era un humilde albañil muy reconocido en la zona, sus trabajos siempre evidenciaron una terminación arquitectónica (de hecho su casa fue construida con sus manos llevadas por el conocimiento aprendido en la calle).

 

La señora agrega que Nora Reboyras y Ana Cecilia Tula, de la Fundación para la Preservación de las Artesanías Sanluiseñas a través del Mercado Artesanal de San Luis, tuvieron mucho que ver con el despegue de las artesanías sanluiseñas, sus usos y costumbres, "pero lamentablemente eso ya no está y ahora todos quedamos a la deriva, una pena", lamenta.

 

En una oportunidad los trabajos del artesano fueron llevados a exposiciones en Mendoza y a todo el Nuevo Cuyo a través de Alfredo Pérez. La presentación fue aprobada con mucho entusiasmo y, al año siguiente, San Luis presentó un stand en la Sociedad Rural de Palermo con muchas obras en cuero; maneadores, frentes cabezales, lazos, peguales, cinchas y bozales, pero fueron rechazados por considerarlos "trabajos industrializados" según una nota firmada por Luis Alberto Flores, integrante del jurado.

 

 

 

Al año siguiente, San Luis repitió el stand en la Rural y Agüero fue uno de sus integrantes, se preparó, mejoró técnicas y después de reunir las condiciones y el protocolo vigente ante el gran jurado, esta vez también integrado por Pablo Lozano, el sanfrancisqueño quería demostrar que el rechazo del año anterior había sido injusto. Y convencido de su labor, pidió paciencia y tiempo para hacer su trabajo. Jurado, periodistas y público siguieron por horas su trabajo. Nadie podía creer que este hombre nacido en el monte, con simples herramientas caseras, pudiera hacer semejantes trabajos. El primer premio fue para San Luis por presentar al mejor soguero y también premio a la creatividad. Agüero lo había logrado y pudo demostrar que su arte no tenía nada de "industrialización".

 

El artesano aprovechó la oportunidad para decirles que el cuero ahí trabajado había adquirido ese color por el orín de las polillas, no por otras cosas y que él no trabajaba en cueros industrializados. "Nadie lo podía creer, menos los bonaerenses", recuerda Juana.

 

Agüero vivía de sus trabajos en albañilería, pero no dejaba de hacer manualidades en cuero, nunca se dedicó a vender, pero tampoco faltaban brasileros o chilenos que se llevaran sus productos de las exposiciones en el país. "De hecho, esta profesión se está perdiendo lentamente, hay poco interés de parte de quienes tienen la obligación de cuidarla y protegerla, los fueron dejando de lado. Acá en el pueblo están Sosa, Cristian Marín y Juan Carlos Astudillo, quienes son buenos artesanos, pero se dan cuenta de que esto no es sustentable, es antieconómico e imposible de vivir de ello", agrega.

 

 

 

"Hoy él no puede hacer nada, vive de una pensión graciable, ni siquiera es jubilado. Los gastos son mayores por su enfermedad y muchas veces la situación se complica. Le ofrecieron una plan social, pero en su momento él no quiso aceptarlo", dice la mujer.

 

Puertas ahonda en detalles de lo mucho que ha hecho, incluso dice que en una oportunidad hizo un reclamo ante las autoridades para que no se abandonen estas costumbres. Dice que la única vez que cobró por dar clases fue cuando lo contrató la Dirección de Cultura de La Rioja. "A él lo único que le interesaba era que no se perdieran las costumbres y usos de la tradición".

 

La esposa rememora que una vez fue "un señor de apellido Palorma, destacado soguero bonaerense que quería ampliar sus conocimientos. Gaudioso le explicó que acá el cuero es más duro por el clima, no como en Buenos Aires. 'Acá es una lata', le reafirmó. Preparó sus herramientas, enjabonó el cuero y comenzó a sacar tiras, una más fina que otra. Palorma no lo podía creer. Ahí se terminó de convencer de lo mucho que sabía Gabito".

 

 

 

"Amaba su trabajo de albañil, era su vida, pero era artesano por vocación, nunca dejó de hacer las dos cosas hasta que se enfermó", confirma la esposa.

 

Agüero tiene una hija, Noelia de 33 años, y una nieta, Laura de 14, y seis hermanos: Carmen que vive en el pueblo de San Francisco, Nelly en Catamarca, Antonio, Estela, Modesta y Paula, en Mendoza.

 

Detallista, pulcro, cuidadoso en todo sentido son adjetivos que definen a Agüero, además de ser una persona muy querida y respetada en San Francisco y en el mundo de las artesanías. Sus trabajos se han expuesto y vendido en Tailandia, Brasil, Inglaterra, Chile, Uruguay y otros países limítrofes.

 

 

 

En 2016, cuando la pareja estaba en una exposición en Cañada Rosquín, provincia de Santa Fe, la mujer notó que el hombre no se sentó a trabajar, sino que salió a caminar y daba vueltas por ahí. "Le pregunté qué le pasaba y por qué no trabajaba, me dijo que no tenía fuerzas en las manos. Eso me llamó profundamente la atención, ese fue el inicio de su penosa enfermedad", dice con tristeza Juana.

 

La docente se apura en aclarar que Gaudioso dio charlas ad honorem en establecimientos educativos de la provincia y donde lo invitaran. Únicamente cobró por su trabajo cuando lo invitaron del GADA de San Luis. 

 

Después de mirar y admirar innumerables piezas de cuero crudo, el equipo de El Diario pudo admirar en una pequeña y confortable sala, colgados de las paredes y en una amplia vitrina, cientos de piezas chicas; vainas para cuchillos, bombas chatas y redondas, fustas, marcos de cuadros, riendas, varitas para orquestas, cuentavacas, portapañuelos y también otras sin terminar.

 

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