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Federico cuenta ovejas en la cama profunda

La familia Reta tiene su rebaño en un sistema que, hasta ahora, solo se concebía para los cerdos. Sin moscas ni roedores, con temperaturas parejas, ventilación y sin malos olores.

Por Marcelo Dettoni
| 12 de diciembre de 2021

Federico Reta tiene un buen trabajo al sur de Villa Mercedes, en el límite con Villa Valeria, donde administra una vasta extensión agrícola y ganadera que se acerca a las tres mil hectáreas. Pero necesitaba "algo propio" que lo hiciera sentir bien, donde poner todos los conocimientos que adquirió con la experiencia y durante la inconclusa carrera de técnico en Gestión Agropecuaria que llevó adelante. Un espacio en el cual poder equivocarse sin culpa si era necesario, su campo en definitiva, y no el de otro.

 

Eso lo obligaba a salir de su zona de confort, pero nunca fue un hombre de amilanarse ante los desafíos. Además Paula, su compañera de vida, es de las que siempre empujan y sostienen. Ella también tiene en el debe terminar la carrera de Ingeniería Agronómica, de la que solo le faltan tres materias. Entonces los conocimientos estaban, las ganas también, por lo que la decisión cayó de madura: se compraron un campo en Leandro N. Alem en 2017 y se largaron de manera independiente, aunque Federico mantiene su cargo como empleado. El dinero lo consiguió luego de vender tres pulverizadoras con las que brindaba servicios como contratista durante el barbecho y la campaña gruesa. “Era una chacra llena de malezas y la fuimos enderezando con mucho trabajo”, reconocen con orgullo.

 

 

No estaban convencidos de criar ovejas porque son muy inquietas. Por eso la cama profunda les trajo la solución, aunque les falte el pastoreo.

 

 

Y como es una familia a la que le gusta ir siempre  un paso más allá, no solo arriesgaron capital, también comenzaron a recorrer un camino innovador para San Luis y para el resto del país. Porque no hay antecedentes de hacer cría de ovejas con el sistema de cama profunda. Ellos son los pioneros y recién están dando los primeros pasos.

 

“Sé que algunos compraron estos kits que incluyen el galpón y la cama para hacer refugios, pero no conozco casos en los que se hayan usado para la cría”, reconoce Reta, quien espera a la revista El Campo en las cuatro hectáreas que compró hace unos años en el pueblo norteño, donde tiene una vista espectacular de las sierras centrales, que todavía guardan cicatrices de la gran inundación del 1º de marzo de 2015, cuando el agua bajó y se llevó todo en Alem, Luján y Quines.

 

Este cronista llegó acompañado por tres funcionarios de la Unidad Ejecutora Provincial (UEP) para las leyes caprina y ovina, ya que el productor solicitó un aporte amparado por esta última y ahora es el momento de demostrar que la inversión se hizo en tiempo y forma. Por eso están allí el presidente de la UEP, Juan Manuel Celi Preti, la coordinadora Gabriela Delgado y Bárbara Castiglione, quien lleva la parte administrativa de los proyectos formulados y en ejecución.

 

Alcanzan los primeros cinco minutos para darse cuenta de que Federico y Paula cumplieron con creces con el compromiso de armar la infraestructura para la cría ovina. Luego de pasar un pequeño lote en el que crece maíz dulce para consumo, aparecen los dos galpones semicirculares con techos de lona blanca adquiridos a una empresa cordobesa, que incluso se encarga de armarlos.

 

“Arrancamos haciendo tomates y luego zapallos, nos fue muy bien con la producción, pero nos chocamos con problemas para colocar la mercadería. Por eso el campo todavía no se solventa solo y pensamos en las ovejas. Primero no quería saber nada porque sé que andan por todos lados, son difíciles de contener. Cuando surgió el tema de la cama profunda lo estudiamos y nos metimos a fondo. Ni la empresa tenía experiencia con ovejas, porque siempre se usó para los cerdos”, cuenta Reta.

 

Amplias comodidades

 

La cría es intensiva y cada corral mide ocho metros por veinte. Para la cama fueron necesarios tres rollos de centeno de 640 kilos cada uno que se extienden en el piso y que el productor trajo de la cosecha de los cultivos de cobertura que hizo la empresa para la que trabaja en el sur de San Luis. “Falta agregar viruta”, aclara, pero la visión es impecable. Y el aspecto también: no hay olor a orín ni a bosta.

 

El matrimonio que cuida el campo, Gonzalo y Xiomara, dos chicos jóvenes que trajo desde Mendoza, se encarga diariamente de mover el centeno con una horquilla, como se hace en los boxes de los caballos de carrera o de polo, lo que facilita sacar la materia fecal, que luego va a un pozo donde hacen compostaje para fertilizar el maíz y las cien higueras que plantaron gracias a otro plan del gobierno provincial, el de Activación Frutihortícola. También tienen un lote con lavandas, que por ahora venden en pequeñas bolsitas de arpillera, aunque les gustaría comenzar a hacer esencias, para lo que necesitan un alambique. Unos metros más allá lucen dos hectáreas de alfalfa con riego por manto, con agua que llega de una vertiente que hoy está seca.

 

 

Para armar la cama profunda se usan tres rollos de centeno de 640 kilos cada uno. Hay que renovarlos cada tanto y agregar algo de viruta.

Lo del agua es todo un tema, porque está lloviendo poco y no alcanza. Incluso con parte del dinero del proyecto ovino compró un tanque de 16.000 litros que todavía no pudo usar porque se rompió al bajarlo del camión. Lo mismo pasa con la represa, que está rajada y no puede contener lo poco que cae desde el cielo. La falta de agua es el principal interrogante que tiene el emprendimiento, aunque los Reta confían en que lo van a poder solucionar.

 

Las ovejas se pasan las 24 horas en los galpones, lo que quizá no sea lo más conveniente, pero ya tuvieron la experiencia de largarlas al monte y casi terminan en el pueblo. “No resultó un buen freno la malla eléctrica, la falta de agua hace que no surta efecto el choque de energía. Se necesitaría un alambrado de siete hilos, pero hoy no nos da el presupuesto”, lamenta Reta.

 

La idea es alimentarlas a campo con el sistema Voising, que comprende un pastoreo rotando los lotes, lo que le permitiría ahorrar mucho dinero y no agotar el forraje, pero para eso necesita delimitar los espacios. “Si no puedo concretar lo del pastoreo quisiera conseguir una picadora y racionarles el pasto detrás de las camas”, que fueron instaladas en el invierno del año pasado, en plena pandemia, ya que a Federico y a Paula –quedó dicho- les gustan las emociones fuertes...

 

Por la máquina ya inició gestiones con el intendente de Alem, para ver si lo puede ayudar a comprarla, si no podría ser el año que viene, con otro aporte de la Ley Ovina, que tiene plazos amplios y poco interés para devolver el dinero. Lo que se necesita es armar un buen proyecto, con la formulación correcta, algo que en su caso estuvo en manos de María Rodríguez, una ingeniera agrónoma que también trabaja en el Ministerio de Producción y lo ayudó a llegar a buen puerto.

 

Sin la posibilidad, por ahora, del pastoreo, las alimenta con una dieta que incluye 50% de maíz en grano, 40% de alfalfa cortada y un 10% de balanceado, aunque en invierno también agrega algunos rollos. Tiene el proyecto de alquilar una quinta vecina y hacer alfalfa para darles de manera diferida.

 

Delgado, durante la inspección, le aporta que la salida para pastorear se le va a hacer imprescindible en algún momento: “El problema de las ovejas cuando no salen a caminar es que pueden terminar con dolores en las articulaciones”, apunta la coordinadora de la UEP, quien también le recuerda las características del fotoperíodo, ya que a menor horas de luz, más ovulación. “Por ahora no parece haber problemas de patas por el movimiento de las camas, pero sé que lo tengo que tener en cuenta. Estamos aprendiendo muchas cosas sobre la marcha”, dice Federico, mientras su hija Juana, un terremoto de un año y 9 meses que luce una capelina que es una ternura, mete la mano en los bebederos, a los que les hizo un contrapiso de cemento que denota la preocupación por tener las mejores instalaciones posibles.

 

Hoy tiene 67 madres, pero el ambicioso plan buscará llegar a las 150. Además, en los amplios corrales hay 13 borregos de recría y otros 63 para engorde. En una de las camas están las hembras y en la otra los borregos de engorde. Como entran 75 en cada una, el espacio hoy es amplio y los animales lo aprovechan a fondo para escapar cada vez que se acerca alguna persona, en este caso el que escribe, que las quiere fotografiar.

 

En un corral aparte, rumbo al espacio donde tiene 15 cabras con crías de raza Boer, descansan los cuatro carneros que le sirven para hacer el servicio estacionado y reproducir el rebaño de manera prolija durante noviembre y diciembre. “En unos 20 días vamos a empezar con los tactos para ordenar el rebaño, ya que hoy el índice de preñez lo tenemos ‘a ojo’. Al tener dos camas se puede escalonar el servicio, lo que es una gran ventaja”, asegura. También quiere incorporar una tercera cama para la terminación, pero llegará con el tiempo.

 

Las razas a las que apuntó son la Texer y la Dorper, que están mezcladas sin problemas, ya que todas las ovejas llegaron desde el sur puntano ya paridas. “Las Dorper son un fórmula uno en cuanto a conversión en carne, pero voy a seguir con las dos con choques de sangre”, adelanta el productor.

 

En cuanto a la sanidad, desparasita dos veces al año con ivermectina, les da clostridiales al destete y antibióticos apenas detecta la aparición de mucosa. Delgado le ofrece tomar muestras de materia fecal para detectar coccidiales, un examen que el Laboratorio del Campo ofrece a precios subsidiados. La esquila, como tiene la máquina adecuada, la hizo Gonzalo a tijera, por lo que también la coordinadora le cuenta que la UEP cuenta con un esquilador en sus filas, otro emprendedor que se benefició con un aporte y lo usó para dedicarse a esa actividad que no está muy difundida en la provincia.

 

Como los funcionarios están justamente para estos menesteres, que implican solucionarles la vida a los pequeños productores y los de la UEP lo cumplen a la perfección, también surge el tema del destino de la lana tras la esquila. Reta le vende una parte a gente que hace hilados, pero con el resto, que se amontona en un carrito, reconoce que no sabe qué hacer. Por eso Celi Preti le cuenta que hay un beneficiario de la Ley Ovina que hace aislantes para techos y promete contactarlos a la brevedad.

 

La comercialización, siempre un cuello de botella para los pequeños productores o para aquellos que recién se inician, la va aceitando de a poco. Faena en la escuela agrotécnica de San Luis, donde hay un frigorífico especializado en cabras y ovejas, y luego vende la carne a un comercio de Juana Koslay y también se puede saborear en un restaurante de esa localidad, que la transforma en ravioles de cordero, uno de los platos insignia del local. También vende animales por kilo, algo que se va a incrementar ahora con la llegada de las fiestas de fin de año.

 

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