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Glándula tiroides: un control anual puede prevenir hasta seis enfermedades

Su mal funcionamiento está asociado con las enfermedades autoinmunes, que son las que genera el propio cuerpo, y a las sustancias químicas que se usan en procesos industriales y de elaboración de alimentos procesados.

Por Matías García Elorrio
| 31 de enero de 2021
Foto: Shutterstock / Infografía: Mailén Escudero.

Las típicas enfermedades tiroideas que se producían en las regiones cordilleranas por falta de yodo, como bocio, hipertiroidismo e hipotiroidismo, en los últimos años se deben más a patologías autoinmunes y a las sustancias que generan los procesos industriales y de producción de alimentos, que alteran la función de la glándula tiroides. La principal función de las hormonas tiroideas es regular el metabolismo de todas las células para mantener un adecuado equilibrio y así el cuerpo puede funcionar bien.

 

La médica endocrinóloga Elena Góndolo aconseja hacer un control general por año de TSH y T4, que miden diferentes hormonas de la tiroides, y explicó que actualmente “la principal causa de hipotiroidismo en Argentina no es el déficit de yodo, sino las enfermedades autoinmunes que, en el caso de la tiroides, se llaman tiroiditis autoinmune. Es decir que el problema está en el sistema inmunológico que genera anticuerpos 'confundidos' que agreden a órganos propios”. En este caso particular dijo que “agreden a la glándula tiroides, que luego se inflama y comienza a funcionar mal”.

 

Góndolo destacó que todas esas enfermedades autoinmunes “tienen una base genética, por eso en el consultorio siempre se pregunta si hay familiares con enfermedades de tiroides u otras como celiaquía, artritis reumatoidea o vitíligo”.

 

Respecto al déficit de yodo que era la principal causa, en el país y en la zona andina, de bocio endémico (inflamación por déficit de yodo), contó que se revirtió luego de la sanción de la Ley Nacional de Sal Enriquecida con Yodo, aprobada en 1967: “Argentina fue el primer país de la región en gestar esta norma y a partir de ahí toda sal de consumo humano debe ser yodada para asegurarse que el cuerpo ingiera la cantidad necesaria por día para que la tiroides funcione bien”.

 

 

 

Además, destacó que afecta más a las mujeres porque “en general las enfermedades autoinmunes se dan más entre ellas que en los hombres. No hay todavía una explicación científica sobre este fenómeno, pero sí se ve que a medida que pasan los años los varones las van alcanzando. Pero la tendencia es más elevada en mujeres”.

 

La médica recomienda a las mujeres, a partir de la adolescencia, si hay antecedentes genéticos, “que si notan alteraciones del ciclo menstrual, le pidan a la ginecóloga que en el chequeo incluya el valor de TSH, que sería el indicador más fidedigno. Porque en caso de estar alterado, se debe hacer la derivación a un endocrinólogo para que diga si es necesario medicarla”.

 

El estudio de la hormona tiroidea debe incluirse en todos los análisis de una mujer cuando queda embarazada. Señaló que  cuando el médico le pide el primer análisis para detectar presencia de Chagas, toxoplasmosis o HIV, "debe estar incluido porque es importantísimo el nivel de esta hormona en la madre para el desarrollo adecuado del sistema neurológico del bebé. Si es necesario, se le receta medicación durante el embarazo, y cuando ya nació se la suspende”. Además, dijo que debe hacerse por cada mes de gestación.

 

 

 

Por su experiencia en el consultorio, la médica contó que “hay mucho sobrediagnóstico de la enfermedad tiroidea”. “Varios pacientes llegan a verme tomando medicación desde hace cinco años. Pero luego de hacer los estudios les voy disminuyendo la dosis porque según los controles veo que no la necesitan y resulta que al final ese paciente estaba medicado de manera no adecuada”. La profesional formada en Córdoba señaló que “hay mucha tendencia a echarle la culpa a la tiroides de los problemas que tienen y esperan solucionarlos esperanzados en tomar la pastillita que los va a mejorar”. Y advirtió que “es muy dañino medicar al paciente si no lo necesita”.

 

También indicó que otro factor que provoca alteración en la función de la tiroides son las sustancias que se usan en los procesos industriales y de producción de alimentos: “Los bociógenos ambientales que generan los químicos orgánicos sulfurados, flavonoides y demás sustancias que se utilizan en la industria química y alimenticia. Pero también la soja tiene fitoestrógenos que alteran el funcionamiento de la tiroides y mucha gente hoy consume diariamente leche, hamburguesas o milanesas de soja”, añadió.

 

Góndolo manifestó que “hay un mito muy fuerte sobre que estas patologías inciden en el aumento de peso, que incluso se puede leer en internet. Mucha gente llega al consultorio convencida de que no puede adelgazar porque tiene un problema en la tiroides y eso no es real”. “Por eso pido que erradiquemos esta idea”, afirmó.

 

También dijo que “no se puede evitar tener algún problema en la tiroides si se provoca por una patología autoinmune. Es mejor si llevamos una vida sana, si no fumamos y hacemos actividad física”. Asimismo, aclaró que la medicación específica “no interfiere con otro tipo de medicamentos y se puede hacer una vida totalmente normal. El tratamiento es solo la pastilla y no requiere de cuestiones alternativas”. Y señaló que cuando el paciente está medicado, “debe hacer controles con el profesional endocrinólogo cada seis meses. Mientras que el resto, una vez al año con el chequeo de rutina y estar atentos por si aparece algún cambio en el cuerpo que pueda ser compatible con los síntomas de alguna de las patologías tiroideas”.

 

El cáncer de tiroides es otra patología que Góndolo ha visto aumentar en los últimos años: “Me impresiona la cantidad que se ha registrado a nivel mundial, aunque todavía está en discusión el porqué. Puede ser porque hoy tenemos posibilidades de concretar más temprano el diagnóstico que en años anteriores; pero además la buena noticia es que este tipo de cáncer es de buen pronóstico y el paciente puede curarse”.

 

 

A pesar del trastorno, se tiene una vida normal

 

La mayoría de las personas consultadas por El Diario para conocer cómo es vivir con alguna de estas alteraciones de la glándula tiroidea expresó tener hipotiroidismo. Ese fue el caso de María Noel Levingston (42 años), quien fue diagnosticada hace veinte años. Contó por qué decidió consultar con un endocrinólogo: “Siempre tuve problemas de peso porque engordaba y adelgazaba en el mismo lapso de tiempo; pero además tenía todos síntomas típicos: cansancio, caída del pelo y sequedad de la piel”.

 

Hoy toma diariamente una medicación que cada seis meses su médico debe controlar: “Los que tenemos problemas con la glándula tiroides tomamos la famosa levotiroxina o T4 que según cada paciente debe ser graduada por lo menos dos veces por año”. Pero —aclaró— a pesar de ser una enfermedad crónica “no me impide hacer una vida con normalidad, a tal punto que yo hago natación hace tiempo y pude ser madre. Lo que sí sufro más que el resto es el frío en el invierno y el cansancio siempre está presente más de lo normal”.

 

También la estudiante universitaria Wanda Tozzi (27 años) fue diagnosticada a mediados del año pasado: “Fue cuando fui a hacer un control de rutina para que me recetaran algún tipo de vitamina porque me sentía demasiado cansada. Pero en el análisis de sangre me salió que tengo la TSH-tirotrofina muy alta. Lo normal sería 4 y yo tenía 7”, contó la joven.

 

“El cambio más grande fue tener que acostumbrarme a tomar una medicación todos los días. Y tuve que mejorar algunos hábitos alimenticios y realizar más ejercicio. Pero no me imposibilita hacer nada”, afirmó. Comentó que si bien tiene amigas que la padecen, la enfermedad “puede pasar desapercibida”. “Siento que no es tan conocida. Es más, creo que mucha gente por ahí la tiene y ni siquiera lo sabe”.

 

Mildred García (52 años) supo que tenía una tiroiditis hace 12 años. “Empecé a tener problemas para tragar y me ahogaba muy seguido, incluso cuando tosía”, recordó. Cuando tuvo el primer diagnóstico fue por hipertiroidismo, pero también le detectaron nódulos en la glándula y ahora se le transformó en hipotiroidismo. Contó que el de ella es un caso especial: “Pude acceder a un médico endocrinólogo que además hace homeopatía y con ese tratamiento regulé el funcionamiento de la glándula sin usar medicación con químicos".

 

 

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